• Gabriela Vegas nunca bajó los brazos, ni siquiera tras pasar varios años alejada del modelaje. Oriunda de La Victoria, estado Aragua, y con un equipo con varios venezolanos, cumplió su sueño en las pasarelas de Buenos Aires

Cuando Gabriela Vegas se despertó en la habitación del hotel, lo primero que hizo fue pararse frente al espejo para contemplar, una vez más, la corona que ganó como primera finalista del Miss Earth Argentina 2022. Tenía puesta en su cabeza esa reliquia por la que suspiró desde pequeña, pero quizá era lo de menos. Frente a sí veía a una chica que logró un objetivo porque rendirse nunca fue una opción, aunque al principio le faltara dinero, alguna prenda, la agenda estuviera apretada o incluso algún familiar la desanimara diciéndole que eso del modelaje no era tan importante.

“Cuando estaba en el escenario, agarrada de las manos de la otra concursante para que anunciaran a la ganadora, tenía ganas de llorar. Había venezolanos en el público que gritaban ‘vamos carajo’, en el momento que tanto soñé. En eso, vino la reina saliente y me coronó”, rememora Vegas, durante una entrevista en la Ciudad de Buenos Aires para El Diario.

Es, desde luego, uno de los momentos más felices de su vida. Pero para llegar hasta él, el destino la hizo dar muchas vueltas y empezar desde cero en más de una ocasión.

Sacrificó todo lo necesario para convertirse en la primera finalista venezolana del Miss Earth Argentina
Gabriela Vegas, primera finalista del Miss Earth Argentina

Oriunda de La Victoria, estado Aragua, Gabriela dio sus primeros pasos como modelo de pasarela cuando tenía seis años de edad. A los 14 quiso incursionar en el ámbito de las mises. Participó en el certamen nacional Reina de Ferias Virgen de Las Mercedes y quedó en el cuadro de honor. Según ella, pudiera pensarse que se está ante una chica que ahora ve los frutos de un camino que comenzó a trazarse hace tiempo —y eso no deja de ser cierto—, pero a veces los planes cambian: para llegar a un punto “B” no solo toca pasar primero por “A” sino estar preparado para idas y vueltas, altos y bajos.

Alejarse del país

En Venezuela nunca cobró por participar en producciones. Muchas agencias, comenta, no pagan honorarios a menores de edad. Y para ella, además, se trataba de un hobby. Su prioridad, en todo momento, fueron sus estudios. De hecho, se graduó como bachiller a los 16 años de edad, y a los 17 se inscribió para cursar la carrera de Odontología en la Universidad José Antonio Páez, en el estado Carabobo.

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A los cambios que afronta cualquier joven cuando inicia su vida universitaria, en su caso se sumó el hecho de mudarse a otra ciudad. Entre una cosa y otra, permaneció un tiempo alejada de las pasarelas. Con todo, le gustaba lo que estudiaba, pero su familia, como muchas otras, vio mermada su economía en 2017 con una Venezuela deteriorada por una crisis política, económica, social y humanitaria. Y al tratarse de una universidad privada, sus padres le pidieron una pequeña pausa mientras enderezaban su situación.

Congelé Odontología. Pasaron seis meses. Cuando volví, me dijeron que el límite eran cuatro meses, y que una vez sobrepasados tenía que reiniciar o pagar un monto elevadísimo para seguir donde estaba”, comentó Gabriela.

Fue un golpe fortísimo. Aun en la actualidad, cuando lo recuerda, le parece injusto que por un lapso que considera breve, se haya visto afectada de esa forma. No tuvo otra opción, sin embargo, que volver a empezar, ya no en esa carrera ni en la José Antonio Páez. Ahora, por un amigo que vivía en La Guaira (estado Vargas), se mudó e inscribió en la Universidad Marítima del Caribe para cursar Ingeniería. Al tratarse de un recinto público, no tendría inconvenientes con la matrícula. Y para redondear, ya con 18 años de edad, para sustentarse consiguió trabajo en un local del Duty Free en el aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía.

De entrada, todo parecía ir para mejor.

Pero tampoco pudo ser: se dio de bruces con la crisis educativa, la pandemia, y a diferencia de Odontología, Ingeniería no le generaba interés.

