• La escritora y antropóloga Claudia Paredes Guinand reflexiona sobre este 2020, llega a una inapelable conclusión: sus días han estado despojados de cualquier sentido de la rutina

La escritora y antropóloga peruano-venezolana Claudia Paredes Guinand nació hace 29 años en Arlington, Virginia, Estados Unidos, y hace pocas semanas presentó vía videoconferencia su tesis doctoral: Política y literatura en el Perú del fujimorismo y la Venezuela del chavismo para la Universitat Pompeu Fabra. 

ClaudiaPG. Blanco y negro
Foto: Cortesía

La tesis, la rutina y Barcelona

Cuando Paredes Guinand reflexiona sobre este 2020, llega a una inapelable conclusión: sus días han estado despojados de cualquier sentido de la rutina. “Ha sido una cuarentena larga”, suspira y, como buena investigadora, opta por la taxonomía y divide en etapas este plazo, como si se tratara del cronograma de un proyecto académico: 

—La primera parte consistió en incertidumbre y no poder organizarme pensando que el siguiente día o la siguiente semana la cuarentena acabaría y volvería a tener una oficina; la segunda parte, intenté armar una rutina con ejercicio y meditación matinal, variar entre la redacción de la tesis y trabajo, y hacer yoga algunas tardes; y la tercera parte consistió en subir de peso, trabajar en las mañanas y tardes tempranas, leer, ver películas por segunda vez e intentar escapar del calor barcelonés los fines de semana.

Antes de mudarse a Perú, Claudia Paredes Guinand vivió los tres primeros años de su niñez en Caracas, a la que considera como “la ciudad de mi tribu”. En Venezuela su familia supera en integrantes a la de Perú, pero esta distribución fue compensada con el cariño de sus abuelos. En Lima creció y nunca olvidará las quejas de su madre venezolana: a diario hacía reportes climáticos del perpetuo gris del cielo, pero con entusiasmo celebraba los contados días de sol al año. Su padre, peruano y trabajador incansable por su país, equilibró estos reclamos con sarcasmo y la contagió de su amor por Perú. A Caracas regresaba durante los veranos del sur, en diciembre, y se reencontraba con El Ávila, el mar Caribe y los atardeceres luminosos que escaseaban en Lima, las hallacas, Navidad y Año Nuevo.

ClaudiaPG. Ejercicios
Paredes Guinand escala El Ávila el 31 de diciembre de 2018. Foto: Cortesía

Su interés por la literatura creció lentamente desde los años de su infancia. Paredes Guinand recuerda cuando su abuela peruana inventaba para ella cuentos de hadas y de niñas perdidas en el bosque. También le viene a la memoria sus lecturas dramatizadas del Cascanueces siguiendo el ritmo de un audiolibro cuyas voces de los actores tenían un sólido acento madrileño. 

Claudia estudió en un colegio en el que predominaban las clases en inglés. Comenzó a leer y a escribir en ese idioma y dejó a un lado el castellano, por el que sentía cierta antipatía. A los 13 años de edad leyó en castellano El último jurado, de John Grisham. Después de leerla, se dijo: “Un momento, el castellano no está tan mal, aunque se trata de una novela traducida”. Irónicamente, esa novela traducida y de un autor estadounidense le abrió el camino hacia un universo de ficciones latinoamericanas escritas por Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Bryce Echenique entre otros autores.

Simultáneamente, Paredes Guinand interpretó no pocos roles en el teatro durante la secundaria. Fue entonces cuando conoció al escritor José Luis Mejía, profesor y director de una de las obras en las que actuó. Mejía la animó a escribir poesía y, con el tiempo, se hicieron amigos. Mejía le confió a Paredes Guinand la corrección de sus novelas juveniles, lo que representó su debut como editora cuando apenas contaba con 15 años de edad.

Después del colegio, Claudia se inscribió en cursos de Escritura Creativa con escritores de la talla de Iván Thays y Alonso Cueto. De la mano de ellos comenzó formalmente a escribir ficción. 

