• Con una fábrica donde elaboran cada uno de los productos que ofrecen al público, Appore se abre espacio con sabores que transportan a la época en la que los niños buscaban helados dentro de los carritos que recorrían las ciudades de Venezuela

Hay placeres que quedan en la memoria, sabores y olores que trasladan enseguida a personas, momentos y lugares que cuando se era niño, quizá no se sabía, quedarían grabados de por vida. Es lo que buscan evocar en la heladería Appore, cuando sus clientes venezolanos prueban el bati bati, crema real o mantecado. A los argentinos,  sin ese background, se les invita a viajar a otras latitudes mediante gustos tropicales, como la guayaba, la guanábana o el tamarindo.

De entrada, incursionar en la industria de los helados podría parecer arriesgado. Acostumbrados a comer dulce en distintos momentos del día, como en el desayuno, la merienda y el postre, en Argentina el helado no es un plato cualquiera, sino uno de los más buscados para compartir, bien sea durante un paseo por el parque, en casa con la familia o amigos.

Mientras en ciudades de Venezuela es común hallar panaderías en cada cuadra, en la Ciudad de Buenos Aires ocurre algo similar con las heladerías, a tal punto, que cada barrio (sector) de la ciudad tiene varias que suelen ser visitadas por los vecinos que hace años viven allí, y alguna que otra que con el paso del tiempo se haya hecho de un nombre, puede llegar a ser el motivo para viajar hasta ahí.

Con tradiciones tan arraigadas en la población local, la idea, desde un principio, ha sido buscar el equilibrio para satisfacer a ambos públicos, para que hallen en Appore un punto de confluencia argentina y venezolana.

“No hay nada más lindo que ver a un venezolano que prueba nuestros helados y se traslada a su infancia. Y cuando nos dicen que vienen por primera vez, les damos a probar para que elijan el que más les guste”, explicó Gustavo Lara, uno de los cofundadores de Appore, en entrevista para El Diario.

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El proyecto, sin embargo, no busca limitarse únicamente a la comunidad venezolana, por lo cual dan igual valor a ofrecer opciones locales de primer nivel.

“Los sabores genuinos son nuestro factor diferenciador, pero también atendemos a quienes buscan sabores como sambayón, dulce de leche o chocotorta; no intentamos sustituir una costumbre por otra, sino ser otra opción porque estamos aquí también para los argentinos”, subrayó María José Romero, pareja y socia de Lara.

De Táchira y Zulia al laboratorio porteño

Lara (ingeniero industrial, 32 años de edad) y Romero (comunicadora social, 29 años de edad) se conocieron en Venezuela. Son oriundos de San Cristóbal, estado Táchira. De allí también proviene Daniel Quintero (ingeniero industrial, 30 años) y a ellos se sumó Roberto Lehr (Maracaibo, estado Zulia, 32 años).

La heladería venezolana triunfa con el bati bati y otros sabores autóctonos en Buenos Aires
Foto: Cortesía

Entre los cuatro han hecho posible la puesta en marcha de Appore, cuyo local en la zona de Villa del Parque, al oeste de la Ciudad de Buenos Aires, abrió sus puertas en marzo de este año. En Villa Crespo, a su vez, tienen una fábrica, de donde salen todos los productos que ofrecen al público.

Daniel y Gustavo estudiaron con maestros heladeros argentinos, quienes les enseñaron cómo preparar helados con métodos provenientes de Italia, como se acostumbra en la mayoría de las heladerías argentinas, donde lo artesanal predomina.

Juntos, en agosto de 2021, armaron una especie de laboratorio, donde una y otra vez hicieron pruebas para dar con cada uno de sus sabores y lograr, por un lado, que los gustos argentinos pudieran competir de igual a igual con el resto del mercado, y que los genuinos —así aparecen en el menú— se aproximaran lo máximo posible a lo que intentaban replicar originario de Venezuela.

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Pero la cosa no quedó allí, pues al bati bati, crema real y el ron con pasas, agregaron apuestas de la casa como el helado de chicha, Toddy, té frío, pirulín, mantecado —hecho con otro tipo de vainilla, y un color y textura diferentes—.