“En la Páez nunca perdía clase, pero en la Marítima, por ser pública, se perdían clases, había docentes que se retiraron. Mi amigo, que en cinco años debía culminar su carrera, tendría poco más de la mitad cursada tras cuatro años”, lamentó Vargas.

Salir de Venezuela con metas sin cumplir

Vargas siempre fue partidaria de salir de Venezuela con un título universitario debajo del brazo. Tanto cuando cursó Odontología como después Ingeniería, ponía en valor la importancia de estudiar y prepararse para el futuro.

Sacrificó todo lo necesario para convertirse en la primera finalista venezolana del Miss Earth Argentina
Gabriela Vegas, primera finalista del Miss Earth Argentina

A la distancia, ya radicados en Argentina, sus padres y su hermana menor le insistían en que se fuera a vivir con ellos. ¿Cómo dejar, de un día para otro, una vida, proyectos y sueños a medio camino? La pandemia de covid-19, con las restricciones que trajo consigo, no hicieron más que agravar su situación.

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“En el aeropuerto ya escuchaba que algo pasaba y que en Venezuela iba a afectar también. Al principio, cuando suspendieron las clases, hubo gente que pensó que sería breve, pero poco después casi todos los compañeros se habían devuelto a sus estados (pocos eran de Vargas). Así, quedé sin trabajo, sin estudios, sin nada, como si todo hubiera sido en vano”, contó Vegas.

El 25 de diciembre de 2020 arribó a Buenos Aires. En los últimos tres años apenas si había modelado. En enero de 2021, cuando menos actividad económica suele haber en esta región —el verano austral va de diciembre a marzo, por lo que es temporada de vacaciones largas— entró en contacto con Miguel Mercau, un fotógrafo venezolano que buscaba modelos para una sesión de una marca de ropa, inicialmente masculina, que estaba por sacar al mercado sus primeras piezas unisex.

Ganó, recuerda bien, unos 3.000 pesos (13 dólares en ese entonces). Era la primera vez que cobraba honorarios por modelar. “Estaba recién llegada. Eso me abrió las puertas a todo. Al mes siguiente me escribieron de otra tienda de ropa femenina para todas las temporadas”.

No solo las ganancias fueron mayores, sino que en su perfil aumentó el impacto, pues comenzaron a seguirla otros fotógrafos y productores. Ese impulso lo aprovechó para hacer lo propio en Chile, adonde viajó por el hecho de generar ingresos pesos chilenos, de mayor valor en comparación con los argentinos, para ayudar en la economía familiar.

En paralelo, hacía arreglos de cejas y pestañas en domicilios particulares. Pero en varias ocasiones lamentó tropezar con la barrera que le supuso la xenofobia.

Alguna vez me cerraron la puerta cuando escucharon mi acento venezolano. Y en una ocasión, atendí a una señora que luego, con el trabajo ya hecho, no me pagó”, denunció.

Más allá de malos ratos, pudo curtirse en academias de modelaje, pues en cada país, advierte, tienen técnicas y modos que varían con los de Venezuela, por más que se trate de un país referente en la materia.

Del Miss Earth que no pudo ser al que fue

Las ganas de participar en el Miss Earth marcaron un antes y un después para su estancia en Chile. En 2021, consultó por redes sociales para consultar si podía inscribirse. Ya con experiencia y un portafolio en ese país, se sentía en condiciones de al menos tocar la puerta. Le contestaron, sin embargo, que no podría anotarse si no tenía nacionalidad chilena.

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De vuelta en Argentina, para la edición del Miss Earth 2022 probó con el mismo método. La respuesta, esta vez, fue diferente: “Mandé un mail (correo), como por no dejar de intentar. Dije que estaba interesada pero que era extranjera. Me preguntaron si tenía documentos argentinos vigentes y a los dos días confirmaron ‘sí, podés participar’”, reconstruyó.

Sacrificó todo lo necesario para convertirse en la primera finalista venezolana del Miss Earth Argentina
Gabriela Vegas, primera finalista del Miss Earth Argentina

Corría el mes de abril. En julio, siempre que la aceptaran, estaba pautado el certamen. Cuando le respondieron por correo electrónico, le pidieron algunos datos personales. Transcurrida una semana, la citaron para una entrevista. Quién era, por qué estaba allí, cómo había sido su vida hasta entonces.

