•  La diseñadora venezolana utilizó la frase para abrir una charla que dio en una universidad venezolana. En ella, refleja su pasión por el país y la lucha diaria que debe enfrentar para seguir trabajando por Venezuela y lo que quiere lograr en ella

Un año en cama sin poder caminar, el cáncer de su madre y un divorcio son  retos que, asegura, la han forjado como ser humano. La diseñadora venezolana Carol Ginter ha renacido varias veces en su vida, según cuenta, gracias a las experiencias más desafiantes que le han tocado vivir. 

Recibe con cordialidad y cercanía a todo el que llega a su tienda en Los Palos Grandes. Se vale de sus atributos naturales —aquellos que la acompañan por doquier—: La elegancia y el glamour. Los colores de su nueva colección embargan el lugar. Ese día Carol se había levantado a las 6:00 am para poder estar lista a tiempo para la entrevista. 

Zeus, su mascota, nos recibió. Un pug de correa roja que resaltaba su pelaje dorado espera amistoso al final de las escaleras. Carol Ginter, una amante de los animales y una fashion lover mira a su consentido y habla con fascinación de los pug.

La diseñadora le ofrece agua y café a sus invitados, mientras se ríe y cuenta anécdotas. Se mueve con destreza y seguridad mientras pronuncia cada palabra.

Sus manos y su cabello son protagonistas en cada frase. Se describe como una persona sensible, sentimental y solitaria. Durante sus 20 años de trayectoria profesional ha crecido, y le gusta describirse como una de las personas favoritas de Dios, muy a pesar de las situaciones difíciles que le ha tocado transitar. 

Foto: Víctor Salazar

Una de ellas, en la que asegura haber renacido como el Ave Fénix, llegó para retarla, cambiarla y también para enseñarle. Unas hernias discales le rompieron y le trituraron los nervios de la cervical y se transformaron en un temible diagnóstico por parte de los médicos: “No vas a poder caminar más”, le dijeron. 

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Le cambió la vida, pero decidió retar. Tuvo que superar un año lleno de terapias, tratamientos y hasta una cura de sueño para poder sanar.

“No había médico que me quisiera operar en este país. Aseguraban que yo tenía que aprender a vivir con el dolor. Me negaba a muerte y le decía a mi papá que yo no iba a vivir con dolor a los 30 años”, dice negando con la cabeza.

Su condición fue consecuencia de haber trabajado seis años consecutivos en Tailandia, país en el que nació su marca, bordando su primera colección de blue jeans. Eran 24 y se vendieron a los 8 minutos, algo que no hubiese podido conseguir sin antes tener la cartera de clientes que tenía para ese momento.

“Me creía la super mujer y no lo era”, asegura Ginter y explica que para ese entonces consideraba haber construido un imperio cuando “no era cierto”. Ella había empezado a trabajar a los 19 años y a los 30 su carrera ya se encontraba en buen momento.  

Foto: Víctor Salazar

“Papa Dios me sentó y me dijo por ahí no es, no estás siendo humilde. De ahí salió una nueva Carol, mucho más sencilla, más humilde, pero igual de trabajadora, pero de otra manera”, añade la venezolana mientras permanece sentada en la silla que acompaña su escritorio de madera. 

Sus tratamientos dieron frutos. Una vez recuperada, tomó el primer vuelo a China para empezar desde cero. Surgieron nuevas colecciones para Carol Ginter, la marca. 

En ese entonces, la tienda nunca cerró. Se mantuvo abierta y produciendo. La marca hizo alianza con Movistar y Nokia Venezuela para lanzar un celular al que se le cambiaban las carátulas. Todo fue posible gracias a una persona fundamental en la vida de Ginter: su madre. 

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Su madre representaba un papel esencial en su vida. Era su compañera viajes, amiga, mano derecha, una aliada incondicional. Pero seis años después se volvieron a remover los cimientos de su vida. Una ardua batalla contra el cáncer se perdió entre mejoras y recaídas. 

“A las 9:00 am llevo a mi mamá a emergencias y, a las 3:00 pm, muere en mis brazos repentinamente. Yo nunca me había vencido o nada me había ganado, porque todo lo que me había propuesto, de cierta manera lo había logrado, y aquí sí dije: Me ganó, se la llevó”. 

Fue una partida muy dura para la diseñadora, quien asegura que nunca antes se había vencido en la vida. Ni siquiera cuando le negaron la posibilidad de poder caminar y de vivir como recordada. Esta vez, fue diferente perder no estaba dentro de sus opciones.  “Jamás pensé que el cáncer nos iba a ganar”. 