Servidos “a lo argentino”

u003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003eAppore ofrece sus helados en las mismas presentaciones típicas de Argentina. Se pueden pedir varios sabores servidos en una barquilla (cucurucho)  o un envase (tinita) que va desde un cuarto de kilo hasta un kilo.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003ennu003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003eCon la guayaba, la guanábana y el tamarindo, no solo apuntaron a los venezolanos, sino también a otras comunidades numerosas en la Capital Federal y sus alrededores como la colombiana y peruana, que conocen estas frutas.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003ennu003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003e“Hacemos pruebas, pruebas y más pruebas hasta encontrar ese punto en el que los sabores más se parecen a lo que buscamos. Y luego damos a probar,  preguntamos si ‘sabe o no sabe’ cuando es un sabor venezolano, y así hasta dar en el punto. Con el de chicha, por ejemplo, fueron 13 ensayos”, recordó Lara.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003e

Empezar de a poco, crecer cada vez más

A la fábrica y el local que funcionan de Appore, los acompañan otros proyectos. En paralelo, este grupo de emprendedores atiende Pizza Burger, un local que fusiona ambos alimentos. En la familia de Lara, además, ya habían probado suerte con una agencia de festejos y con la producción de queso mozzarella en Venezuela, por lo que esta no fue su primera vez como emprendedor.

Con Romero, la pareja se hizo cargo durante un par de años de una sucursal de la franquicia de heladerías Allegro en la zona de Monte Castro, donde aprendieron de primera mano y desde adentro cómo funciona la industria heladera en Argentina. En eso estuvieron hasta que vencido el contrato que los unía a esa tienda, apostaron por algo propio, con los riesgos y beneficios que conlleva. Eso sí, se trataba de un objetivo que tenían en mente desde que tomaron la decisión de emigrar.

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Parte del éxito, sumado a los productos de calidad, tiene que ver con dos pilares que para Romero son fundamentales: un modelo de negocios que se adapte a las necesidades, objetivos y el alcance del equipo, e invertir en publicidad.

“Hay que tomar en cuenta los costos para conseguir las habilitaciones y permisos. Y también, según las proyecciones y el crecimiento, considerar las distintas maneras de insertarse en el sistema. Lo mejor es asesorarse con especialistas, buscar un contador, por ejemplo”, explicó Romero.

Con una de las cargas impositivas más altas del mundo según el Banco Mundial, es común que los argentinos que son dueños de negocios o empresas exijan medidas que alivien la presión fiscal. Ese contexto, sin embargo, no impide que emprendedores venezolanos inserten sus marcas y productos en el mercado.

Monotributista, responsable inscripto, ¿qué conviene?

u003cpu003eEn Argentina, una de las modalidades para trabajar se conoce como monotributo (trabajadores independientes). Con categorías que van de la letra “A” a la “K”, a medida que avanza el alfabeto, la persona o empresa tiene mayor margen de facturación, por lo cual también aumenta el total de la cuota que debe pagar mensualmente al fisco.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003ennu003c!u002du002d wp:paragraph u002du002du003enu003cpu003eOtra es la de los “responsables inscriptos”, que deben incluirse en el régimen general y liquidar cada impuesto, como el IVA o Ganancias, de forma individual. Pensado para empresas que manejan montos más grandes, tienen más obligaciones fiscales y son sometidos a auditorías más profundas.u003c/pu003enu003c!u002du002d /wp:paragraph u002du002du003e

Las redes sociales fundamentales

A las redes sociales y la venta por Internet también las consideran fundamentales, sobre todo después de la pandemia de covid-19.

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“El mundo cambió, igual que los hábitos de consumo y el modo de vender. Hay que cuidar y mantener al día los perfiles de redes sociales e invertir en publicidad; nunca hay que verlo como un gasto porque es algo que luego se traduce en nuevos clientes, que te conozcan, vender más”, sostuvo Romero.

Appore, de hecho, ofrece delivery desde su fábrica en Villa Crespo, por lo cual miles de clientes pueden probar sus helados sin tener que desplazarse hasta Villa del Parque, un barrio menos céntrico, aunque de fácil acceso gracias al tren del ramal San Martín, con una estación a tres cuadras de la tienda, que cuenta con mesas para sentarse a comer.  

Sus cofundadores, en medio del reto que supone embarcarse en una aventura de este estilo, animan a otros venezolanos a intentar lo propio, con planificación y esfuerzo.

“No todos necesitan una tienda física o un local gigante. El comienzo, que es lo más difícil, es a su vez lo más importante. Luego, según los objetivos, ver cómo crece el negocio te hace valorar muchísimo cada logro”, redondeó Lara.

En la recámara, tienen planes a corto y mediano plazo, como ampliar su menú y poder ofrecerlos a restaurantes, dentro de la Ciudad y más allá de sus límites.

Ahora, con los helados, este grupo incursiona en un rubro. Otros venezolanos han apostado por la panadería, la barbería o los tatuajes. No faltan, tampoco, los que han tenido éxito en el variopinto mundo de las profesiones. En Buenos Aires, para su suerte, muchos han edificado, de a poco, una comunidad que se ha ganado su espacio dentro de la cultura del esfuerzo y del trabajo, como otras colectividades migrantes que desde finales del siglo XIX llegaron a estas tierras para convertirlas en su nuevo hogar.

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