Para ese entonces, los estudios literarios no captaban su interés. 

“Más que estudiar la ficción, me interesaba la ficción. Y escribirla. Pero en algún punto de mi vida me di cuenta que los estudios literarios podían, de hecho, ayudar a escribir mejor ficción, ayudar a entender las distintas estructuras, los diversos mecanismos de las historias, las funciones de la literatura, los detalles y recursos narrativos, las imágenes, las metáforas, y todos estos elementos que hacen que uno luego pueda intentar escribir como actividad conciente, y no solo por inspiración. Entendí, pues, los estudios literarios como un impulso y un apoyo para escribir ficción y para leerla y disfrutarla aún más. Y también para verla, disfrutar esa ficción del cine o el teatro”, confiesa la escritora para El Diario.

Paredes Guinand estudió Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Después de dos años, se trasladó a Barcelona, España, donde terminó la carrera de Antropología Social y Cultural, realizó una maestría de creación literaria, además de otra maestría de Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento, y finalmente empezó a delimitar el corpus y trazar los objetivos generales y específicos de su tesis doctoral.

Hoy, ya radicada en Barcelona desde 2011, Paredes Guinand despliega un catálogo de nostalgias que compite en número con los libros que integran la bibliografía de su tesis: “De Venezuela extraño el ‘runrún’ de mi tribu, cada vez más grande, la sonrisa de mi abuelo, el sonido de los grillos por la noche, los almuerzos de los domingos, la biblioteca de la casa en Los Chorros, el verde que todo lo invade, los mangos caídos, el pie de guayaba, el madrugar, las caminatas por el Parque del Este. De Perú, extraño también a mi familia, los viajes a la sierra, en especial Huaraz y Cusco, las risas de mi hermano, el pescado, las clases de escritura, el teatro”.

Igualmente, cuando Claudia piensa en las semejanzas y diferencias entre ambas naciones, las cercanías y extremos opuestos, prefiere transitar por el campo de las generalizaciones, pues cree que tendría que escribir un libro de varios tomos para precisar cada una de las excepciones. Enumera: “Ambos países, como latinoamericanos, nos entendemos, nos tocamos, nos abrazamos, nos solidarizamos. Ambos países cuentan paisajes atractivos para la industria del turismo, se baila merengue y salsa, tienen mar y montañas y selva. También coinciden en acompañar el almuerzo con agua o jugo y no con cerveza; y también en ambos es visible la diferencia entre ricos y pobres, la violencia, el machismo y homofobia. En cuanto a las diferencias, en Perú el acento de las preguntas termina más agudo, en Venezuela, más grave; en Perú, la gente es más tímida; en Perú, se come pan, y en Venezuela, arepas; en Perú, la cerveza no se toma tan fría; en Venezuela, la gente suele ser más directa; en Perú tocan cajón, en Venezuela cuatro; en Perú se dice ‘papaya, plátano, trapo, grifo’ y en Venezuela ‘lechosa, cambur, paño, bomba de gasolina’, en Venezuela, Simón Bolívar es percibido un héroe libertador, en Perú es más bien percibido, muchas veces, como alguien que opacó (un poco) la imagen de José de San Martín”.

Después de estas enumeraciones, es comprensible que en la tesis doctoral de Paredes Guinand se consolide un corpus que resume su ADN binacional.

La Fiesta del Sol. Una tesis defendida en cuarentena
La antropóloga a la espera de iniciar la defensa de su tesis el 23 de junio de 2020. Foto:Cortesía

La investigación

—¿Cómo surgió Política y Literatura en el Perú del fujimorismo y la Venezuela del chavismo?

