• María Luisa Alonso se convirtió en parlamentaria tras la elección del 28 de abril realizada en España. En conversación con El Diario, relató su pasado en Venezuela y la lucha que lidera con su partido Ciudadanos en apoyo al gobierno interino de Juan Guaidó

Transcurría el año 2014 cuando en Venezuela empezaban a producirse cientos de manifestaciones en contra de Nicolás Maduro y su administración. Las imágenes de las masivas protestas que eran reprimidas por el régimen hacían eco del deseo de millones de venezolanos en distintos países del mundo. En España, María Luisa Alonso, hasta entonces una caraqueña más de la diáspora, organizaba eventos en apoyo a la nación que la vio nacer. Para su asombro, lo que inició como una lucha mediática, la llevaría años más tarde a ser la voz de Venezuela en el Congreso de los Diputados del país europeo.

Todo conspiró para que así fuese. Aun en España, el chavismo fue parte de los motivos de Alonso para entrar en la política. Además de las manifestaciones que se producían en Caracas y el resto del país, Podemos, un partido abiertamente simpatizante del chavismo, irrumpía en la política española con gran velocidad. Ciudadanos, otro partido proliberal que ganaba popularidad tras el desafío independentista catalán de octubre de 2017, surgía como opción. Fue en ese último nicho en el que Alonso encontró la posibilidad de liderar la causa venezolana y luchar para hacer de España un país más justo.

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Su amor por Venezuela está más que justificado. No solo por ser su país de origen, sino por ser en el que vivió por 25 años y el que abrió las puertas a sus padres y abuelos después de la guerra civil española. Aunque de su acento caraqueño solo quedan atisbos, el argot y los recuerdos permanecen casi intactos. Si se le pregunta el por qué, posiblemente piense en “mi Ávila” — como le llama — y responda con un “Caracas es Caracas”.

“Extraño cosas tan inverosímiles, tan locas”, rememora, “que cuando llega la lluvia, ese olor antes de que se ponga a llover, me recuerda a Caracas. Cuando estoy en un sitio y hay muchos grillos, me recuerda a Caracas. Hombre, te podría decir los cachitos, las empanadas, el zumo de guayaba, un montón de cosas”, comentó en exclusiva para El Diario.

Su actual investidura no la aleja del común denominador de los hijos de españoles que habitan en la capital venezolana. Haber vivido casi toda su infancia y adolescencia en la Hermandad Gallega en Maripérez, que define como su segunda casa, así lo ratifica. Sin embargo, fue en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) donde pasaría los mejores años de su vida, asegura.

“Mi infancia fue muy querida. Tengo recuerdos muy bonitos en la playa, en Higuerote, en Bahía de Cata, pero la universidad para mí fue como descubrir mis capacidades, mi talento, lo que yo podía aportar”, comenta.

Se siente orgullosa de ser ucabista. Allí fue donde se licenció en Comunicación Social y asumió lo más cercano a la política hasta entonces: cuando estaba en segundo año de la carrera formó parte del equipo del Centro de Estudiantes de su escuela. Luego ejerció durante dos años consecutivos el cargo de consejera estudiantil de la Facultad de Humanidades y Educación.

Desde su infancia, la hoy diputada española daba muestras de que se le daría bien ejercer los cargos públicos, pues así lo recuerda a raíz de las conversaciones que sostenía en el colegio con sus amistades. Sin embargo, pese a su pasión por la política, no militó en ningún partido en Venezuela.

Los años universitarios también le permitieron conocer la vida más allá de la Hermandad Gallega. “Mis sitios favoritos eran Las Mercedes y Plaza Venezuela, donde íbamos a un garito que era como un antro de mala muerte, pero íbamos todos los de la universidad porque las cervezas eran muy baratas y nos ponían empanaditas”, recuerda entre risas.

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Además, sería en las instalaciones de la UCAB donde viviría una especie de presagio de lo que se convertiría en su mayor lucha años más tarde. Era mediados de 1998 cuando un hombre de pasado militar y de propuestas fáciles, ya muy conocido para entonces, acudió a la universidad para charlar con un reducido grupo de dirigentes estudiantiles y profesores sobre sus planes para el país. Aquel hombre se convertiría, meses después, en el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

“En esa reunión vimos a un hombre determinado a cambiar todo. Nos contó la hoja de ruta, cómo quería cambiar la Constitución, los procesos sociales que iba a implementar, la economía y demás. Cuando Chávez salió de la habitación, nosotros teníamos la certeza de que no iba a parar hasta conseguirlo. Evidentemente yo no estaba de acuerdo. Los planteamientos me dieron mucho miedo. De hecho, yo no voté por él”, recuerda sobre aquel encuentro.