2014 fue un año muy difícil en medio de situaciones políticas convulsas en Venezuela. Ginter decidió emigrar a Panamá y presentó una nueva colección en el Mercedes Fashion Week del país centroamericano. Le fue muy bien, sin embargo, no pudo adaptarse a los aires panameños. 

Luego de un año regresó a Venezuela con un panorama distinto: una tienda en quiebra, un divorcio y un país sumido en el caos. De ahí salió una nueva Carol, mucho más aventurera y dispuesta a conocer el país, asegura. 

Visitó los tepuyes  Roraima —donde recibió el año nuevo— y Kukenan;  Ciudad Fresita, un poblado hippie en las entrañas andinas de Mérida; y luego al Amazonas. Todo en busca de sus raíces y de las cosas sencillas de la vida.

Un año después era una persona diferente, muy distinta a la que llegó a Venezuela. No era la misma persona. “Creo que sí me encontré, que me perdoné, que perdoné a mi mamá, a Dios”. 

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Nació otra Carol, asegura. Una que se dio cuenta de que no todo lo podía hacer y no todo lo podía solventar. Una que descubrió que le tocaba en la vida, según  expresó mostrando convicción de cada palabra que pronunciaba. 

Hoy en día, Carol se muestra como una mujer que ama su trabajo, que sonríe y vive mucho más. “Me dejé de reír durante una época de la vida, pero me volví a reír y a disfrutar de la vida”, dice mientras se le escapan unas cuantas lágrimas y se le entrecorta la voz. 

La belleza y enaltecer a la mujer venezolana son aspectos que la motivan día tras día. La inspiran. Se le suma el amor que siente por Venezuela, una tierra a la que le agradece por ser quién es y a la que le apuesta su lucha diaria. Considera que el mayor aporte que le ha dado al país es no rendirse nunca y generar trabajo mientras sigue apostando sin “temor a equivocarse”.

Le gusta rememorar una frase que usó en una charla en la universidad Metropolitana y que considera una realidad.

“Mi plan B se escribe con ‘V’ de Venezuela”. Todo con el afán de añorar la Venezuela de antes, en la que todos eran felices. Pues, abraza con ilusión el regreso de ese país del pasado.

Un referente en la moda
En septiembre, mes de su cumpleaños, Carol Ginter se reunió en Nueva York con uno de sus referentes de la moda. Una persona que describe como su superhéroe.

Al llegar a la casa donde fue citada, la recibió el mayordomo. Le indicó que subiera las escaleras hacia uno de los salones. Y fue ahí donde la conoció.

—Señora Carolina (Herrera) esto es un sueño hecho realidad para mí, yo jamás me imagine conocerla. Usted es mi héroe. 

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—Por favor, no me llames más señora. Llámame Carolina.

En ese momento Ginter sintió terror e imaginaba posibles escenarios: “El óptimo ,que salga todo buenísimo. El medio, que a los 15 minutos esté afuera; y el último, que la situación sea incómoda”. 

Todo salió mejor de lo esperado. Herrera resultó, ante los ojos de Ginter, una persona increíble, quien le dio los mejores consejos de moda en su vida. Hora y media de charla sobre telas, producción y moda y una felicitación por parte del icónica diseñadora cerraron una sesión exitosa. 

La reunión terminó con una fotografía en un cuarto con paredes rojas y muebles antiguos. Se despidieron. Ginter salió y al final de la calle cuando se dirigía a tomar el taxi, el cielo azul intenso de Nueva York le dificultaba distinguir entre la realidad y la ficción. Todo parecía un sueño. “Esa imagen nunca se me va olvidar. Te lo he dicho, soy una niña muy afortunada”. 

En un mensaje de Whatsapp le agradeció a Herrera por recibirla en su casa a lo que obtuvo como respuesta una contundente frase:  “Prepárate bien y cuando estés lista avísame que yo te ayudo”. 

Una proyección hacia el futuro

En son de broma dice que quiere llegar a la luna. Desmiente y aclara que sus metas son la internacionalización y la expansión dentro de Venezuela. Ambas en curso, la primera se materializó en Panamá y ella y su equipo se encuentran trabajando en el proyecto. 

Foto: Víctor Salazar

Busca ser tan grande como la mujer que le genera inspiración, como Carolina Herrera. Le encantaría ser recordada como una mujer que amó mucho a su país. Como una buena dama que le hizo bien a Venezuela y le devolvió todo lo que le dio.  

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