- Desde 2017 irrumpe el espacio público de la capital venezolana y con material reciclado suspende sus obras en las vallas publicitarias abandonadas. De sus más recientes creaciones destaca la figura del doctor José Gregorio Hernández, creada exclusivamente con blísteres de medicinas
Aunque al menos desde hace dos décadas se inició en el mundo de las artes, no fue sino desde 2017 que Susan Applewhite irrumpió en una galería, pero a cielo abierto. Desde entonces no se ha detenido. Las vallas publicitarias abandonadas de Caracas han sido adoptadas por ella como su lienzo. Aquel recuadro a gran escala, vacío, es donde la artista caraqueña se expresa con materiales reciclados.

Así, los transeúntes de la convulsa capital, en su transitar, pueden ser sorprendidos por alguna imagen del ícono del cine mudo, Charlie Chaplin, o por uno de los máximos representantes del surrealismo, Salvador Dalí. También podrían toparse con algunas imágenes referidas a personajes de la cultura pop o, inclusive, por alguna imagen religiosa como, por ejemplo, la figura del Doctor José Gregorio Hernández que hizo con blísteres de pastillas y que se encuentra en la avenida Urdaneta, justo en frente de la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, donde reposan los restos de quien está próximo a convertirse en el primer beato de Venezuela.

“Estas figuras religiosas nos están incitando un poco a la fe que tanto necesitamos en estos días, cuando vemos que todo se va deteriorando, bien sea por tema país o por tema pandemia. Han sido años difíciles, entonces es como darle un toque de esperanza, tanto a mí como a la gente. En el caso de José Gregorio Hernández siempre me ha llamado mucho la atención. Además que es una figura que ha sido reconocida en el mundo. Lo he hecho y lo he puesto en la calle con radiografías. Es un diálogo que te lleva a la salud, a la medicina, hoy día tan necesaria”, dice la artista, quien explica que su arte se convierte en una suerte de “diario emocional”, del que lleva el registro de 206 piezas.

Sus creaciones integran el movimiento que inició en 2017, en forma de protesta, bajo el nombre de “Vamos a hacerle el amor a la calle”. Con los años ha mutado con la misma ciudad y hoy día se define como un “arte callejero conceptual”.

“Al principio sí era mucha protesta directa: mapas de Venezuela ahorcados, mapas de Venezuela hechos con blísteres de pastillas, unos anzuelos con cajas de CLAP. Era una protesta directa a lo que estábamos viviendo en ese momento. Y bueno, como todo, ha cambiado”, señala la artista quien se define como una mujer “criollísima”, pese a llevar un apellido que heredó de su abuelo estadounidense de quien recibió el amor por la capital del país. “Caracas es hermosa. Es su verde; es el clima”, sentencia.

Para Susan, de 44 años de edad, es fundamental, que cada una de sus creaciones evoque alguna emoción en quien lo aprecie, desde una sonrisa, o un acto de ira por respuesta.
“El arte conceptual también te incomoda y te hace reflexionar. Tal vez hago piezas que a primera vista suelen ser muy sencillas pero hay otras que tienen un concepto más fuerte. Pero es para eso: llamar la atención, distraer”, dice.
El proceso creativo
Con su engrapadora y una cartuchera donde guarda sus tijeras y el nailon con el que monta sus piezas en la ciudad, Applewhite ha llevado su propuesta a los cinco municipios de Caracas: El Hatillo, Baruta, Chacao, Sucre y Libertador. No tiene una fórmula pero sí crea casi a diario. Cuando descubre un espacio vacío lo aprovecha y, a veces, incluso, llega a ellos por algún mensaje que sus seguidores le dejan en su cuenta de Instagram.

Applewhite confiesa que es esta última etapa del montaje lo que más disfruta por la adrenalina que le representa el invadir con su arte un espacio público.
Son entre seis o siete piezas las que diseña en tres días, en promedio. “Un día las corto, al otro día las pinto y tengo que esperar otro día para que se sequen. Ya yo en el taller les pongo unos nailon y ya eso es llegar, montar y amarrar”, explica la artista que cursó estudios de Publicidad en el Instituto Universitario de Nuevas Profesiones y se inició en el mundo de la pintura en 1998, en el Taller de Teresa Azara.

Sus obras duran dependiendo del clima. Se mojan, se cortan, se pandean. “Son obras de la calle y están expuestas a todo”, dice. Además evidencian su interés por lo reciclado. Así, suspendidas bajo el cielo caraqueño, se exhiben con materiales que van desde cartón y pintura hasta artículos de playa.

“Siempre estoy necesitando donaciones, bien sea económicas o de materiales. Yo antes podía comprar materiales como plásticos. Pero para poder mantenerme trabajando en la calle tengo que valerme de los materiales reciclables. Porque además a mí me gusta trabajar con esos materiales para darles una segunda oportunidad. Para darles vida, otra vez. Además, siento que traen consigo una fuerza. Por ejemplo, los blísteres de medicinas y las radiografías hablan por sí solas”, dice la pintora quien se sustenta con las obras y ensamblajes que vende, mientras alterna con su otra pasión: cocinar.

Aunque actualmente, Susan Applewhite confiesa que no tiene una fórmula o estrategia definida para este 2021, sí admite que seguirá incursionando en las entrañas de su ser, y de la ciudad, para dejar sobre el asfalto su visión del mundo, mientras sigue en su afán de “Hacerle el amor a la calle”.
“Es mi manera de hacerle un cariño a la ciudad y a los ciudadanos. Hay gente que me ha escrito que viene caminando azaroso, agobiado y de repente ve una obra y por lo menos 10 segundos se distrae y le saco una sonrisa. Y también, por otro lado, a mí me deja la satisfacción de hacer lo que me gusta”.
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