• Están en Las Mercedes, Chacaíto y Plaza Venezuela, la amenaza del coronavirus no los corrió. Niños de entre 8 y 15 años de edad continúan deambulando por Caracas por la falta de políticas públicas oportunas para su atención

Para ellos en estos días nada ha cambiado, así haya cambiado todo. No comprenden con claridad la gravedad de la situación que ha originado el coronavirus de Wuhan en el mundo. 

En Venezuela hay una cuarentena que obliga a los ciudadanos a permanecer en casa para evitar la propagación del virus, pero hay niños de entre 8 y 15 años de edad que la viven expuestos y sin alimentos en un lugar atípico donde el peligro está latente las 24 horas del día: las calles.

Foto: Yazmely Labrador

El silencio es ensordecedor. No hay gran circulación de vehículos en una calle angosta de Las Mercedes, al este de Caracas. Tampoco restaurantes atestados de personas. En la zona se percibe un ambiente dominical. 

Entre tanta tranquilidad se cuelan las risas de un grupo que juega muy cerca de aquella escena, permanecen ajenos a un decreto de confinamiento que los dejó —si se puede— más vulnerables e invisibles de lo que ya eran. Por eso siguen jugando a ser grandes en su casa de siempre. 

Aquella mañana de un jueves estaban alrededor de cinco niños en un callejón de Las Mercedes, aunque en realidad son muchos más. Están en La Castellana, en las pasarelas del Centro Comercial Ciudad Tamanaco (CCCT), otros en Chacaíto y también en Plaza Venezuela. No hay cifras oficiales de cuántos menores de edad viven en condición de calle, pero son muchos y la ausencia de otras personas circulando por las avenidas lo ha hecho más evidente. 

Desde que se decretó la cuarentena se comenzaron a conocer los planes para atender diversas áreas de la sociedad civil. Sin embargo, la situación de las personas de la calle y especialmente, la de los niños, quedó a la intemperie. No hubo planes para brindarles protección así que en su rutina todo sigue igual. 

Hoy todos ellos están más desprotegidos. Algunos no tienen un par de zapatos o ropa en buen estado, mucho menos una mascarilla o guantes para protegerse del Covid-19. Deambulan por las calles que muchos ya no transitan por miedo. Sin saberlo desafían el virus a diario bajo la mirada indolente de las autoridades para los que parecen no ser prioridad. 

Una casa sin techo

En aquel callejón desolado de Las Mercedes el grupo de niños que correteaba se detuvo. Ahora se acercan con rapidez a las afueras de un supermercado de la zona. El establecimiento y una frutería que está cerca se han convertido en sus únicas alternativas para encontrar alimentos desde que decretaron la cuarentena y los locales de comida modificaron su modelo de venta. 

Sentado en la acera,  limpiando la mugre que resalta en sus manos está José*, de ojos color café y sonrisa tímida. Dice que tiene 14 años de edad, pero su actitud es la de alguien mucho mayor. Es desconfiado, ve con recelo a las personas que se acercan. Reconoce que la calle lo cambió, aprendió a cuidarse solo y proteger “a los suyos”: los otros niños que están sentados a su lado.

Los invisibles: niños que sobreviven al Covid-19 en la calle
Foto: Yazmely Labrador

José tiene un año en esta zona de la ciudad. Anteriormente vivía en Caricuao pero su madre emigró a Colombia y él decidió salir de casa. 

Desde hace dos semanas lleva guindada una mascarilla que le regalaron a las afueras de una farmacia, la aceptó y la usó, pero no conoce mucho sobre por qué es importante utilizarla, tampoco sabe cómo se propaga el coronavirus y cuáles son los síntomas. “No entiende de virus”, según comenta.

Foto: Yazmely Labrador

Lo que sí conoce a la perfección es de necesidad, pues desde que implementaron la cuarentena encontrar comida se ha vuelto más difícil. Si antes había ocasiones en las que comían tres y hasta cuatro veces diarias, ahora —con suerte— solo comen una vez. No le tiene miedo al virus, le tiene miedo al hambre. 

Antes siempre te daban algo en las salidas de los restaurantes y eso, ahora ya no se puede. Por eso venimos a los mercados, aquí la gente al salir nos ayuda con algo pero no siempre es igual”, comenta resignado.

Otro de los que integra el pequeño grupo que aguarda en la entrada del local es Victor*. Asegura que tiene 13 años de edad, pero su voz, su tamaño y la inocencia que no se borra de su mirada pese a vivir en las calles, deja entrever que tiene mucho menos. 

Al igual que el resto de sus amigos, tiene el cabello pintado, un cambio de look que lograron gracias a un envase de agua oxigenada que hallaron en el bausero hace unos días. 

Víctor es de Petare, pero vive en las calles desde hace cinco años. Su mamá también deambula por Caracas y su papá está preso. A veces visita a su abuela en la populosa barriada pero desde hace meses no va, dada las situación de confinamiento ya no puede trasladarse en Metro y menos en transporte público. Aunque eso no lo desanima.

