• La Fundación Soto organizó una serie de conciertos que se realizarán en el Teatro Teresa Carreño, el Cubo Negro y el Centro Cultural BOD. En todos se podrá apreciar de las obras del maestro del cinetismo, en armonía con la música, que fue su otra gran pasión

Aunque Jesús Soto (1923-2005) es conocido por ser uno de los grandes maestros del cinetismo venezolano, también fue un músico apasionado. Su guitarra lo acompañó en innumerables reuniones y eventos, o en la privacidad de su taller. Incluso durante sus primeros años en París, Francia, le sirvió como medio de sustento antes de despegar en su carrera como artista. 

Por eso no es descabellado que la música sea una forma más de celebrar el centenario de su nacimiento. Y precisamente la Fundación Soto preparó el ciclo Jesús Soto. Una celebración musical, una serie de recitales con diferentes artistas, que se realizarán en espacios de Caracas en los que el artista dejó un legado cultural importante.

Ezequiel Vásquez, coordinador de la fundación, explicó en entrevista para El Diario que estas actividades tuvieron una antesala el 5 de junio, con un homenaje realizado por el Ensamble Gurrufío en la Esfera Caracas (comúnmente llamada Esfera de Soto), en la autopista Francisco Fajardo. Igualmente, el 21 de junio se realizará un concierto con el Ensamble de Metales de Venezuela en la terraza de la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño. Justo debajo de los Cubos virtuales blancos sobre proyección amarilla.

El conjunto interpretará piezas de compositores como Luis Castro, Paul Dukas, Zequinha de Abreu, George Gershwin y Pedro Elías Gutiérrez. En paralelo, se realizará el performance Vibraciones, de Claudia Capriles, con la bailarina Marilú García y el músico Miguel Moya. Este evento en específico fue organizado junto a la Embajada de Francia y la Alianza Francesa, como parte de la Fiesta de la Música que se celebra cada 21 de junio en ese país. 

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Todo público

Vásquez aclaró que si bien el concierto en el Teresa Carreño tiene un carácter privado, servirá como acto de inauguración del ciclo de eventos que sí serán abiertos al público. El primero será el 29 de junio en el Cubo Negro, en Chuao. Bajo el Volumen virtual suspendido (1979) se presentará la orquesta Big Band Jazz, a las 5:00 pm. 

Posteriormente, el 9 de julio, el Ensamble Gurrufío dará otro concierto, esta vez en el Centro Cultural BOD, en La Castellana. Aunque allí no hay obras de Soto como parte de su arquitectura, sí se inaugurará el 28 de junio la muestra Inmateriales, con 18 obras del artista pertenecientes a colecciones privadas.

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Vásquez indicó que también están en conversaciones para continuar el ciclo con conciertos en otros espacios. Uno de los que más le interesa es el Centro de Acción Social Amigos de la Música, en Quebrada Honda, y donde se encuentra su la obra Gran Virtual Amarillo de Soto. 

Soto siempre tuvo la claridad de acercar el arte al ciudadano, a la gente. De allí su gran proyecto del Museo de Arte Moderno Jesús Soto, en Ciudad Bolívar. Su visión, su regalo a su tierra de origen. Por eso tuvimos esta idea de acercar a la gente a sus obras monumentales y a su arte, a través de otra manifestación, la música, que al igual que sus obras nos conectan por su vibración y ritmo, además de su genialidad”, expresó.

Soto, el guitarrista

El arte de Jesús Soto se transforma en música a través de un ciclo de conciertos por su centenario
Jesús Soto tocando guitarra. Foto: Cortesía

Jesús Soto siempre estuvo acompañado por la música. Su padre, Luis Rafael García Parra, era violinista de profesión. En Ciudad Bolívar, donde nació y creció, desarrolló su pasión por la guitarra. Aprendió a tocarla a los 12 años de edad, siendo un talento que pulió a la par del dibujo.

Vásquez contó que una de las anécdotas de Soto es que en su juventud, como su familia no tenía dinero para comprarle una guitarra, las fabricaba a partir de latas de sardinas (en ese entonces diferentes a las actuales). Fue en Caracas, cuando ya estudiaba en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas, que tuvo su primera guitarra. Se la regaló un amigo que había conocido en clases: Carlos Cruz-Diez.

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A los 27 años de edad, Soto se mudó a París, donde residió por el resto de su vida. En un principio tuvo que ganarse la vida como músico, lo que le permitió hacer amistades dentro de esa escena en paralelo al movimiento artístico que se cocinaba desde grupos como Los Disidentes, del cual no fue miembro, pero compartían visiones sobre el arte contemporáneo. 

De acuerdo con una nota de la Fundación Musical Simón Bolívar, Soto entabló amistad en París con músicos como Jacques Brel, George Brassens y Paco Ibáñez. También con el guitarrista venezolano Rodrigo Riera, con quien incluso llegó a grabar un disco. En Lara (1992), Riera ejecuta la música y Soto canta temas de Agustín Lara.

“La música fue para él una manera de celebrar entre amigos, reunir amigos, ayudar a los amigos”, comenta Vásquez.

Conjunción artística

El arte de Jesús Soto se transforma en música a través de un ciclo de conciertos por su centenario
Nubes Blancas, en el techo de la Sala Ríos Reyna. Foto: Cortesía El Nacional

El interés de Soto por la música iba más allá de entretener a sus amigos durante sus reuniones. También intentó compaginarlo con su arte, siendo precisamente el sonido como conjunto de vibraciones, algo que deseaba incorporar a su visión del arte como movimiento y tridimensionalidad. 

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En 1967 realizó una serie de colaboraciones con el director y compositor Antonio Estévez, como parte del pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de Montreal. Juntos crearon Cromovibrafonía, una experiencia sensorial en la que las esculturas de Soto se complementaban con una combinación de arreglos orquestales y música electrónica (para entonces algo experimental) creada por Estévez. En 1972 volvieron a colaborar en  Cromovibrafonía Múltiple, ahora como ambientación musical del Museo de Arte Moderno Jesús Soto.

Otro ejemplo vino durante la construcción del Teatro Teresa Carreño, en los años setenta. Los arquitectos Tomás Lugo Marcano, Jesús Sandoval y Dietrich Kunckel le encargaron a Soto la creación de varias obras para el complejo. Soto había estudiado de cerca el trabajo de Alexander Calder, autor de las nubes del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela (UCV), por lo que se apoyó de ese concepto para crear una obra que sirviera también como amplificador del sonido para mejorar la acústica. Así creó en 1982 las obras Pirámides vibrantes, para la sala José Félix Ribas; y Nubes blancas, para la Ríos Reyna.

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