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  • El Nuevo Ideal Nacional tenía como base el desarrollo del país a través de su infraestructura; tanto con viviendas, vialidad y servicios, como también de monumentos faraónicos. Con esto, el régimen pensaba que se podía compensar con cemento y asfalto la falta de derechos civiles y políticos de la población

En la arquitectura de Caracas se pueden apreciar cada una de las eras de la ciudad y las visiones que cada gobierno ha tenido para ella. Quizás una de las más notorias es la que corresponde a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1953-1958), quien durante su gobierno impulsó uno de los proyectos de infraestructura más ambiciosos que el país ha visto, con obras que hasta el día de hoy se mantienen como emblemas de la modernidad.

Esta transformación tan abrupta del paisaje urbano era una parte crucial para la ideología del régimen: el Nuevo Ideal Nacional. Uno de sus dos principios básicos fue lo que se denominó como la “modificación racional del medio físico”. Para Pérez Jiménez, la democracia no se hallaba en la participación ciudadana, las elecciones libres ni el respeto por los derechos humanos. Se encontraba en el progreso científico y en la construcción de obras de infraestructura que mejorarían las condiciones de vida de sus habitantes.

Con un país que ya se consolidaba como potencia petrolera mundial, el régimen creó el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO), el cual se encargó de planificar, diseñar y construir obras que en su momento representaron auténticos hitos de la ingeniería, y trajeron al país las corrientes más vanguardistas de la arquitectura, como el brutalismo o la Bauhaus, las cuales se caracterizaban por tener una visión más racional, con formas simples, pero sin descuidar su relación con el diseño. 

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Foto: cortesía

Así, el perezjimenismo logró cubrir la falta de libertades políticas y de expresión con el espejismo de un país moderno y civilizado. Algo que hoy provoca nostalgia en algunos sectores de la población. Bien por representar la promesa de un país utópico, idealizado con el paso de los años; o por simple comparación con el régimen actual.

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El origen de la modernidad

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Centro Simón Bolívar. Foto: Cortesía

Al ser uno de los pilares del ideario perezjimenista, un error común es pensar que la modernización de Venezuela, o al menos de Caracas, comenzó con la década militar (1948-1958). Sin embargo, desde el gobierno de Eleazar López Contreras (1935-1941) ya se habían desarrollado planes para adaptar la todavía ciudad de los techos rojos al siglo XX. Planes que avanzaron durante el gobierno de Isaías Medina Angarita (1941-1945), pero que se paralizaron tras su derrocamiento.

Un ejemplo de esto es el Plan Rotival, ideado en 1939 por el urbanista francés Maurice Rotival. Este buscaba reorganizar la distribución de las calles de Caracas, que aún mantenían el esquema de cuadrícula de su época colonial, con nuevas avenidas, carreteras y áreas públicas. Si bien era un proyecto vial, propuso también un Plan Monumental que tuvo como eje la avenida Bolívar. Allí se levantaría un distrito ministerial con colosales edificios gubernamentales y nuevas sedes para el Congreso y el Panteón Nacional. 

El Plan Rotival nunca se completó, aunque la avenida Bolívar sí se inauguró en 1949, por la Junta Militar encabezada por Pérez Jimenez y Carlos Delgado Chalbaud. Ya como presidente, adaptó el esquema para la construcción de varias avenidas como la Urdaneta, Norte-Sur (hoy Baralt), Fuerzas Armadas y Andrés Bello, entre otras. 

La nueva Caracas

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Torres de El Silencio, antes de las construcción de las plazas Caracas y Diego Ibarra. Foto: cortesía

El nuevo régimen también tomó la Compañía Anónima Obras Avenida Bolívar, ejecutora del Plan Rotival, y amplió su rango de acción al transformarla en 1951 en el Centro Simón Bolívar (CSB). Su primer gran proyecto fue la construcción del complejo de torres de El Silencio. La zona ya había sido punto de interés de varias obras antes, como la reurbanización hecha por Villanueva en la Administración de Medina Angarita. 