“Te escribiremos”, le prometieron al final. La frase, según confesó, la tomó sin mucho regocijo, quizá por ese lugar común en el cual, por salir del paso, se le responde eso a alguien que luego quedará a la espera frente a un teléfono que nunca sonará.

Su madre no la alentó y en la sala de espera, por mensajería, le dijo: no creo que tengas chance. “Le dije que ya estaba ahí y no me importaba lo que ella pensara”, recuerda.

La razón, desde luego, estuvo del lado de Gabriela, a quien a los pocos días le confirmaron por WhatsApp que había sido seleccionada.

Ganar en Argentina

Si bien Gabriela generaba ingresos con algunas sesiones como modelo y también con labor de cejas y pestañas, el grueso de su sustento proviene de su trabajo en un restaurante venezolano. Hace equilibrio entre varias actividades para poder vivir sola.

Ellla reconoce que sus padres, en lo afectivo, son sus abuelos que quedaron en Venezuela. Con los padres biológicos su relación es más fría, sin que eso debilite el vínculo con su hermana menor.

Con horarios acotados debía organizarse para asistir a las clases de modelaje y a las de oratoria. También, para las sesiones fotográficas y las de peinado y maquillaje, todas previas al concurso. Y como si eso no fuera suficiente, debía arreglárselas para pagar la inscripción y cubrir otros gastos, como los vestidos, el traje de baño y los zapatos.

El equipo que la preparó fue armándose por partes, como si fuera un rompecabezas. Primero le escribió a Dennis Jaimes, un coach venezolano experto en la preparación de mises. Una de sus respuestas, cuando supo que una venezolana estaba en carrera por el Miss Earth Argentina, fue directa: “Vamos a dar lo mejor, tenemos que dejar al país en alto”.

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Jaimes tenía la particularidad de conocer, de primera mano, cómo se modela tanto en Venezuela como en Argentina.

Poco después se sumó otro venezolano: el conferencista Joel Meza, quien se encargaría de perfeccionar su oratoria y ampliar su léxico, cosas clave, especialmente, a la hora de responder las preguntas del jurado.

Con Meza y Jaimes, Gabriela recibía una clase virtual los miércoles y otra presencial los domingos, a las 8:00 am. “Alguna vez llegaban y me encontraban dormida en las escaleras. Salía de trabajar a las 5:00 am, para estar con ellos desde las 8 hasta las 5:00 pm, y entrar de vuelta al local a las 6:00 pm”.

Al coach y al conferencista, Vargas añoraba complementarlos con otro fotógrafo, también venezolano, llamado Diego Abdelmur. Para su sorpresa, un día lo tenían como invitado desde la organización del certamen para que retratara a las concursantes. Así llegaron también Junior Sánchez, conocido como el maquillador de las mises, y su pareja Roberto Camacho, quien entre otras labores es especialista en peinados.

Cada uno de ellos, juntos aunque de manera independiente, fueron apenas un puñado de los integrantes que de una u otra manera, conformaron un staff de venezolanos —en total fueron ocho, más otros de diferentes nacionalidades— que pusieron algún granito de arena no solo para que Gabriela participara, sino también para que no quedara a medio camino, pues no le era fácil sobrellevar tantas cargas en simultáneo.

Cuando las cosas se complicaban, siempre pensaba que si no arriesgaba no ganaría nada. Cada vez que mi mamá me decía que ella no gastaría un dinero innecesariamente, me acordaba de mis abuelos, que siempre me apoyaron. Y en el staff todos estaban convencidos de que podíamos llevarnos una corona”, recordó.
Gabriela Vegas

Actualmente, tras tantos sobresaltos, por fin puede reír. De tantas anécdotas, de lecciones que le dejó la experiencia. Y emocionarse cuando piensa en esos abuelos con los cuales la distancia, en lo emocional, es prácticamente inexistente por el lazo tan fuerte que los une. Se siente orgullosa de ser venezolana y no olvida su tierra, aunque parte de ese amor ahora también le es recíproco con Argentina, donde pudo retomar la pasión por algo que comenzó cuando era niña y en lo que ahora, presiente, apenas comienza. Su próxima parada, prevista para septiembre, es Paraguay, donde tratará de llevarse un premio internacional en representación de la albiceleste… y cómo no, de la tricolor.

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