• Celebra la restauración de su mural Módulos cromáticos, y todavía más la reacción de la gente cuando pensó que sería destruido. Protagoniza una exposición virtual y prepara su autobiografía. El artista tiene mucho en la agenda | Foto: Paolo Collarino

En junio, entre las tantas indignaciones en Twitter, hubo una que constató el ímpetu de ciudadanos atentos a los cambios en su ciudad, especialmente aquellos vinculados a esas obras que se convierten en emblema del lugar de vida. 

Bastó un tuit que asomara la posibilidad de que destruían el mural Módulos cromáticos de Juvenal Ravelo, en la avenida Libertador, para que como guardianes a distancia reclamaran a las autoridades del municipio la atrocidad que los angustiaba. 

En las fotos se veía cómo trabajadores con rodillo en mano esparcían el color blanco que arropaba los colores del extenso mural. Pero fue una falsa alarma. Tan solo era el comienzo de las labores de restauración de la obra, que en 2021 cumple dos décadas en una de las vías más transitadas de la capital. 

“Estoy en este momento en la avenida Libertador. Superviso las labores de restauración de mi mural. Ya tenemos las pinturas, los colores. Calculo que entre mes y medio y dos meses estará listo”, dijo entonces por teléfono Juvenal Ravelo, con intenciones de calmar a la gente, a la vez que agradecido la defensa de las personas.

El artista nuevamente ha aparecido en los medios. Recientemente fue inaugurada la exposición virtual Juvenal Ravelo: Geometría cinética en 8 bits, como parte de las actividades por el 80 aniversario del Centro Venezolano Americano, con Humberto Valdivieso como curador.

Nacido en Caripito en 1932, el creador prepara su autobiografía, a la vez que espera retomar los planes para una exposición en París, la ciudad en la que aprendió tanto. 

Juvenal Ravelo: “La libertad no se puede tocar”

—Hace unos meses fue noticia por la restauración del mural…

Sí. La reinaguración fue el 25 de julio, cuando cumplió años Caracas. Forma parte de mi objetivo de arte y participación en la calle, algo que he hecho en varios pueblos de Venezuela, así como en Francia y La Habana. Darle la oportunidad de apreciar el arte a los habitantes de sectores populares, que no pueden asistir a museos ni galerías. Una vez que entran en ese mundo, se genera una alegría formidable. Para ellos es un descubrimiento. La primera vez que lo hice fue en Caripito. Llegué de París y fui al pueblo al que nací, al sector donde me crié. Quise regalarles una experiencia extraordinaria. Fue en 1975. Arturo Uslar Pietri escribió en su libro Fachas, fechas y fichas sobre el arte en la calle. Hay un párrafo que dice: “En un día de inusitado hallazgo, cambiaron el pueblo y el barco de su vida. La vieja calle se convirtió en un arlequín de alegría. Cuando Ravelo se marchó, se dieron cuenta de que les había regalado una fiesta sin término, un pueblo nuevo, o acaso una nueva vida”. Precisamente en mi libro autobiográfico voy a publicar varias cartas que él me envió. A raíz de eso, surgió una comunicación con nosotros. Regresé a París y ahí empezamos a escribirnos mucho. 

—¿Y cuándo saldrá ese libro?

Este mismo año. Ya está escrito. Solo recopilamos las fotografías de mi época autodidacta, los cuadros de esos años, y luego la parte de los estudios, el período neofigurativo antes de ir a París. Me inscribí en la Escuela Práctica de Altos Estudios de La Sorbona, donde vi sociología del arte. Todo para ingresar en esta corriente que es el arte cinético.

—Uno escucha sociología del arte, y entiende su intención de llevar a la calle el arte. ¿Cómo repercuten en esa intención los cambios que vemos en el siglo XXI?

Son muchos los cambios, especialmente en la comunicación con los teléfonos inteligentes. Ahora no dependemos de una carta o una postal. Pero resulta que la injusticia social no evoluciona mucho. Uno ve en los barrios a la misma gente. Pasan las generaciones y son los mismos habitantes, el desarrollo no llega mucho. Cuando voy a intervenir en un barrio, el arte se convierte en utilitario. Conmigo hay un equipo de arquitectos, psicólogos, sociólogos. En las noches le damos talleres. Explicamos qué es el arte, el comportamiento de las personas en la sociedad, sus aspiraciones. Al final, hay un resultado extraordinario. Cuando se culmina la obra, se nota el cambio en la estructura física del barrio, que es también un cambio en la estructura mental de las personas que participan. Se interesan por la palabra cultura, por ir a un concierto, a una conferencia o una exposición. Hay teoría y práctica. Nunca quise que se pareciera a un happening, eso de que el artista va, sin participación de la gente, pinta algo en los muros o fachadas, y se marcha. Queda esa expresión plástica, pero solo como una recreación visual para el que observa, sin incidencia en la gente que habita. 