—Mi tema de investigación fue algo que empecé a construir con los años. Para uno graduarse de Estudios Generales Letras en la Pontificia Universidad Católica del Perú, tenías que hacer una investigación. A mí me tocó por casualidad o por lo que sea que haya sido, asistir a una clase de Ciencias Políticas… materia que yo detestaba. Las detestaba porque simplemente no las conocía y me sentía en desventaja al momento de analizar fenómenos políticos, pero una vez en esa clase, decidí estudiar la relación entre el chavismo y el implemento de la violencia en Venezuela, y titulé a esa investigación Crimen y no castigo, porque sostengo que la impunidad es uno de los grandes problemas que tuvo o tiene el chavismo. Esto me llevó a continuar mi investigación en la carrera de Antropología y tratar de entender desde las ciencias sociales lo que estaba ocurriendo con el país. Posteriormente, lo intenté entender desde la ficción, desde mis lecturas y escrituras, y fui descubriendo cada vez más el hecho político, los distintos puntos de vista. Cuando cursé la maestría de Literatura, Arte y Pensamiento decidí centrarme en la ficción, donde se pueden describir ciertas características de cierto tipo de gobierno como argumento en mi tesis. 

—¿Y cómo fue ese proceso titánico, de entrevistas, de café aquí y allá con autores y estudiosos de la literatura, esa aventura de la metodología de la investigación. Las pesquisas, los descubrimientos, los sinsabores y las satisfacciones?

—Pese a que no hice un diario de campo, como le llaman en antropología con cada pequeño detalle, sí realicé incontables entrevistas durante el segundo semestre de 2017 y todas están documentadas. Consumí muchas tazas de cafés tanto en Perú como en Venezuela, mientras conversaba sobre populismo y literatura. En Perú fue muy interesante cómo los escritores, profesores, bibliotecarios o libreros me miraban sorprendidos cuando les decía lo que estaba buscando: novelas sobre el fujimorismo. Incluso, aquellos que habían escrito sobre esto, como el caso de Alonso Cueto. En Perú noté más silencio en cuanto al tema Fujimori, pero algo interesante fue que estas entrevistas coincidieron con la excarcelación de Fujimori y noté que todo este proceso del fujimorismo aún no se había terminado. Y fue una oportunidad única estar en medio de este estudio del fujimorismo cuando esto ocurrió. 

La Fiesta del Sol. Una tesis defendida en cuarentena
Paredes Guinand durante su charla en Librería Lugar Común.Foto: Cortesía
La Fiesta del Sol. Una tesis defendida en cuarentena
Paredes Guinand durante su charla en Librería Lugar Común.Foto: Cortesía

Pese a que 2017 fue un año complicado para Venezuela, entre las protestas estudiantiles y la crisis económica, pude llegar al país y realizar no pocas entrevistas. Todas las personas que contacté me escribieron y fueron muy abiertas. El proceso fue todo lo contrario que en Perú, noté mucha pasión y la relevancia que le daban los escritores a la literatura durante el chavismo, el campo literario venezolano, además del interés en mi tesis. Di una charla muy concurrida. También entrevisté a escritores que apoyaban el chavismo. Y allí fue cuando afiné mi acento peruano para que no me juzgaran y que cada uno de ellos me hablara desde la más nítida honestidad.

Paredes Guinand describe como “simplemente maravilloso” el momento en el que recibió aquel correo de Antonio Monegal, su tutor. Este le comunicaba fecha y hora de la defensa de su tesis. Paredes Guinand se encontraba en medio de un Skype familiar y no pudo contener la emoción entre gritos de felicidad. El proceso al que se había entregado arduamente por casi cuatro años ya había concluido y estaba listo para presentarse ante un jurado académico, después de tantas escrituras, revisiones, correcciones y reescrituras. 

La tesis: mesianismo, corrupción y violencia

—En cuanto a las ideologías políticas de los autores peruanos y venezolanos del corpus en cuestión, ¿cómo determinarías sus posturas frente a las realidades que les tocaron vivir y su grado de compromiso?

