• La agrupación fundada por Eduardo Gil está próxima a celebrar 50 años de trayectoria. En 2021 fue coorganizadora de la primera edición del Festival de Artes Escénicas Franco-Venezolano, que ofreció un centenar de actividades a lo largo de 17 días. Los miembros de la compañía reflexionan sobre las dificultades para hacer teatro en el país, la búsqueda de la calidad escénica y la experiencia con los talleres formativos para jóvenes

Se trata de ser honesto. De entregarse, ser fiel al cuerpo. Construir desde la disciplina y la investigación para que el espíritu creativo haga de lo individual un evento colectivo de celebración. Son estos elementos fundamentales del trabajo que ha llevado a cabo el Centro de Creación Artística Taller Experimental de Teatro (TET), asegura uno de sus fundadores y directores Guillermo Díaz Yuma.

La compañía de teatro independiente, que se ha destacado por la formación de jóvenes actores, está próxima a cumplir 50 años de trayectoria ininterrumpida. En 2021 logró sacar adelante una programación y fungió como coorganizador del primer Festival de Artes Escénicas Franco-Venezolano, junto con la Embajada de Francia en Venezuela y la Alianza Francesa. El encuentro se realizó en noviembre, durante 17 días, en diversos espacios de la capital y rindió homenaje al director, docente y actor teatral Nicolás Curiel, fallecido en marzo de este año.

Jariana Armas, miembro de la compañía, cuenta que la idea del festival comenzó a gestarse en 2019, primero como un mecanismo para establecer alianzas que les permitieran subsistir. Se convirtió después en la reactivación de circuitos para la presentación de un centenar de actividades académicas, de teatro, danza, música y exposiciones de arte. El balance que realiza la actriz es positivo.

“Las agrupaciones a las que nos acercábamos decían que sí inmediatamente. Había muchas ganas de hacer. Fue interesante como experiencia porque logramos abarcar una gran zona de Caracas que incluye comunidades desde Petare hasta Propatria, La Vega, Antímano. Pero también salas de teatro que tenían años que no se mezclaban ni articulaban en festivales por situaciones políticas y sociales. En este momento todo quedó a un lado y la gente quiso apostar a la realización: tuvimos de aliados salas muy importantes como el Teatro Nacional, el Teatro César Rengifo; espacios tomados un poco por la parte comercial como el Teatro Luisela Díaz que está dentro del Caracas Theater Club; y otras muy activas como las del Trasnocho Cultural, el BOD. La respuesta del público fue bastante positiva”, señala. El plan es presentar una segunda edición del festival en octubre próximo.

Para Díaz Yuma este primer ciclo teatral más que un conjunto de voluntades es un suceso político y social en la capital: “En el fondo hay un mensaje: somos los mismos, habitamos este sitio, lo vemos de diferente manera pero estamos aquí, podemos compartir. Todos tenemos algo interesante que dar y yo quiero que tú lo sepas. Hay un principio sociológico por debajo de toda esa proposición que hace el proyecto”.

Guillermo Díaz Yuma, cofundador y director del TET
Guillermo Díaz Yuma, cofundador y director del TET

Además, los miembros del TET esperan reunirse para elaborar la programación de aniversario, que incluirá montajes producidos y dirigidos por los jóvenes egresados de los talleres formativos: “Hay un imaginario que se hace preguntas sobre lo que está ocurriendo alrededor. Textos relacionados con lo digital que nos ha tocado vivir de una manera más intensa con la pandemia”, completa Armas.

Medio siglo de trabajo creativo

El TET fue fundado por Eduardo Gil, investigador y director teatral, en diciembre de 1972, desde la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela. Venía de trabajar en Francia con una de las alumnas del teórico de origen polaco Jerzy Grotowski. “Gil emprendió este camino para un teatro de carácter mundial en Venezuela, que no existía. Su afán era demostrar que había otra posibilidad, otras maneras de hacer. En el país, el arte escénico que está más afianzado en la psique del venezolano es muy naturalista. Él proponía otro tipo”, recuerda Díaz Yuma.

Los acuerdos iniciales con la UCV se terminaron a los 5 años de creada la compañía, así que sus miembros comenzaron a buscar otras sedes donde trabajar. “Después de eso estuvimos en diferentes espacios: casas, casas completas, casas por la mitad, sótanos, salas de comedor, azoteas, jardines, estacionamientos… todo lo que te puedas imaginar, como sucede con la mayoría de los grupos que hacen teatro en Venezuela. Porque tener un espacio es una cosa muy particular, para no ponerle otro adjetivo. No es lo común, pues. Y el trabajo que hacemos nosotros es de investigación. No hacemos obras de teatro para dentro de 20 días o un mes, mes y medio, siempre son períodos de tres meses a un año, dependiendo de las circunstancias”, agrega. Ha sido fundamental en este trayecto, de acuerdo con el director, una máxima de Jean Piaget acerca de la inteligencia como asimilación y adaptación al entorno. 

A su sede actual, el Teatro Luis Peraza ubicado en Valle Abajo, llegaron en 1989. Desde allí mantienen su programación, a pesar de la falta de apoyo oficial a las compañías. Para Díaz Yuma, en el país no hay política cultural, sino personas con políticas hacia la cultura. “Pero seguimos, ¿y cómo se logra eso? A fuerza de la voluntad de cada una de las personas que están aquí. De querer que algo se logre y lo podamos compartir no solo entre nosotros mismos, sino con lo que necesita el teatro: público. Viene de una forma de hacer que caracteriza nuestro proceso formativo. Entonces esa semillita va creciendo y tenemos un lenguaje muy particular entre todos. Juntos lo podemos hacer. Pero tiene que ser a fondo. Tienes que creer en eso para que contagies a los demás”.

