• Una investigación examinó el impacto de las situaciones adversas que experimentaron las mujeres que, en algunos casos, ocurrieron incluso antes concebir a su bebé. Foto: George Wylesol para The Washington Post

Esta es una traducción hecha por El Diario de la nota A mother’s stress may change the makeup of her child’s microbiome, original de The Washington Post

Cuando se trata de la salud del microbioma, muchas personas se centran en los alimentos que ayudarán a que los billones de bacterias beneficiosas en sus intestinos prosperen. Sin embargo, se sabe mucho menos acerca de cómo otros factores, como el estrés y los traumas, influyen en nuestra salud intestinal.

Un estudio prometedor sugiere que el estrés de una madre puede dejar una marca duradera en las futuras generaciones al afectar la composición del microbioma intestinal de su hijo.

El microbioma intestinal, una comunidad única de microorganismos, incluyendo bacterias, parásitos y virus que coexisten en el tracto intestinal, está adquiriendo más atención por su papel crítico tanto en la salud mental como en la física. El microbioma de cada persona es único, influenciado por lo que comemos, así como por nuestros comportamientos y el entorno.

Los hallazgos, aunque modestos, se suman a un creciente cuerpo de investigación en el incipiente campo de la psiquiatría nutricional y podrían llamar la atención sobre la conexión cerebro-intestino, especialmente después de un trauma o situación difícil. Investigaciones previas han establecido la importancia de los microbios intestinales que pueden influir en una variedad de condiciones, incluyendo la depresión, la ansiedad y las enfermedades cardíacas.

La investigación, publicada el mes pasado en la revista PNAS, se basa en un amplio estudio longitudinal que examinó las experiencias de maltrato en la infancia de las madres y su ansiedad durante el embarazo. Al analizar esos datos, los investigadores encontraron una asociación entre el estrés materno y la composición del microbioma intestinal de sus hijos a los 2 años de edad. También rastrearon el estrés de los niños en la primera infancia y observaron una correlación entre ciertos microbios intestinales relacionados con la inflamación en los niños de 2 años edad y un aumento en sus problemas de salud mental a los 4 años edad.

“Las adversidades tienden a penetrar bajo la piel”, dijo Bridget Callaghan, autora principal del estudio y profesora asistente de psicología en la UCLA. “Y esta es otra manera en que vemos que las adversidades afectan la fisiología de las personas”.

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Una mirada novedosa al trauma intergeneracional

La investigación sobre cómo se transmite el trauma y la adversidad a través de las generaciones no es algo nuevo. Estudios en curso investigan la transmisión intergeneracional del trauma a través de diversos medios, incluyendo la genética, los comportamientos aprendidos e incluso las experiencias colectivas de un grupo.

Uno de los aspectos novedosos del estudio actual, según Callaghan, es que su equipo examinó el impacto de las situaciones difíciles experimentadas por las mujeres que, en algunos casos, ocurrió incluso antes de que su hijo fuera concebido.

Si bien los estudios en roedores han documentado los efectos del estrés materno en el microbioma de la descendencia, “nadie ha examinado cómo las secuelas de la adversidad previa a la concepción podrían transmitirse y afectar al microbioma en los seres humanos”, agregó Callaghan.

Aunque el nuevo estudio plantea preguntas tentadoras sobre los vínculos entre el estrés y el microbioma, no proporciona respuestas definitivas y algunos expertos son escépticos acerca de los hallazgos.

Por ejemplo, los investigadores no determinaron que la transmisión del trauma se produzca directamente desde el microbioma de la madre hasta el del niño. Esa vía es posible, ya que los bebés adquieren sus primeros microbios intestinales al pasar por el canal de parto de la madre y a través de la leche materna, explicó Callaghan. Pero es mucho más probable que la transmisión ocurra a través de otros caminos biológicos o de comportamiento.

“Creo que el escenario más probable es que los impactos de la adversidad en la salud mental y física de las madres y, probablemente, en sus comportamientos como padres estén afectando a la próxima generación”, detalló. “Y ese estrés está afectando el microbioma de la próxima generación”.

Un vistazo a tres “exposiciones” sobre situaciones adversas

La investigación analizó datos recopilados como parte de un estudio de 450 parejas de madres e hijos que viven en Singapur, conocido como Crecer en Singapur con Resultados Saludables (GUSTO, por sus siglas en inglés).

Se recopilaron muestras de heces de los niños a los 2 años de edad y se analizaron para determinar la composición del microbioma del niño. Callaghan y sus colegas se centraron en tres momentos distintos de “exposición a la adversidad” experimentados tanto por la madre como por el niño, que incluyen:

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-Maltrato a la madre durante su infancia, incluyendo abuso físico, sexual u otro tipo de abuso o negligencia.

-La ansiedad de la madre durante el embarazo.

-La exposición temprana del niño a eventos estresantes de la vida, como el divorcio o la muerte de un abuelo.

Como parte del estudio, los investigadores también accedieron a información sobre el bienestar social y emocional de los niños a los 2 y 4 años de edad, haciendo un seguimiento de eventos como problemas de sueño, dificultades sociales, ansiedad, depresión y comportamiento agresivo o antisocial.

Los investigadores reportaron haber encontrado “diferencias distintas en los perfiles del microbioma intestinal relacionadas con cada exposición a la adversidad”. En otras palabras, los hijos de madres que habían sido maltratadas o descuidadas tenían un patrón similar de microbios. Los niños que experimentaron ansiedad en el útero tenían una firma microbiana diferente, al igual que los microbiomas de los niños que habían vivido eventos estresantes.