—Mi investigación propone que la ficción es una herramienta social para narrar y analizar hechos sociopolíticos como el populismo, independientemente de las distintas ideologías por las que se rija. Concretamente trata los casos del fujimorismo en el Perú y el chavismo en Venezuela. Se centra en ocho novelas, cuatro de cada país, que presentan este fenómeno, analizando a fondo Grandes miradas (2003) de Alonso Cueto y Patria o muerte (2015) de Alberto Barrera Tyszka. Primero, analizo estas novelas, evidenciando los contrastes entre realidad y ficción. Luego, establezco similitudes en la manera en que la ficción narra el populismo, ahondando en los recursos literarios que utilizan los autores para retratar a los respectivos gobiernos, enfatizando la presencia del mesianismo, la corrupción y la violencia. Finalmente, exploro las posibilidades del género novelístico como herramienta de denuncia sociopolítica.

En ambos casos, los novelistas tienen una clara postura frente a los gobiernos en cuestión. Mientras en el caso peruano, todos critican al fujimorismo, en el caso venezolano, tres de los que estudio critican al chavismo, pero uno de ellos lo defiende y critica más bien al “imperialismo”. Sin embargo, el grado de compromiso es difícil de medir, y es por eso que en mi tesis me refiero al estudio de Susan Suleiman sobre authoritarion fictions (ficciones autoritarias). Suleiman acuñó el concepto de authoritarian fiction para referirse a las novelas abiertamente ideológicas. En su libro Authoritarian Fictions: The Ideological Novel as a Literary Genre (1983), analiza las roman à these —sinónimo para ella de ficción autoritaria— como novelas que están escritas en un modo realista que se presenta al lector de manera didáctica. Una ficción autoritaria suele intentar validar, con una serie de recursos literarios, una tesis que defiende y aboga por una ideología, una religión, o incluso un régimen político específico. Suleiman asegura que la academia suele menospreciar los roman à thèse y defiende que pueden considerarse novelas “válidas” literariamente —no meros panfletos políticos— con ciertas características que las distinguen de otras novelas realistas. De la misma manera que Suleiman, al investigar cómo estas novelas toman partido o se posicionan frente a ciertos fenómenos, no intento hacer un juicio de valor sobre si los autores son mejores o peores escritores al tener un compromiso social, ni comparo quién puede tener más o menos compromiso. Simplemente señalo que lo tienen y que este posicionamiento puede motivar reflexiones en el lector respecto a la política y la sociedad.

Memes vs Literatura

—En tu tesis señalas que pese a la abundancia de alternativas de entretenimiento en los medios digitales, como series o, incluso, memes —los cuales por cierto han tenido insistente circulación durante estos tiempos—, siempre habrá un público que optará por la literatura. ¿Crees que de igual modo, como ocurre con la novela política, también los lectores optarán por la narrativa para encontrar respuestas que los lleven a entender con mayor claridad lo que es o fue esta época, preferirán la literatura cuando ese humor que promueven los memes cumpla su función fugaz, y optemos por ese otro humor que hallamos en una novela, ese humor que, bien lo apunta David Foster Wallace con respecto a Kafka, de evocaciones inconscientes, arquetípicas, “esas cosas primordiales e infantiles de las que se derivan los mitos?

—Creo que sí; en la tesis no me refiero a que los memes remplazan a las novelas, sino que cada vez hay más formas de contar historias, en especial gracias a los medios digitales. La literatura es un arte que está experimentando un cambio exponencial —los memes y videos en las redes sociales y la vasta oferta de series y reality shows surgen como una alternativa de entretenimiento a los textos de ficción. A pesar de este nuevo escenario, hay todavía lectores que recurren a una ficción que hoy se podría denominar “convencional” o “clásica”, en comparación con los soportes y prácticas digitales imperantes. Pero la literatura aún conserva la capacidad de simbolizar la realidad para expresarla mediante arquetipos y complejos universos simbólicos.

No creo que la novela está desapareciendo; de hecho, creo que la situación actual de pandemia dará para muchos textos de ficción, dado que la ficción, además de señalar ciertos aspectos de las sociedades, puede servir también como herramienta para los propios escritores (de hecho, hay varios estudios académicos sobre este tema) al ayudarlos a expresar aquello que viven, piensan, sienten. Es más, el tema de la pandemia ya ha empezado a rodar por muchos talleres y revistas literarias, enfocándose directamente en analizar, escribir y/o publicar “ficción sobre la pandemia” o “ficción sobre el confinamiento”, como el escritor Jorge Carrión en Barcelona, o la revista literaria Mitos Magazin de la Universidad de Yale.