Aunque en teoría seguía las líneas del Plan Rotival, las torres se alejaron por completo de la idea del distrito ministerial, con un diseño del arquitecto Cipriano Domínguez. De arquitectura funcionalista y con influencia del estilo de Le Corbusier, se inauguraron el 6 de diciembre de 1954. Con 108 metros de altura y 32 pisos, fueron los edificios más altos de Caracas hasta finales de los años sesenta. 

Originalmente no contaba con las plazas Caracas y Diego Ibarra, pero sí con todo un complejo de estacionamientos, galerías, restaurantes y tiendas de lujo que la convirtieron en la bandera del perezjimenismo. También se volvió el emblema de la ciudad, un símbolo de la nueva era hacia la modernidad.

Síntesis de las artes

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Carlos Raúl Villanueva en el Aula Magna de la UCV. Foto: Paolo Gasparini

La otra obra insignia de esta época fue la Ciudad Universitaria de Caracas (CUC), pero no fue una idea original del perezjimenismo. En 1942 se planteó la necesidad de una nueva sede para la Universidad Central de Venezuela (UCV), por lo que Medina Angarita encargó a Carlos Raúl Villanueva la construcción del campus en los terrenos de la Hacienda Ibarra.

Aunque para 1948 había iniciado la construcción de algunas facultades, fue bajo la Junta Militar que se le dio mayor impulso a los trabajos. Los estadios y el Gimnasio Cubierto fueron de los primeros en terminarse en 1951. Posteriormente se fueron completando el edificio del Rectorado y su emblemático reloj, la Plaza Cubierta, el Aula Magna y la Biblioteca Central. El 2 de marzo de 1954 se inauguró parcialmente la CUC, aunque obras como el Hospital Clínico Universitario o la Facultad de Arquitectura y Urbanismo no se terminaron hasta 1957.

Para la UCV, Villanueva concibió una visión a la que denominó “Síntesis de las artes”. Esta buscaba la integración del arte en el espacio arquitectónico como un solo cuerpo que fluye de manera orgánica y convierte al campus en un gran museo abierto sin perder su funcionalidad. Fue la obra cumbre de Villanueva, y en el año 2000 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue el primer campus universitario de América Latina en ostentar este reconocimiento.

Monumentalidad

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El Palacio Blanco (primer plano) en los años sesenta. Al fondo, se ve el edificio de la Secretaría de la Presidencia y parte de la ya renombrada parroquia 23 de Enero. Foto: Cortesía

La dictadura de Pérez Jiménez se caracterizó por buscar en sus obras la creación de un ideario que mezclara los símbolos patrios con el materialismo para desarrollar una nueva identidad nacional. En esta identidad era predominante lo militar, y tuvo un lugar especial en los proyectos urbanísticos.

Muestra de ello es que modernizó a la Fuerza Armada Nacional no solo en equipamiento, sino en infraestructuras, tomando al Fuerte Tiuna como epicentro. Ya en el gobierno de Medina Angarita se había iniciado allí la construcción de la Academia Militar, que se terminó en 1949. Fue obra del arquitecto Luis Malaussena, a quien el régimen de Pérez Jiménez también le encargó otros trabajos como el Círculo Militar de Caracas (1953).

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Espejo acuático del Paseo Los Próceres en la actualidad. Foto: cortesía

Pero el mayor proyecto de Malaussena fue el denominado Sistema La Nacionalidad, inaugurado en 1956. Consistía en un gran eje vial y peatonal que proponía unir la Academia Militar y la Ciudad Universitaria. Este intento de conectar la dualidad entre lo militar y lo civil se evidencia en los dos tramos que lo componen.

El primero es el Paseo Los Próceres, lleno de monumentos a los héroes de la independencia y una pista para desfiles militares. El segundo, el Paseo Los Ilustres, más modesto y donde destaca la plaza Los Símbolos. Todo este sistema tenía inspiración de los Campos Elíseos de París (Francia) o el National Mall de Washington DC (EE UU).

