• Desde hace 10 años, la profesora Astrid Pérez Bastidas le ha enseñado a sus alumnos no solo a producir sus propias historias, sino también lo más complicado: promocionarlas y conseguir patrocinantes. Este año, los jóvenes estrenaron tres cortometrajes como trabajo final de grado, en los que demostraron los conocimientos aprendidos

Mientras los tonos cálidos del atardecer abren paso al frío de la noche, el Centro Cultural Chacao (estado Miranda) se preparó para una alfombra roja. Jóvenes universitarios desfilaron en trajes y vestidos, acompañados por familiares, amigos e invitados especiales. Un entusiasmo nervioso se apoderó del ambiente en la medida que la sala del teatro se fue llenando. En la gran pantalla instalada sobre el escenario, pronto verán el fruto de varios meses de trabajo intenso.

El 25 de enero, estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) celebraron en ese lugar, a vísperas del Día Nacional del Cine, el evento Cada corto con su tema. Allí se proyectaron tres cortometrajes realizados como trabajo final para la materia de Realización Cinematográfica, del último semestre de la concentración Audiovisual. Tuvieron que desarrollar, como si fueran ya profesionales en el área, todo su proyecto desde cero: desde vender la idea del guion a un jurado, hasta buscar dinero y patrocinantes, castear actores y alquilar equipos para la filmación. Todo para ver materializadas sus aspiraciones como creadores audiovisuales. 

Esta iniciativa fue desarrollada por la profesora de la materia, Astrid Pérez Bastidas, quien desde hace más de 10 años se dedica a la docencia en esa casa de estudios, donde adoptó como filosofía enseñar a sus estudiantes a través de la práctica. 

“Me siento muy orgullosa del trabajo realizado. Se trató de un esfuerzo sostenido desde junio de 2023, momento en el cual se empezaron a escribir las historias, se gestaron en el papel, hasta que finalmente se estrenaron al público. Este evento se trata de un primer paso hacia la distribución de esas piezas, y aunque los compromisos académicos terminaron técnicamente, yo estaré feliz de seguir acompañándolos en el camino que les resta”, expresó en entrevista para El Diario.

Mostrar la realidad

Estudiantes de la UCAB viven la experiencia de hacer cine como profesionales
En el podio, la profesora Astrid Pérez Bastidas. Foto: cortesía

El camino hacia aquel estreno comenzó semestres atrás, con la materia de Producción Cinematográfica, también dictada por Pérez Bastidas. Como entrega final, se conformaron siete grupos, donde cada uno debía desarrollar un guión, aunque esa fue apenas la primera parte del trabajo. Luego, cada grupo debió comparecer ante un jurado para realizar un pitch de ventas. Es decir, debieron presentar su idea con un discurso y persuadir a los jueces sobre su viabilidad y atractivo. Tal como se suele hacer en muchas productoras e instituciones para escoger los proyectos audiovisuales a ejecutar, o al momento de convencer a patrocinadores de financiarlos.

De los siete guiones, se escogieron tres. Dos por parte del jurado, conformado por críticos de cine, escritores y directores ajenos a la universidad, y otro por votación de los propios estudiantes. Las ideas seleccionadas pasaron luego, redistribuidos los grupos, a ser los proyectos a desarrollar durante la materia de Realización Cinematográfica, donde ahora el reto sería convertirlos en realidad.

Destacó además que este tipo de actividades no solo los preparan para sobrevivir al medio audiovisual, operando incluso bajo las limitaciones de los tiempos académicos, sino que les ayuda a desarrollar un mayor compromiso con el arte y las historias que, como jóvenes, desean contar desde sus propias inquietudes creativas.

“Qué importante que a unos muchachos que no sobrepasan los 25 años de edad les interese indagar en las características sociales que nos han llevado a la crisis que hoy enfrentamos como país. Ellos pudieran estar contando cualquier historia, y estarían en todo su derecho pues todo es absolutamente válido, pero decidieron contar historias relevantes porque entienden que como cineastas tienen una responsabilidad ciudadana”, destacó.

Bicolor

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Crew del cortometraje Bicolor. Foto: cortesía

El sueño de Verónica Pochet era estudiar Artes Escénicas. Con ese norte ingresó a la UCAB, aunque poco después esa concentración de la carrera cerró por falta de estudiantes. En cambio, se decantó por Guionismo, donde entregó como proyecto final un texto de 105 páginas en el que plasmó su propia experiencia con el vitiligo, una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de pigmentación en partes de la piel. 