Fujimorismo, chavismo, coronavirus

—¿Piensas que esa novela representativa, total, de los momentos de las historias sociopolíticas del fujimorismo en el Perú y el chavismo en Venezuela aún no se ha escrito?, ¿o sí, y que en el porvenir se publicarán nuevas ficciones con un grado de lucidez o, incluso, desde otros lentes distintos que el tiempo y la distancia se encargarán de graduar?  

—No pienso que haya una novela representativa y total, sino más bien, varias novelas (muchas más en el caso venezolano que en el peruano) que se refieren a los momentos del fujimorismo y el chavismo desde distintos puntos de vista, con distintas tramas y personajes, pero también poniendo énfasis en distintos aspectos de estos gobiernos. Creo que también se publicarán nuevas ficciones, o por lo menos, lo espero, para que los lectores no olviden aquello que ocurrió, para que el mesianismo, la corrupción y la violencia no se normalicen ni acepten. Los vladivideos de Montesinos, la relación entre Montesinos y Fujimori, y la personalidad histriónica de Chávez dan para muchas historias; pero, al fin y al cabo, son historias con una base parecida —el populismo latinoamericano—. Y sí, no dudo que el tiempo y la distancia traerán nuevos lentes desde donde analizar y escribir sobre estos gobiernos. Si serán más lúcidas o no, no lo sé: lo único que sé es que ya se denota cierto grado de lucidez en aquellos que deciden tomarse el tiempo para escribir sobre lo que ocurre u ocurrió en un país y una época que habitaron, escribir sus opiniones y sus dudas, describir aquello que quizás no describieron con tanta empatía las cifras o los estudios académicos.

—Cómo piensas que se ha manejado la pandemia en Perú, Venezuela e, incluso, Barcelona? ¿Hallamos, como lo apuntas en tu tesis, ese “mesianismo, corrupción y violencia en el contexto actual de la pandemia?

—He oído muchas teorías y opiniones sobre la pandemia. Hace poco que soy “doctora”, pero no médica ni política, y me siento con poca capacidad para dar una opinión sobre qué tan bien o qué tan mal se ha manejado la pandemia en estos países. Sin embargo, los hechos son que, mientras que Barcelona ahora tiene un rebrote de infecciones, Perú y Venezuela están aún en una primera oleada de contagios, enfermos y muertos, a diferencia de otros países como Noruega. A veces, esta pandemia me parece una metáfora de aquello que estudié en mi tesis. La pandemia es ahora el dictador violento que asesina a los más débiles, aquel gobierno que crea cada vez más incertidumbre y miedo. 

Con la falta de claridad de parte de los gobiernos, todo se vuelve cada vez más caótico, las sospechas crecen, la prensa ataca y defiende, no se sabe qué periódicos están comprados, con cuánta verdad hablan nuestros líderes sobre las cifras y medidas, si hay o no corrupción incluso en una situación tan espeluznante como la actual. Lo único que sí me queda claro —y lo sé porque estoy trabajando en un proyecto de educación en la UAB— es que esta pandemia está pronunciando las desigualdades entre ricos y pobres, entre aquellos niños que tienen Internet o no en casa, entre aquellas familias que tienen solo un dispositivo electrónico para compartir entre todos versus aquellas que tienen uno para cada miembro. Aunque suene algo idealista, creo que, además de atacar al coronavirus, esta puede ser una oportunidad para preguntarnos cómo hacer que no solo los niños ricos, sino todos, puedan tener la oportunidad de seguir aprendiendo a distancia, ayudándolos ser los médicos, políticos, escritores y, por supuesto, lectores, del siglo XXI. 