Emigrar, un dolor conocido

Las despedidas de familiares y amigos son algo que los venezolanos comenzaron a experimentar desde hace algún tiempo. No obstante, para Alonso el asunto de las separaciones le viene de sus orígenes. Sus abuelos partieron de España a Venezuela para llegar a un país que entonces era una ventana a la prosperidad y estabilidad económica que Europa no ofrecía. Luego de establecerse en Caracas, decidieron regresar a España con la ilusión, hasta el final de sus vidas, de algún día volver a su segunda tierra, como ellos mismos la consideraban.

Sus padres, quienes se conocieron en Caracas, tenían entre 13 y 15 años cuando llegaron al país sudamericano, en el que aún permanecen. Las escuelas y los comercios fueron su fuente de trabajo para enviar dinero al resto de los familiares que se quedaron en España. Hoy, invertidos los roles, es María Luisa quien desde Europa envía dinero a Venezuela para ayudarlos.

A diferencia de sus progenitores y abuelos, la partida de su país de origen tuvo que ver con su proyecto personal y no con conflictos económicos: su meta era hacer un postgrado en Comunicación y Gestión Política en la Universidad Complutense de Madrid, por lo que decidió viajar a España en el año 2000. La ilusión de ir al país de sus padres y la nacionalidad española que obtuvo en 1993 fueron un aliciente para tomar la decisión. Aunque en un principio era un viaje con retorno, ya Alonso lleva 19 años viviendo en la nación del Viejo Continente.

“Yo me fui a hacer un postgrado y mis padres pensaban que regresaría, pero a mitad de curso volví para decirles que iba a intentar quedarme. Y esa despedida sí que fue dura. Recuerdo que mi madre que me dijo una frase lapidaria, llorando, evidentemente: ‘esto ya lo he vivido como hija, ahora me toca vivirlo como madre’. Ese suelo del aeropuerto de Maiquetía, para todos los que nos hemos ido y para todos los que se han quedado, tiene muchísima simbología”, dice mientras unas lágrimas parecen revivir ese momento.

Hoy tiene noticias de sus padres y de Venezuela gracias a la tecnología. Una videollamada siempre es la mejor vía para conectar de nuevo con su tierra, esa que no visita desde hace seis años, cuando decidió llevar a su hija de tan solo 3 años de edad entonces para que la conociera.

María Luisa Alonso y su hija | Foto cortesía

Un camino sin atajos

Una vez en España, la vida de Alonso daría un vuelco. Mucho antes de su llegada al Congreso, el día a día transcurría entre la desesperación por verse lejos de su familia y la angustia de conseguir un trabajo. El esfuerzo honrado e incansable que dice haber aprendido de sus padres fue fundamental para salir adelante.

Primero se empleó en una empresa consultora de comunicación, que recuerda con cariño por ser su primera experiencia laboral, y de allí pasó “de un trabajo a otro”. Años más tarde decidió marcharse a La Rioja, una comunidad autónoma cercana al País Vasco, donde finalmente, luego de trabajar en un periódico local en el que estuvo hasta la crisis económica de 2008, decidió dedicarse a la política.

“Había un momento político importante en España y decidí dar un paso al frente y decir ‘¿por qué no? Creo que es el momento de hacer algo e intentar que las cosas cambien’”, acota Alonso. Desde entonces ha logrado convertirse en concejal del Ayuntamiento de Logroño, capital de La Rioja, donde lidera su partido, pero lo que más le satisface es ser la primera mujer venezolana electa como diputada de España.

Si en el tricolor de Venezuela siente su origen y el bicolor español significa la nación que representa con pasión y orgullo, en el unicolor naranja del partido Ciudadanos encontró el espacio ideal para luchar por sus dos países.