Luego de ver algunas clases con Pérez Bastidas e incluso participar en los cortometrajes de estudiantes de cursos anteriores, Pochet decidió que su siguiente concentración sería Audiovisual. Sin embargo, en entrevista para El Diario, confesó que no se sentía preparada para contar una historia tan personal fuera del papel. Dejó pasar dos semestres para retomar su guion, mientras en ese tiempo se unió a varios grupos en redes sociales en los que leyó experiencias de otras personas con vitiligo. 

No tenía muy claro cómo quería que fuese la historia, todavía estaba muy vívida y el colocar palabras y personajes ficticios se me hacía muy complicado porque me veía reflejada en todo. Después de ese break, que tuve como mi proceso de crecimiento personal y aceptación, fue que sentí que estaba preparada para mostrar y adaptar todo”, dijo.

Así, junto a Angélica Becerra, llevó el manuscrito original a un guion de 15 páginas y lo presentó como su propuesta para Producción Cinematográfica. Mencionó además a su productora, Gabriela González, y la directora de fotografía, María Fernanda Pacheco, quienes la animaron a adaptar el texto. El 1° de junio de 2023, Pochet realizó el pitch de su cortometraje Bicolor. Relató que no tuvo problemas en vender su idea, en parte porque ya había hecho algo parecido, y también porque usó sus cualidades como actriz para conectar con la emotividad de su mensaje. Incluso aprovechó el propio escenario y la luz del auditorio para hacerlo.

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Foto: cortesía Gabriela Vielma

Efectivamente, Bicolor fue uno de los tres proyectos seleccionados. Pochet asumió la batuta de dirigir, aunque pronto se dio cuenta de que hacer una película era mucho más que desplegar a los actores frente a la cámara. Necesitaban 5.000 dólares para producir el cortometraje, que inició su rodaje a finales de noviembre. El equipo consiguió el apoyo de la productora Los 3 Micos, que suministró todo el equipo técnico, además de asesorarlos en temas de iluminación con un descuento estudiantil. Igualmente, la cantante Dani Vásquez grabó para ellos una canción original de forma totalmente gratuita.

Las grabaciones comenzaron el 27 de noviembre y duraron tres días. Fueron jornadas extenuantes, en las que la guionista se dio cuenta que muchas de las ideas que había plasmado en el guion debían reescribirse para ajustarse a las limitaciones del set.  “Siempre buscábamos como una manera más sencilla de llevar a cabo lo que queríamos, que se viera bien, y ahí es donde uno dice que lo que tenía pensado en la cabeza ya es otra cosa en la realidad”, acotó.

Aunque la directora contó que el primer día todo salió bien, al segundo debieron hacer horas extras hasta la noche para grabar una escena clave. Junto a su productora, Gabriela González, debieron convencer a todo el equipo y actores de quedarse y, en menos de 40 minutos, filmar el momento climax de la historia. Agregó que la postproducción también fue complicada, pues el primer editor que contrataron no logró conectar del todo con su visión, y después de tres cortes sin llegar a un acuerdo, decidieron cambiar por otro, amigo de González, quien en una semana presentó una versión más cercana al producto final. 

La puerta secreta

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Katherine Mijares (centro) y Carlos Orellana (derecha), directores de La puerta secreta. Foto: cortesía

Katherine Mijares y Carlos Orellana formaron un dúo bastante particular. Ella venía de la concentración de Guionismo y él de Mercadeo, pero a ambos les apasionaba narrar historias, por lo que decidieron hacer equipo. Así, al momento de cursar Producción Cinematográfica, Orellana presentó una idea a la que Mijares le dio forma para convertirla en un guion.

“Fue muy interesante. Comenzó como un experimento que se nos había ocurrido para retratar el proceso creativo de los escritores a través de un cortometraje, y eso terminó cambiando a través de varias versiones en las que fuimos dándonos cuenta de que realmente con este guion teníamos una oportunidad para contar una historia quizás más profunda y con más dimensiones de las que habíamos evaluado originalmente”, explicó Orellana en entrevista para El Diario.

El estudiante fue el encargado de presentar el pitch al jurado. Confesó que fue para él un proceso bastante laborioso, pues debía en menos de tres minutos, condensar todas sus ideas de forma elocuente. Durante los días previos al evento escribió un par de borradores de su discurso, los cuales consultó con la profesora Bastidas. Le pidió que fuera sincera en su opinión, y tras escuchar sus sugerencias y hacerle varios cambios a su presentación, logró su propósito de convencer a los jueces.