El arquitecto también construyó en 1956 el edificio de la Guardia de Honor Presidencial y el Palacio Blanco. En este último Pérez Jiménez pretendía mudar la sede del gobierno, luego de manifestar su deseo de demoler el Palacio de Miraflores. A diferencia de las obras civiles, de arquitecturas brutalistas o funcionalistas, todos los proyectos de Malaussena tienen un estilo neoclásico, con el cual se intentaba reflejar la grandeza de la institución militar como centro de la vida nacional.

El Humboldt

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Foto: Cortesía

En El Ávila, destaca a la vista la silueta del Hotel Humboldt, un vestigio de la política del perezjimenismo de renovar la infraestructura hotelera del país y potenciar el turismo. Otros ejemplos de esto son el Hotel Tamanaco, el Hotel Golf de Maracay o la Ciudad Vacacional Los Caracas (actualmente en ruinas).

El proyecto se encargó al arquitecto Tomás Sanabria, quien diseñó un edificio de 14 plantas y una vista de 360 grados del mar y la ciudad. Abrió sus puertas al público el 29 de diciembre de 1956. En ese entonces, la dictadura había emprendido la construcción del teleférico de Mérida, el cual no vio la luz sino hasta 1960. Sin embargo, el concepto se replicó con éxito en El Ávila, con un sistema que conectaba Caracas y La Guaira. 

Algunos historiadores afirman que esto tenía la doble función de servir como punto estratégico militar, ya que el teleférico tenía capacidad para movilizar a 800 soldados por hora de una ciudad a otra en caso de emergencia. Con la caída del perezjimenismo, el hotel cayó lentamente en el abandono, mientras el teleférico en su tramo a Macuto cerró definitivamente en 1989. Desde ese año el Humboldt tampoco volvería a abrir hasta su restauración y reinauguración en 2018. 

Vivienda

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Unidad residencial 2 de Diciembre, más tarde renombrada 23 de Enero. Foto: cortesía

La modificación racional del medio físico tuvo su bandera en la política de vivienda del perezjimenismo. Un mito que se perpetuó en la memoria colectiva venezolana fue que en esta época no habían ranchos en Caracas. Esto basado en una entrevista que el propio exmandatario dio en 1983, donde afirmó que para el momento de su derrocamiento, solo quedaban en la ciudad poco más de 7 mil viviendas precarias que ya estaban programadas para ser demolidas.

En un artículo para la revista El desafío de la historia, la arquitecta Beatriz Meza Suinaga explica que para 1948 el 46 % de las viviendas en Venezuela eran ranchos, en su mayoría hechos de bahareque y techo de palma, asentados en caseríos con calles de tierra. En 1951 la Junta Militar le encargó al TABO el Plan Nacional de Vivienda. Allí, Villanueva planteó un modelo de viviendas masivas basado en bloques de entre 100 y 400 apartamentos. Para ello, se inspiró en la Unité d’ Habitation de Le Corbusier en París.

En un principio este plan se enfocó en construir unidades vecinales de baja densidad como las de Casalta, Coche y San Martín, y con algunos bloques únicos en Quinta Crespo y El Valle. Pero para acelerar el proceso, en 1954 Pérez Jiménez lanzó el Programa Extraordinario Cerro Piloto, donde predominó el concepto del superbloque, con enormes urbanismos como Propatria y Lomas de Urdaneta (Catia), La Vega, Artigas y Cotiza. 

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Foto: cortesía

Este plan se ejecutó en teoría en 21 ciudades del país, aunque el 75 % de las obras se concentraron en Caracas. Su cumbre fue la urbanización 2 de Diciembre (luego conocida como 23 de Enero), donde entre 1955 y 1958 se construyeron 38 superbloques de 15 pisos, y 42 bloques de 4 pisos, para un total de 9.176 apartamentos. Meza Suinaga lo describe como “la máxima expresión del proceso de masificación habitacional en el país”.