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“Yo creo que lo importante es identificarte con un partido, con una ideología, un proyecto político que tenga que ver con tus valores. En mi caso, Ciudadanos. Su proyecto encaja perfectamente con mis valores: la defensa de la libertad, de que cada individuo debe ser libre para tomar sus decisiones evidentemente con respeto hacia el resto, que haya oportunidad de igualdad entre todas las zonas de España y la lucha contra la corrupción, que también la hemos vivido en Venezuela”, explica Alonso.

Venezuela en el Congreso

El pasado 28 de abril Alonso recibiría una de las noticias más importantes de su carrera, e incluso de su vida. Lo que comenzó como una propuesta sorpresa de su partido, ya era una realidad: obtuvo el escaño como diputada.

La hazaña también fue importante para Ciudadanos, puesto que la región gozaba de una historia bipartidista entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP). Desde Caracas, sus padres y amistades lo celebraron con lágrimas que se contagiaron a través de una pantalla.

“Cuando llamé a mis padres, pues a llorar, porque ellos como españoles tienen el orgullo de que solo hay 350 personas en España que puedan decir que son diputados, y una de esas es su hija. Además, es la primera mujer venezolana que llega al congreso. Fue un momento muy emotivo”, relata.

Antes de su juramento como diputada ya había visitado el Congreso durante una propuesta parlamentaria para el paso de la ayuda humanitaria en Venezuela. Alonso, desde el palco de invitados, vería con indignación cómo diputados de Unidos Podemos manifestaban su apoyo al régimen de Maduro. Ahora el reto es mayor y su voz no solo se escuchará desde el hemiciclo, sino desde el cargo de segunda vicepresidencia de relaciones internacionales del Congreso.

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“Me indigna estar al lado de gente del partido Podemos porque hay muchos que hablan de Venezuela desde su ideología política, pero no desde la realidad del país. Para mí una dictadura de derecha o de izquierda es exactamente eso, una dictadura. Ese sinsentido me exaspera. ¿Cómo puedes estar con un dictador? Ahora con el informe de Bachelet se les acabaron las excusas”, refiere.

Pero Podemos no es el único grupo parlamentario al que Alonso y Ciudadanos en general hacen frente al abordar la situación de Venezuela. El partido liderado por Albert Rivera ha sido uno de los principales en apoyar y reconocer al gobierno interino de Juan Guaidó. Para la tolda naranja, las acciones del gobierno de Pedro Sánchez son insuficientes para presionar a Maduro.

“Sánchez es rehén de sus socios. Si tú necesitas de los apoyos de Podemos, de Izquierda Unida, de las izquierdas catalanas que tienen una posición clara que es apoyar a Nicolás Maduro, pues evidentemente no está siendo todo lo duro que debería ser. No está liderando, sobre todo en la Unión Europea, lo que debería liderar España, que son las sanciones contra la dictadura. Como venezolana me indigna, y como española me avergüenza”, dice Alonso sobre la gestión de Sánchez en la crisis venezolana.

Por ello asegura que impulsará junto a su partido medidas de apoyo a Juan Guaidó y a la Asamblea Nacional, además de impulsar políticas que aseguren un futuro prometedor a los venezolanos que emigran a España. En este sentido, reclamarán el reconocimiento de Antonio Ecarri Bolívar como embajador de Venezuela en el país europeo.

Antonio Ecarri y Maria Luisa Alonso | Foto cortesía

“Me preocupan mucho nuestros pensionados que la están pasando mal, me preocupa mucho cómo venezolanos tan talentosos puedan hacer un proyecto como hice yo, una carrera, y cómo España puede conseguir atraer ese talento como algo positivo de incorporar al tejido productivo de la nación. Ese es mi objetivo, mi reto. Evidentemente hay que seguir presionando para que se dé el cese de la dictadura cuanto antes, pero también hay que ir pensando en la reconstrucción, en la transición, y en eso España tiene mucho que decir”, argumenta.

El cambio de gobierno en Venezuela le preocupa en la misma medida en que le emociona. Lo vive con la ilusión de una venezolana que nunca perdió el sentido de pertenencia hacia su país y con el compromiso de una española que aboga por las libertades. Sabe que algún día se pondrá fin a la larga historia de las despedidas para dar la más ansiada de las bienvenidas: el retorno de la democracia a Venezuela. Ver el Ávila, visitar a sus padres y celebrar con ron venezolano serán siempre excusas para volver al suelo multicolor de Carlos Cruz-Diez.

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