• Los entrevistados consultados por El Diario coincidieron en que rechazar la influencia cultural de otros pueblos es contraproducente

Los ciudadanos se están transformando en personas globales. Por supuesto, en ese contexto una de las consecuencias es que los modos de vida, costumbres, e inclusive fiestas emblemáticas que son propias de un país en particular también forman parte de la aldea global y ese proceso se va transformado en un movimiento inevitable. Ningún país puede permanecer aislado de esas influencias. En el caso venezolano, no es nuevo el fenómeno.

Si bien no es posible asegurar que serán aceptadas por todos sus habitantes como propias, sí es cierto que se adoptan por ese mismo interés de la idiosincrasia venezolana de celebrar las cosas, explicó a El Diario el sociólogo y profesor universitario Tulio Ramírez.

Una de las consecuencias de la globalización es la posibilidad de comunicarse en tiempo real, de tener ese acercamiento a los acontecimientos que suceden en el mundo, y del intercambio cultural. Todos estos factores han creado lo que se llama una aldea global. Es decir, la posibilidad de fronteras cerradas a influencias externas es cada vez más remota.

Para Ramírez, Venezuela es un país muy alegre y dado a las festividades. Esa particularidad lo ha abierto a asumir movimientos culturales de otros países como Halloween, el Black Friday o Viernes Negro, el día de Acción de Gracias, entre otros.

Siempre está el peligro de que esas fiestas intenten o desplacen las celebraciones nacionales. Sin embargo, en el caso venezolano no siento que sea así. Esas celebraciones se acumulan con las propias. Quizá no es del agrado de un sector más conservador ver a muchachos disfrazados a propósito de Halloween en Venezuela, pero tampoco es ajeno que es algo que se disfruta mucho. Creo que eso no atenta contra la cultura nacional. Siempre hay capacidad en medio de la tolerancia que caracteriza a los países modernos”, destacó.

Visión cerrada y endógena

El sociólogo Tulio Ramírez calificó como un error tener solo una visión nostálgica de una cultura supuestamente endógena o autóctona propia de algunas posiciones muy nacionalistas que no están alineadas a un mundo cada vez más interconectado y globalizado. 

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Explicó que la educación juega un papel determinante para evitar que esas transposiciones supongan el desplazamiento de la cultura propia. 

Sostuvo que la educación, también globalizada, puede hacer ver al individuo que tiene el derecho de hacer celebraciones de fiestas de origen extranacional y combinarlas perfectamente junto con las tradicionales.

“No es de extrañar que en un país tan conservador como Japón se celebre Halloween. Eso no quiere decir que sus tradiciones milenarias sean desplazadas. Conviven con las propias”, dijo.

Incluso, el sociólogo puso como ejemplo el Carnaval, que si bien se trata de una fiesta que no necesariamente es autóctona, se ha asumido en el país durante muchos años, al punto que nadie la considera una celebración foránea que haya trastocado la cultura venezolana.

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Cortesía

Esto se ve representado en su reinterpretación local a través de los Carnavales de El Callao, en el estado Bolívar, evento turístico y regional declarado en 2016 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Tenemos de cerca el caso cubano. Una sociedad que se mantuvo aislada durante mucho tiempo y sin embargo vemos que esta es muy proclive a celebrar fiestas que son extrañas a su propia idiosincrasia. Es inevitable ese entrecruzamiento de fiestas y de celebración de fiestas entre uno o varios países”, explicó Ramírez.

La incorporación de costumbres

El hecho de que costumbres o culturas propias de otros países hayan sido adoptadas forman parte de un proceso de mundialización. Especialmente, se trataría más de una “americanización de la cultura occidental”, detalló para El Diario el sociólogo y magíster en Filosofía Trino Márquez.

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Explicó que lo que se ha extendido en el planeta no son las costumbres de cualquier país, sino particularmente las norteamericanas.

Considera que la influencia de Estados Unidos como una potencia mundial y económica de cualquier costumbre que se popularice en ese territorio se extienda al resto del planeta o por lo menos en América Latina.

Además, Márquez detalló que el cine, la televisión, el Internet y las redes sociales son plataformas de internacionalización de los valores y las costumbres con un peso importante en las dinámica actual. 

Yo no creo que esto sea negativo. Estos valores, culturas y costumbres se van incorporando en las sociedades y pasan a formar parte progresivamente de la cultura de los pueblos. No se debe ver como un proceso de alienación de extrañamiento en esto que está ocurriendo”, dijo Márquez.

Por su parte, en el mundo antiguo lo que ocurría en Roma era lo que dominaba el mundo conocido. Cuando el imperio chino se extendió por asia eran los tenían la cultura dominante. “Es un fenómeno cultural, sociológico y antropológico muy común y normal”, detalló Márquez.

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En cuanto al proceso de transculturización que se vive en Venezuela y otros países de la región con la incorporación de celebraciones particulares como Halloween, no cree que estas modifiquen de manera negativa la cultura venezolana.

“Particularmente el Halloween, que no me produce simpatía real, entiendo que para los jóvenes y especialmente para los niños sea un motivo de fiesta. En esa tradición se regalan golosinas y por supuesto es algo que disfrutan. Sin embargo, la incorporación de costumbres extranjeras no modifica los valores de la cultura venezolana”.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Aseguró que donde sí ha visto mayor impacto de la incorporación o apropiación cultural ha sido en torno al lenguaje. 

“Hay muchos modismos anglosajones que se han incorporado en nuestra experiencia cotidiana. Incluso, la Real Academia Española se ha visto obligada a incorporarlos. El lenguaje está proclive a ese tipo de desarrollos. No son procesos que permanecen estáticos en el tiempo”, añadió Márquez.

Tradiciones nacionales

De acuerdo con Márquez, lo que sí es necesario tener en cuenta es la responsabilidad de los gobiernos y los ciudadanos de promover los valores y las tradiciones nacionales.

Por ejemplo, el pesebre y la tradición ligada al Niño Jesús, como la Paradura del Niño, es algo muy venezolano interesante y autóctono. De igual forma, no es criticable quienes acá se sienten identificados con Papá Noel como representación de la Navidad, pese a ser elementos extraños a nuestra cultura. En cierto modo, es una forma en cómo las naciones se van incorporando al proceso indetenible de mundialización”.

Advirtió que lo terrible para un país es asumir posturas como las que se imponen en Corea del Norte, donde está prohibido transmitir y difundir música occidental. “Un gobierno no debe reaccionar de forma aldeana, provinciana”.

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Puso en contexto lo ocurrido en la era de Mao Tse-Tung, cuando estaba prohibido tener contacto con las obras de Miguel Ángel, oír la “Novena Sinfonía” de Beethoven o admirar un cuadro de Raffaello Sanzio y Sandro Botticelli.

“La cultura debe hacer una fusión ecléctica con otras ideas. Rechazar, condenar o prohibir la influencia cultural de otros pueblos es absolutamente contraproducente”.

Indicó que no se puede dar la espalda a un mundo donde lo estrictamente nacional tiende a fundirse con lo internacional y a su vez lo local con lo mundial. “Esa es la tendencia, y tiene que ver con el carácter universal que debe tener la cultura”.

En ningún caso considera cerrar las puertas a las costumbres de otros, ya que “todo lo que sea extremismo y chovinismo es impropio con el desarrollo humano”. 

“No tener complejo de inferioridad con lo propio porque en esa medida también vamos a aceptar ese acercamiento con lo distinto”, concluyó.

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