Sin embargo, la especialista en historia de la arquitectura desmiente que este plan lograra acabar con los ranchos de la ciudad. En su texto, explicó que en 1953 habían alrededor de 53.000 ranchos, donde vivía el 38,53 % de la población caraqueña, de acuerdo a un censo de la Gobernación del Distrito Federal. Los registros del programa Cerro Piloto detallan que se eliminaron 15.497 ranchos, por lo que para 1958 todavía quedaban cerca de 37.500. Esto sin contar el resto de ciudades, donde todavía prevalecía una fuerte ruralidad. 

Dictadura vs democracia

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Construcción de los superbloques en la entonces comunidad 2 de Diciembre. Foto: Cortesía

Otro mito popular, basado en el anterior, es que la dictadura de Pérez Jiménez fue la que construyó más viviendas en la historia del país. El blog Obras de la Democracia recopiló el número de viviendas construidas durante cada gobierno, basado en cifras del Banco Central de Venezuela (BCV), la Cámara Venezolana de la Construcción y los mensajes anuales presidenciales entre 1969 y 1994.

Allí, el portal aseguró que con la Junta Militar de Gobierno, el Banco Obrero gestionó 7.285 viviendas, mientras con Pérez Jiménez se construyeron 24.970. Esto para un total de 32.255 viviendas durante la década militar. No obstante, solamente en la presidencia de Rómulo Betancourt (1959-1964) se construyeron 64.615 casas. Esto en parte por el Sistema Nacional de Ahorro y Préstamo (SNAP), que facilitó el financiamiento para la clase obrera. Luego, con Raúl Leoni, se superó el hito de las 182.683 viviendas al mejorar los créditos hipotecarios con el Banco de los Trabajadores. 

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Raúl Leoni supervisa la construcción de los bloques de Caricuao en 1966. Foto: cortesía

A medida que avanzaba el crecimiento poblacional y el desarrollo urbanístico, estas cifras fueron cada vez mayores en cada gobierno, alcanzado su pico en la presidencia de Jaime Lusinchi (1984-1989) con 419.699 casas. En total, durante los 40 años de democracia, se construyeron 2,3 millones de viviendas en todo el país.

A pesar de estas estadísticas, así como el déficit de viviendas superó a la dictadura militar, la democracia también se vio rebasada por el crecimiento exponencial de la población y el éxodo del campo a la ciudad. Eso, y la falta de políticas públicas eficientes, llevaron a que en las décadas siguientes aquellos caseríos de tierra en los cerros se convirtieran en los barrios consolidados de la actualidad.

Funcionalidad

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Foto: Cortesía

Si bien la opulencia de los monumentos y los superbloques se reservaron para la capital, la dictadura de Pérez Jiménez tuvo presencia en las regiones a través de dos tipos de obras: infraestructuras funcionales y vías de comunicación. Estas últimas destacaron por conectar la región central con el resto del país, con carreteras como la Panamericana, la Autopista Regional del Centro, la carretera Valencia-Tejerías o la San Cristóbal-Barinas.

Pero el mayor hito de vialidad fue la autopista Caracas-La Guaira. Aunque los estudios preliminares se remontan a 1945, se inauguró en diciembre de 1953. Con 17 kilómetros de longitud, fue una de las obras de ingeniería más importantes de América Latina en su tiempo. Se hizo sobre un terreno complejo por la cadena montañosa del litoral, por lo que requirió dos túneles (Boquerón I y II) y tres viaductos. Por falta de mantenimiento, el Viaducto N° 1 colapsó en el año 2006, siendo reemplazado por uno nuevo en 2007.

Otras obras importantes hechas en las regiones son la Siderúrgica del Orinoco, la Petroquímica de Morón y los astilleros de Puerto Cabello. También la construcción de la Represa del Guárico, la Unidad Agrícola de Turén, así como sistemas de riego, embalses, acueductos y cloacas. En Caracas, también se hicieron obras como el Hipódromo de La Rinconada o la Concha Acústica de Bello Monte. Mientras, en Lara, se inauguró en 1952 el Obelisco de Barquisimeto, hoy emblema de esa ciudad.