Su casa es la calle, por eso cuando decretaron las medidas de cuarentena lo único que decidió cambiar es la hora en la que se va a dormir a una construcción ubicada en Chacaíto. Ahora se resguarda a las 6:00 pm o 7:00 pm para evitar encontronazos con los funcionarios policiales, quienes asegura, los corren frecuentemente de cada esquina y los agreden. 

Muestra los moretones y algunos raspones que le han dejado las largas carreras para evitar ser capturado por los policías. Lo relata como si se tratara de una película de superhéroes, una visión muy alejada de la realidad.

Tampoco tiene mucho conocimiento sobre el coronavirus, pero sí expresa sus anhelos de que pronto termine todo. “Cuando se acabe vamos a encontrar más comida”, dice el pequeño.

Aunque no extraña su antigua casa, asegura que sí la escuela. Le gustaría estudiar pero no cree que se pueda alegando la situación de sus padres. Víctor repite insistentemente que su mamá es indigente y su papá está detenido, como si el presente de quienes lo concibieron fuera una sentencia de lo que está destinado a vivir él. 

Foto: Yazmely Labrador

No le gusta estar en la calle ahora que decretaron el confinamiento, preferiría estar seguro, en una casa con techo real, eso sí, con sus compañeros a quienes considera su única “familia”.

El pequeño grupo de niños no tenía ningún parentesco, pero les tocó conocer juntos la hostilidad y oscuridad de la urbe caraqueña, ahora son tan unidos que se tratan como familia. Todos se protegen y también se cuidan cuando alguno enferma. No tienen ayuda de adultos pero se tienen entre ellos y eso les basta. 

“Los niños son los grandes invisibilizados de la cuarentena”

Situaciones como las de los cinco niños que aguardan por comida en Las Mercedes se repite en varias partes de Caracas y también en el interior del país, ya que no se han adoptado medidas pertinentes para atenderlos desde hace años, mucho menos ahora con el decreto de cuarentena. 

Carlos Trapani, coordinador general de Cecodap, sostiene que el régimen venezolano no ha creado las políticas públicas adecuadas para atender a los menores de edad que permanecen en las calles. Ahora, en este contexto de pandemia, los niños son un sector “doblemente vulnerado” que sufre los daños colaterales del decreto.

Son los más invisibilizados y los doblemente vulnerados. No solo han perdido a su familia, si no que se encuentran en riesgo producto de la cuarentena. Es muy difícil establecer estrategias de protección”, comenta el también abogado a El Diario.

Para Trapani uno de los principales problemas que dificulta la atención de esta población es la ausencia de una data para saber un aproximado de cuántos menores permanecen en las calles. De ser así, lo ideal sería poner a disposición un sistema de protección activo para que sean atendidos, así como mecanismos especiales de salud. 

Foto: Yazmely Labrador

“Hay que entender que los niños de la calle son una población vulnerable, ellos no están ahí porque quieren o les parece chévere. Están ahí porque hay un contexto estructural con el que vieron en la calle un espacio de supervivencia”, asegura.

Ante la falta de respuesta estatal, para el coordinador de Cecodap es importante que la sociedad civil no ignore este problema y se encargue de visibilizar a través de redes sociales la situación de los menores en este proceso de cuarentena. Pide no criminalizarlos.

“Los niños no pueden esperar, ellos necesitan comer hoy, tomar agua hoy, no pueden esperar políticas públicas. En ese sentido funciona cualquier iniciativa de organizaciones con experiencias en esta labores”, acotó.

Para Trapani la prevención y atención de los niños en condición de calle son medidas que deben efectuarse y las considera “fundamentales” para lograr atender a este sector vulnerado.

El virus mata. Pero el maltrato, el abuso y la negligencia es un virus que se agrava y mata al igual que la pandemia”nn Carlos Trapani, coordinador General de Cecodap.

Sin protección y cuidándose unos a otros siguen los niños que deambulan por las calles. Su presencia es un recuerdo perenne del fracaso en políticas públicas del régimen de Nicolás Maduro, un recordatorio de que la crisis ha vuelto vulnerables a muchos sectores y en lugar de brindar atención, las autoridades los han dejado en el olvido, invisibilizados y sin oportunidad de hacer valer sus derechos.

En Las Mercedes aquel grupo que esperaba por alimentos en las afueras del supermercado pudo comer ese día, pero no saben si mañana tengan la misma suerte. No se preocupan demasiado por lo que viene, retoman su juego y comienzan a tirarse entre ellos unas semillas que arrancaron de una mata. Vuelven los risas en medio de tanto silencio.

Foto: Yazmely Labrador

No tienen mayor información de qué es el Covid-19 ni lo que genera, pero esperan que pronto pase, aunque de cierta forma, les parece irrisorio que la gente tenga miedo a morir por el virus. “¿Miedo? Miedo es estar aquí con el cielo como techo”, exclama uno de ellos. 

No están alejados de la realidad. Del peligro y la hostilidad de las calles no los puede salvar ninguna vacuna. No tienen opciones para protegerse, siguen en la calle desafiando la delincuencia y sin saberlo, ahora también al virus. 

Foto: Yazmely Labrador

*Los nombres fueron modificados para proteger la identidad de los menores de edad.

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