—20 años del mural. ¿Por qué se ha convertido en una pieza emblemática para la ciudad?

Acá ha existido un fenómeno extraordinario para el arte. Uno piensa que cuando se hacen exposiciones en galerías y museos, siempre asiste la gente, pero generalmente va la cúpula de clase media hacia arriba. En este caso, cuando se puso un fondo alcalino blanco, muchos pensaron que tapaban el mural, que iba a desaparecer. Eso produjo una polémica muy fuerte. Todo eso ocurrió a favor del arte. La gente dejó claro que aprecia el mural. Eso me pareció extraordinario. Dejé sin pintar una parte para que la gente viniera, luego de una convocatoria pública, y diera una pincelada. Y así lo hizo. Vino mucha gente a pintar el domingo 25 de julio en la reinauguración.

—¿Y por qué se ha hecho tan querido por los ciudadanos?

Ese es el mensaje del arte. El bombardeo que hay, especialmente en medios de comunicación, es sobre el sector político, y no cultural. Me di cuenta que lo ocurrido con el mural sacudió a muchos. El mundo político se divide en diversidades radicales. El mundo del arte nos une con la estética y el mensaje espiritual de su contenido. Eso ocurrió con el mural. También ayudaron esos inventos que son los teléfonos inteligentes, que hacen que una información circule por el mundo entero. 

—Ahora que menciona la política, en algún momento pareciera que ese mismo tramo de vía, la avenida Libertador, formó parte de esa diatriba. Por un lado, en Chacao, su mural, y en la otra parte, en el municipio Libertador, la obra de Mateo Manaure

Sí, un artista muy importante de la generación de Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez. Además, paisano del estado Monagas. Su obra maravillosa también está en la Ciudad Universitaria, cuando Carlos Raúl Villanuecva integró el arte y la arquitectura.

—¿Pero sintió que los involucraron en una diatriba política?

No, con él no tuvieron que ver. No fueron enfrentamientos políticos. Solo hubo acusaciones a las autoridades porque pensaron que estaban tapando el mural, decían que era un hecho perpetrado por ignorantes al supuestamente tapar una obra de arte. Pero lo maravilloso fue que esa misma gente, cuando se dio cuenta que era una restauración, escribió mensajes para celebrar lo que estaba pasando. Es decir, las personas rectificaron las acusaciones del principio. Es maravilloso porque es la toma de conciencia. Y eso es lo que se busca, reconciliación.

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Sobre el cinetismo

—¿Por qué el cinetismo se convirtió en un movimiento tan importante en artistas de su generación en el país?

Todo invento debe tener su propia autonomía. Si se parece a otro del pasado, no trasciende. La virtud que tuvo a sus inicios es que es una obra estrictamente original. Causó una revolución porque le dio movimiento a las obras. Como tuvo esa característica, con un aporte nuevo en la sociedad universal, corrió por el mundo como una idea novedosa, que no se parecía a períodos que surgieron después de la prehistoria, pasando por el Renacimiento hasta llegar a los impresionistas, los cubistas. El arte abstracto tuvo su gran auge, pero no introdujo el movimiento, como el arte cinético.

—Recuerdo haber leído a alguien que dijo que las nuevas generaciones de artistas plásticos venezolanos no han podido superar a los representantes del cinetismo, pero no recuerdo quién escribió eso. ¿Qué opina al respecto?

Hay gente que hace trabajos importantes. Artistas que en su lenguaje han ido muy lejos, con una genialidad que los convierte en grandes autores. Está el caso de Jacobo Borges con la pintura neofigurativa, una forma de ver la pintura como no se vio mucho antes.

—¿Y ha tenido la oportunidad de seguirle la pista a algún joven artista?