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Estudiantes de la UCAB viven la experiencia de hacer cine como profesionales
Crew de La puerta secreta. Foto: cortesía

El guion de Mijares y Orellana, La puerta secreta, fue el otro cortometraje seleccionado. Los guionistas y directores ya habían conocido amigos con experiencia en el medio audiovisual, y hasta participado en sus proyectos. Sin embargo, a pesar de tener ciertas nociones de lo que todo implicaba, relató que fue difícil desprenderse de esa idea, a la que consideraban “como un hijo”, para delegar tareas y confiar en su equipo. También sumó las arduas negociaciones con las empresas, que los subestimaban por ser estudiantes, para lograr acuerdos justos de patrocinio.

“Es una cadena de esfuerzos humanos súper larga y para nada fácil, pero yo creo que nada te prepara para lo empírico. Nosotros entendíamos cómo funcionaba todo en papel, o teníamos una idea, pero nada nos iba a preparar de verdad a cómo era el proceso de rodaje en facto. Es un proyecto colaborativo, conjunto”, indicó.

Al momento de rodar, su primer reto fue conseguir un espacio grande, pues gran parte de la historia transcurre en un canal de televisión. Contactaron sin éxito a varias televisoras, hasta que tuvieron que improvisar con un estudio privado que alquilaron, así como parte de las instalaciones del Hotel Pestana. Por su parte, Mijares sumó el desafío de trabajar por primera vez con un elenco lleno de actores profesionales, como Alberto Alifa, Luis Gerónimo Abreu o Claudia La Gatta. Para ello, acotó que contaron con la asesoría del director de casting Guillermo Londoño, quien los guió en el proceso.

“El trato siempre fue muy humano. A pesar de que soy estudiante y esta es mi primera pieza audiovisual grande, también lo que quería contar y transmitir era una historia muy real, por lo que el trato con los actores también fue muy real. Ellos también formaron parte de ese aprendizaje, porque nos ayudaban cuando nos veían en crisis”, relató.

Mao

Estudiantes de la UCAB viven la experiencia de hacer cine como profesionales
Crew del cortometraje Mao. Foto: cortesía

En una oportunidad, Wilmary Valero le comentó a sus amigas que quería hacer un cortometraje que reflejara la diversidad y multiculturalidad de Venezuela. Solo sabía que quería que fuera entre un inmigrante y una persona con discapacidad, por lo que Claudia Parra e Isabel Vallenilla se encargaron de construir todo un guion a partir de esa premisa. Entre varias lluvias de ideas, fueron dándole forma, hasta dar con una historia sobre una hija de migrantes chinos y un chico del espectro autista.

Vallenilla tiene dos años de experiencia trabajando para algunas casas productoras, y venía de la concentración de Guionismo con Parra, con quien ya había escrito otros proyectos en la universidad. Por su parte Valero era de Mercadeo, y no solo aportó ideas para la historia, sino que posteriormente asumió con Vallenilla el rol como directora. 

Mao fue un proyecto que costó desde el primer día. Durante el pitch, empató con otro proyecto en el voto del público, por lo que el jurado tuvo que intervenir, eligiendolas a ellas. “Yo siempre le digo a mi equipo que nosotras ganamos porque la gente pensó que no podríamos hacerlo. Confiaron en nosotros para ver cómo salía todo”, bromeó Parra en entrevista para El Diario.

Valero agregó que otro aspecto clave que favoreció a su proyecto fue a diferencia del resto de propuestas participantes, la suya no solo era una comedia, sino que maneja con humor negro todos los elementos de su premisa sin perder el respeto por las personas invulocradas.

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Wilmary Valero (centro) e Isabel Vallenilla (derecha), directoras de Mao. Foto: cortesía

El equipo de Mao sabía que el tema de su cortometraje era muy delicado, por lo que incluso en las semanas previas a la filmación se asesoró con psicólogos de dos organizaciones especializadas, además de hacer un focus group con jóvenes autistas para hacer una caracterización fiel de esta condición sin caer en estereotipos negativos. “Lo rico del proceso fue que se hicieron varias entrevistas. Entonces eso nutrió muchísimo más la historia y aunque ya se hubiese desarrollado el guión, seguía en proceso de reescritura”, añadió Valero.