Entre la modernidad y la dictadura: el legado arquitectónico de Marcos Pérez Jiménez
Obelisco de Barquisimento. Foto: cortesía

Un reactor nuclear

En 1954 se inauguró en Altos de Pipe (estado Miranda) el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Neurocerebrales (IVNIC), bajo la dirección del científico Humberto Fernández-Morán. Un año después, Pérez Jiménez firmó un acuerdo con Estados Unidos para desarrollar energía atómica con fines pacíficos, por lo que se instaló allí el Centro de Física y su reactor nuclear.

El Reactor RV-1 comenzó su construcción en 1957, y se inauguró en 1960, ya bajo el gobierno de Rómulo Betancourt. Esto convirtió a Venezuela en el primer país de Latinoamérica en desarrollar capacidad nuclear, aunque el reactor solo se usó con fines de investigación y no energéticos. Por esa fecha, el IVNIC se reestructuró como Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

Lo que nunca fue

La Caracas que nunca fue: los grandes proyectos para cambiar la ciudad que jamás se construyeron
Ilustración de los que habría sido el aerobús para Caracas. Foto: cortesía

El papel tan importante que tuvo el desarrollo de infraestructuras para Pérez Jiménez hizo que durante su régimen se estudiaran todo tipo de proyectos. Muchos fueron terminados por gobiernos posteriores, como el Sistema Hidroeléctrico del Caroní, el teleférico de Mérida o la autopista Francisco Fajardo. Otros como el Helicoide, el Sistema Ferroviario Nacional, o la torre de la UCV en Zona Rental jamás se concluyeron.

Entre tanta vorágine futurista, el legado arquitectónico de Pérez Jiménez quedó en la memoria colectiva incluso dentro del terreno de lo que nunca fue. Proyectos como el aerobús sobre el cauce del río Guaire o el túnel a través del Ávila para conectar Caracas con La Guaira quedaron en meros planos, pero para algunos se fantasea con la probabilidad de hacerlos visto materializarse. 

La investigador Gustavo León Miranda, en un artículo para la revista El desafío de la historia, refiere que todo este afán de desarrollo, si bien deslumbró a la prensa extranjera, solo era la fachada de un sistema autoritario y militarista, que reprimió brutalmente la disidencia política e intentó implementar un modelo conservador y nacionalista, con algo de inspiración del fascismo. En ese mismo texto, la historiadora Ocarina Castillo profundiza más sobre esta intención de cubrir con concreto la falta de Estado de derecho:

Los protagonistas del 23 de enero de 1958: el día que militares y civiles se alinearon contra la dictadura
Estudiantes de la UCV celebran la renuncia de Pérez Jiménez desde la Ciudad Universitaria. Foto: Cortesía
El Nuevo Ideal Nacional concebía una noción de desarrollo, progreso y bienestar, que se medía a través de kilómetros construidos, toneladas de cemento y cabillas utilizadas, noción ésta que soslayaba o limitaba a su mínima expresión aspectos políticos, valores y derechos, los cuales aparecen reducidos y desdibujados en el intento por construir una racionalidad exclusivamente técnica”, afirma Castillo.

La modificación racional del medio físico al final no logró legitimar al régimen ni sostener su pretensión de perpetuarse en el poder. El rechazo al plebiscito de 1957 hizo que la oposición en la clandestinidad movilizara a la población. Desde la Ciudad Universitaria, los estudiantes de la UCV y otras universidades iniciaron las protestas que, como bola de nieve, llevarían a un estado de rebelión popular. El 22 de enero de 1958, el Alto Mando se reunió en la Academia Militar y decidió solicitar la renuncia de Pérez Jiménez.

Luego de que el dictador partiera al exilio la madrugada del 23 de enero, las calles se llenaron de júbilo, incluso en los urbanismos de su plan Cerro Piloto. Una de las celebraciones más grandes fue precisamente en la comunidad 2 de Diciembre, que poco después cambió su nombre. Al final, el legado que Pérez Jimenez pensaba dejar al país terminó asumido por la democracia. 

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