—Apoyándote en los postulados de Rancière, en tu trabajo señalas que la política y la literatura son dos mecanismos para articular la realidad: mientras que la política organiza, la literatura ofrece perspectivas distintas para mostrar esa realidad. ¿Crees que vendrá la novela de la pandemia? ¿Esa novela que también sea herramienta de denuncia? ¿Esa novela que sea literatura y sea, a su vez, política?

—Creo que podrán venir varias novelas de la pandemia que denuncien aquello que está ocurriendo, no solo a nivel de salud física, sino, como mencioné anteriormente, a nivel de educación, pero también de trabajo, de salud mental, de convivencia, a fin y al cabo, a nivel social. Como asegura Rancière, la literatura se encuentra con la dualidad de explicar diferentes versiones de las situaciones sociopolíticas y, al mismo tiempo, buscar una verdad más profunda sobre lo que ocurre con la comunidad que atraviesa estas situaciones. Así, hay una tensión entre la democratic literarity o literariedad democrática para distintos textos, y el objetivo metapolítico, es decir, la intención del autor de buscar la verdad o la interpretación más cercana a ella. 

En cuanto a la novela de pandemia, creo que por un lado, los autores podrán expresar sus opiniones, razonamientos e inclinaciones políticas, incluyendo a la vez sus perspectivas sobre el comportamiento de individuos de distintos sectores socioeconómicos durante la pandemia. Pero creo que algunos buscarán también aquella verdad metapolítica: más allá de criticar a un solo líder y su respuesta a la actual situación, podrán profundizar, a través de las historias, en el funcionamiento de las sociedades antes y durante la pandemia. Y serán quizás estas novelas herramientas que nos ayudarán a prepararnos mejor para este tipo de crisis. Quién sabe —de repente las novelas pueden una vacuna social en contra de la irresponsabilidad, el egocentrismo y las desigualdades; una vacuna que nos recargue de empatía y solidaridad.

Ficción y academia

La fecha de la defensa fue el 23 de junio, cuando se celebra la víspera de Sant Joan, La Fiesta del Sol. Claudia empezó la defensa con muchos nervios. Piensa que por una parte le hubiera gustado hacerla presencial, pero, por otra, comprendió que la modalidad a distancia tenía sus ventajas. 

A medida que avanzaron los minutos, el nerviosismo se deshizo, sobre todo cuando el jurado se mostró complacido y elogió el trabajo que evaluaba.

Una semana después, Claudia regresó a la narrativa.

—Escribes para la academia y escribes para la narrativa. Háblame un poco de cómo asumes ambos procesos creativos. Si se complementan o las consideras dos parcelas completamente distintas.

—No sé en realidad cómo asumo estos dos procesos creativos, porque siento que en la academia me cuesta muchísimo más que en la narrativa. Para mí, no se complementaban. Y, de hecho, no se complementan, en cuanto a que yo no puedo estar escribiendo una tesis doctoral y escribir una serie de relatos o la novela que me gustaría hacer. De igual manera, durante la tesis de maestría, no anduve escribiendo toda la ficción que me gustaría. 

ClaudiaPG. Recital
Recital de cuentos en Pub Limerick, local de Barcelona. Foto: Cortesía

Parte del trabajo narrativo de Paredes Guinand

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Claudia Paredes Guinand concluye:

—Es como si esta parte académica opacara mi parte creativa. Agradezco, eso sí, a Adolfo Bueno, director de cine que me animó a co-escribir con él el guion de una próxima película venezolana, Bou, y no deja ir del todo las historias. Después de haber dejado por un tiempo de escribir por mi cuenta con frecuencia y volver a sentarme una semana después a escribir ficción, se trató de algo hermoso el hecho de volver a conectarme con ese sentimiento que no experimento con los textos académicos. Un sentimiento de liberación. Siento que ha habido un cambio en mi manera de redactar, con una mejor instrumentación del lenguaje, y que esto se debe a todo lo que he tenido que leer para el doctorado, no solo novelas sino también textos académicos. No sé si el verbo sea complementar, pero, en mi caso, la academia es para mí una herramienta que ayuda tanto a la escritura de la ficción y, como sostengo en mi tesis, para entender a la sociedad.   

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