Otro aspecto que fortaleció el rodaje fue su casting, que contó con un protagonista del espectro autista (Julio Jiménez), así como una actriz de ascendencia china (Natalia Ochoa). También lograron el apoyo de varias marcas importantes como Pepsi, KFC, Chocolates St.Moritz o Vino Gato Negro, con las cuales negociaron su financiamiento a cambio de recibir publicidad por emplazamiento en el cortometraje. “Mi plan fue buscar marcas que estuvieran relacionadas con el corto y tuviera sentido que aparecieran en la historia”, indicó Parra, quien fungió también como productora ejecutiva.

Por su parte, Vallenilla destacó que una de las complejidades de la filmación estuvo en la locación, que fue en un restaurante de la urbanización Santa Mónica. “Realmente un rodaje es algo súper abrumador. Son muchísimas personas y todas están haciendo algo, y al mismo tiempo. Todo es importantísimo, porque si algo se cae, se cae todo. Estamos eternamente agradecidas con el señor Antonio (dueño del restaurante) por darnos el espacio y la libertad para hacer lo que quisiéramos”, apuntó.

Durante el primer día de rodaje, Parra se enteró de la muerte de un familiar cercano. Recibió la noticia al final de la jornada, mientras le pagaba a los técnicos y aunque por un momento consideró abandonar el proyecto. El apoyo de sus compañeros le permitió reincorporarse rápidamente, después de ir al velorio. “Fue salir a echar una lloradita y luego volver a terminar el día. Al menos Mao me mantuvo distraída y fue ya cuando terminamos de rodar que todo me cayó encima”, evocó. 

Sueños cumplidos

Estudiantes de la UCAB viven la experiencia de hacer cine como profesionales
Foto: cortesía

Tras el estreno de los cortometrajes en el Centro Cultural Chacao, un nuevo universo se abre para todos los jóvenes involucrados. Haber visto el fruto de más de un semestre de trabajo materializado en la pantalla fue una experiencia irreal que muchos aún tratan de asimilar. Pero a su vez, una motivación para seguir avanzando con sus carreras.

Verónica Pochet afirmó que se sintió como en un sueño al ver la proyección de Bicolor. Espera poder realizar funciones especiales para recaudar fondos y poder inscribir su proyecto en festivales. “Efectivamente, me quiero dedicar al mundo audiovisual. Hacer videoclips, videos corporativos, documentales y cine, mucho cine, a la par que sigo estudiando artes y actuación”, declaró.

“Uno no se imagina ver materializado el caos de su cabeza y fue bastante irreal, pero es un trabajo que ha tenido mucho esfuerzo y es satisfactorio verlo”, comentó Katherine Mijares. Por su parte, Carlos Orellana desea aprovechar el impulso de su primera obra para seguir puliéndose en el sector para ganar experiencia y dedicarse a la industria del cine. Ambos coinciden en que su objetivo es presentar La puerta secreta en festivales, e incluso, quizás en un futuro, desarrollar su idea como un largometraje.

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Estudiantes de la UCAB viven la experiencia de hacer cine como profesionales
Foto: cortesía

Del equipo de Mao, Wilmary Valero afirmó que la experiencia de ser directora la marcó en lo personal. Aún no tiene claro qué rol podría desempeñar en un futuro, desea seguir convirtiendo aquellas anécdotas de su cotidianidad en grandes historias. Claudia Parra aseveró que en Venezuela todavía queda mucho trabajo por hacer en la industria audiovisual, por lo que quiere crecer y contribuir al medio como guionista, aunque, entre risas, aclara que deberá darle una segunda oportunidad a la producción. Finalmente, Isabel Vallenilla aseguró que también disfrutó dirigir. “Yo empecé esta carrera porque quería hacer cine y era la manera perfecta de tener una base y luego poder especializarme en audiovisual. Yo quiero hacer cine y quiero hacer cine aquí”, dijo.

Mientras tanto, Astrid Pérez Bastidas se prepara para iniciar en marzo un próximo semestre de Producción Cinematográfica. Allí espera con ansias ver a una nueva camada de jóvenes promesas cuyas ideas, una vez aprueben sus pitches, se convertirán en el transcurso de un año en nuevos cortometrajes para las salas de cine.

Es fascinante porque uno empieza a creer, y esa esperanza que por ahí se han empeñado en quitarnos se le instala a uno en el corazón. La esperanza por un cine local que convoque masas a las salas, por un gremio mucho más fortalecido y con más apertura a los nuevos talentos. La esperanza por una empresa privada cada vez más convencida de invertir en el cine y por una generación que con sus historias se conviertan en artífices de la memoria”, apuntó.
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