¡Cómo no! Nosotros hicimos una exposición con el embajador de Francia Romain Nadal. Fue en su residencia. Un homenaje a Francia porque ha recibido a pintores desde el siglo XIX como Arturo Michelena, Cristobal Rojas, Tito Salas, Emilio Boggio, Martín Tovar y Tovar y muchos más. Se hizo una exposición de arte cinético a la que invitamos a muchos jóvenes que están pintando muy bien. Me he propuesto darle mi apoyo a esos artistas jóvenes. 

—¿Puede mencionar a algún artista al que se le deba seguir la pista?

Hay jóvenes inspirados por el cinetismo. Están Alberto José Sánchez, Tatiana Mantilla, Dagor. Han hecho varias obras en la calle. Alberto hizo un mural en Las Mercedes, en las paredes que están antes de llegar al hotel Tamanaco. Se inauguró hace poco. Estuve en el acto. Dagor ha realizado murales en el este de Caracas, muy buenos todos. Hay varios jóvenes que se están expresando de una manera muy buena, con mucho futuro. 

Juvenal Ravelo: “La libertad no se puede tocar”

—¿Cuál ha sido la mayo gratificación de haber tomado el camino del arte?

¡Cónchale chico! Obras como este mural de la avenida Libertador. En París fue una gran satisfacción. El 1970 el Museo de Arte Moderno compró una obra mía. Allá también gané un premio. Los grandes maestros anteriores a mí ganaron premios, entre ellos Jesús Soto o Carlos Cruz-Diez. En París me he sentido feliz. Las cosas han marchado bien. La primera vez que participé en una bienal internacional fue en el pabellón de Francia. Después estuve en el de Venezuela. Hay dicha al ser invitado a un lugar donde hay tantos pintores, donde se realizan tantas exposiciones con artistas del mundo entero. 

—Se dice que la dinámica de las redes sociales ha hecho que ahora todo sea más inmediato, un proceso en el que se ve comprometida la apreciación, un afán por captar la atención lo más rápido posible. Todo eso de pasar de un contenido a otro sin mayor escrúpulo. ¿Eso puede afectar el lenguaje del arte?

No creo. Es una ayuda a la divulgación. Solo hay que tener cuidado de no desesperarse por conseguir la gloria sin tener los frutos maduros. Ese cuidado debe permanecer. Para los pintores del siglo XIX no era necesario estudiar mucho. El don que tenían y los estudios en una escuela de bellas artes daban una posibilidad de expresión. ¿Qué ocurrió después hasta la mitad del siglo XX? Pues dependíamos de telegramas y cartas. Desde París enviábamos proyectos, un proceso que podía durar ocho días en la entrega de la carta. De regreso, lo mismo. El mundo estaba como detenido. Había que tener una formación para recibir la evolución de lo que surgía. Hoy un artista no puede ser analfabeto. Si lo invitan a un medio de comunicación, debe saber expresarse. Si no lo sabe hacer, se conformará con pintar el cuadro. Pero más allá, no tiene participación en la sociedad.

—¿Qué más planea luego de la publicación de la autobiografía?

Bueno, trabajo muy fuerte. Tenemos pactada una exposición en París, en la fabulosa Opera Gallery, que tiene varias sedes  regadas en el mundo. Hubo conversaciones, estuve allá antes de la pandemia. Habíamos embalado cinco cuadros, pero cuando estaban listos para enviarlos, comenzó la pandemia. Francia fue muy golpeada. Estamos esperando para poder retomar. En eso estamos en estos momentos. Con mi equipo no hemos parado de trabajar constantemente. En el Centro de Arte Daniel Suárez hago las obras, tenemos máquinas, todo lo que la tecnología ofrece para lograr mayor rapidez y mucha más finura. 

—¿Algún mensaje final antes de concluir esta conversación?

El mensaje es enrumbar nuestra sociedad hacia los niveles culturales. Recordemos a Simón Bolívar, que dijo que un pueblo ignorante es instrumento de su propia destrucción. Si en la actualidad eso no ocurre, andamos mal. La gente es víctima de maniobras. Puede ser conducida al antojo de quienes poseen poder. Hay que saber enfrentarse a eso, estar conscientes de que uno es autónomo y que la libertad no se puede tocar. En una sociedad donde reina la ignorancia, hay víctimas de todo tipo.

—¿Qué recomienda para evitar esa ignorancia?

La educación. Si no existe educación, viviremos en una sociedad que está mal, como una maquinaria con ruedas que funciona a mitad de su potencial. 

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