Cómo el estrés puede “cambiar el equilibrio” de los microbios intestinales

Christopher Lowry, profesor en la Universidad de Colorado en Boulder, quien estudia cómo el estrés afecta al microbioma intestinal y la salud en general, dijo que la nueva investigación “rompe barreras en varios aspectos importantes”, incluyendo el agregado a nuestra comprensión del efecto de la adversidad transgeneracional, prenatal y temprano postnatal en el microbioma intestinal de un niño. El estudio también sugiere que ciertos tipos de bacterias están asociados con el desarrollo social y emocional de un niño pequeño.

Lowry expresó que el estudio se suma a hallazgos anteriores de investigación que indican que el estrés materno o temprano en la vida puede “cambiar el equilibrio” de los microbios intestinales de aquellos con efectos antiinflamatorios hacia aquellos asociados con la inflamación.

El hallazgo de que las situaciones adversas durante los primeros dos años de vida se asociaba con una disminución en la diversidad del microbioma intestinal del niño es importante, acotó. La alta variedad es una característica crítica de un microbioma intestinal saludable, y el estudio sugiere que “las exposiciones al estrés disminuyen de manera confiable la diversidad del microbioma intestinal a lo largo de la vida”, afirmó.

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Cómo diferentes microbios intestinales afectaron la salud de los niños

Específicamente, el estudio encontró que el microbio Clostridium sensu stricto, un productor ineficiente de un importante compuesto antiinflamatorio llamado butirato, era más abundante entre los niños cuyas madres habían tenido más adversidades previas a la concepción. Y un productor de butirato más eficiente, Ruminococcus, era menos abundante entre estos niños.

El estrés prenatal en la madre y los eventos estresantes en la vida temprana del niño se asociaron con niveles elevados de los microbios Finegoldia y Streptococcus, que se han relacionado con la inflamación, y con una disminución en la abundancia de los microbios asociados con la antiinflamación Parabacteroides e Intestinibacter, según informan los investigadores.

Cuando los investigadores examinaron el comportamiento y el bienestar emocional de los niños, encontraron que niveles más bajos de Intestinibacter a los 2 años de edad se asociaron con más ansiedad y depresión a los 4 años de edad; menos Coprobacillus, Lachnospiraceae UCG-008 y Faecalibacterium a los 2 años de edad se asociaron con más problemas de sueño a los 4. Y más Veillonella y Blautia a los 2 años de edad se asociaron con más problemas de sueño a los 4.

Escepticismo sobre los hallazgos

Curtis Huttenhower, profesor de biología computacional y bioinformática en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, dijo que el estudio aborda “varios temas importantes y prometedores” relacionados con el microbioma, pero que consideraba que la investigación tenía limitaciones por varias razones.

Observó que el estudio no “establece un medio” por el cual una madre transmite los efectos de la adversidad al microbioma de su hijo. También señaló que las madres tienen una influencia relativamente pequeña en el microbioma de un niño y que los bebés adquieren la mayoría de sus microbios de muchas otras fuentes, incluyendo padres, otros miembros de la familia y su entorno general en la primera infancia.

El estudio principalmente investigó “información muy resumida y de alto nivel” del microbioma, detalló a través de un correo electrónico. “La mayoría de los microbios mencionados individualmente en realidad representan grupos muy diversos de múltiples organismos, que no se pueden resumir con precisión en comportamientos simples”, afirmó.

Callaghan estuvo de acuerdo en que debido a que el estudio se basó en datos del microbioma a nivel de género, sus hallazgos sobre la funcionalidad e impacto de bacterias específicas son limitados. Sin embargo, agregó que los microbios mencionados en el estudio desempeñan algún papel en la inflamación o respuesta inmunológica, y estos cambios en el tipo y cantidad de microbios podrían ser una forma en que la adversidad o el trauma afectan el bienestar social, emocional o mental de un niño.

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El estudio, un análisis retrospectivo que mostró solo correlaciones, tiene otras limitaciones. Gran parte de los datos se basó en la memoria de las madres sobre sus propias experiencias y las de sus hijos en la primera infancia, lo que puede ser poco fiable. La investigación solo se centró en las madres y no examinó la influencia que los padres podrían tener en la composición del microbioma de un niño. Todos los participantes eran de origen chino, indio o malasio, lo que podría hacer que los hallazgos sean menos aplicables a otros grupos, ya que diferentes culturas tienen dietas y formas únicas de lidiar con el estrés que moldean el microbioma.

Jotham Suez, profesor asistente en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, quien estudia el microbioma y su papel en la salud y la enfermedad humanas, dijo que los resultados del estudio, aunque “interesantes”, deben ser interpretados con “precaución”. Agregó que las correlaciones y el tamaño del efecto son débiles.

“El microbioma alterado puede afectar el bienestar y la salud mental del niño, pero no hay datos que respalden eso en este artículo”, comentó Suez en un correo electrónico.

Aun así, no hay disputa de que un microbioma intestinal saludable puede llevar a una mejor salud en general. En ese sentido, Callaghan dijo que los hallazgos del estudio podrían ayudar a dirigir a los proveedores de atención médica y defensores de la salud pública hacia intervenciones más específicas para el microbioma, como la nutrición, los probióticos y los prebióticos.

“Hay cosas que podemos implementar a nivel societal, como el acceso a alimentos densos en nutrientes que sabemos que impactarían positivamente el microbioma”, detalló Callaghan. “Si esos tipos de cambios también pudieran abordar algunos de los impactos de la adversidad a lo largo de las generaciones, eso sería realmente poderoso”.

Traducido por José Silva

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