Las etapas más complejas

El director teatral asegura que siempre ha habido situaciones en contra para hacer teatro en el país: “Ahorita es la pandemia, los otros vivieron las guarimbas, los otros el paro petrolero, los otros el golpe, y así. Siempre hay una historia. Que si el dólar bajó. En una ocasión, hacia los años noventa en la época del maestro José Antonio Abreu, teníamos un presupuesto asignado y al año siguiente hubo cuatro reducciones. Estábamos ahorcados porque no sabíamos cómo pagaríamos a los empleados. Fue muy fuerte económicamente. Nos íbamos a meter en problemas legales con nuestros amigos, con los trabajadores. Entonces contábamos no solo con guías de sala, también había jefe de sala, técnico, limpiador, programador, productor, limpiador. Desde hace varios años todo eso lo hacemos nosotros. O sea que no hay mal que por bien no venga, porque las cosas se hacen con más fuerza. Y son prueba de que la gente de teatro es muy fuerte. Otro momento terrible fue quedarnos sin sitio de ensayo. Pero como es normal en Venezuela: lo malo y lo bueno vienen juntos, siempre algún amigo nos ha ayudado. Siempre hay alguien que mete la mano y te salva”.

¿Cómo evalúa estos 30 años en el Teatro Luis Peraza desde lo creativo y lo formativo?

—La dinámica varía, porque las circunstancias obligan: a veces hay dinero, a veces no hay. A veces hay patrocinantes, a veces no. A veces tenemos productores, a veces producimos nosotros mismos. A veces vemos que no hay salida, pero tenemos el espacio. Y nos ayuda mucho la trayectoria que tenemos. Y haber hecho el trabajo con fidelidad y con calidad; eso te da una garantía de que cuando hablas con una persona te va a oír. A pesar de que en Venezuela el teatro no es importante. Es como: estas personas sí son raras. Tienen 49 años en esto, ¿cómo hicieron? Entonces es un misterio que hace que la gente se acerque. Por eso te digo que para mí es igual que siempre, lo que varía son las condiciones. Afortunadamente tenemos un centro de formación donde inculcamos esos valores y son muy positivos para la gente.

—¿Cómo ha nutrido los cambios recientes ese lenguaje teatral inicial del TET?

—La semilla es la misma, la manera de cultivarla es la que varía. Cómo en cada momento uno se va adaptando inteligentemente a las cosas sin perder tus valores. No dejar de ser honesto. No dejar de ser fiel. No dejar de entregarse. Y dar lo mejor de lo que se tiene en ese momento. Eso va acompañado del estudio, la disciplina y el espíritu creativo, que es algo muy individual. Yo creo que ese es el fondo que mantiene, que se inculca en formación y nos mantiene a todos con esa llama. 

El elemento formativo: hablan los más jóvenes

Los miembros del TET coinciden en que las dificultades te someten a ciertas pruebas para que cada uno descubra qué es lo que quiere, por qué lo quiere, por qué insiste a pesar del contexto país. “Muchos vivieron las guarimbas, las trancas, los chicos del grupo caminaban dos y tres horas desde sus casas para llegar a los talleres. Entonces te das cuenta de que el espacio va agarrando un valor personal y colectivo. Y al final no es solamente la sala de teatro o el taller, sino que ellos como individuos empiezan a ser conscientes de defender y proteger esto”, asegura Jariana Armas.

Joe Justiniano, actor y director del TET, egresó de sus talleres en 2013 y desde 2015 forma parte de la agrupación. Menciona las tres modalidades formativas que ofrece el Centro de Creación Artística: un taller profesional para actores, un taller para adolescentes que se debió suspender durante la pandemia, un taller para niños que tampoco han logrado retomar desde que se decretó el confinamiento en el país, y un taller de canto que dicta el actor Domingo Balducci. 

“Además de aprender a actuar, en el taller de formación profesional aprenden a ser puntuales, responsables, montar un telón, proponer vestuario, dirigir, producir y ser cooperativos. Esos son realmente los valores que más importan”, dice. 

En ello coinciden varias de las jóvenes egresadas, ahora también miembros del TET: 

Sara Azócar, 28 años

El taller de formación es un espacio que te transforma desde todo punto de vista, sobre todo en cuanto a la visión que tenemos de nosotros mismos. Nuestra experiencia estuvo acompañada de las guarimbas de 2017; pero las ganas y el esfuerzo que cada uno hacía se convirtieron al final en un impulso: si estoy haciéndolo con esta realidad país, cómo no lo voy a terminar. Hizo que la experiencia que teníamos en el salón o formación se impregnara de eso y así todo fue más cercano: los textos, las maneras de abordar el trabajo era más íntima. Era nuestra guarida. 

Patricia Castillo, 24 años 

A mí personalmente el taller de formación me hizo terminar de reencontrarme. Pensaba que había entrado para salir como actriz y descubrí una cantidad de cosas que me acompañarán siempre. Cuando trabajas en otros lugares y dices que vienes del TET, ya saben de lo que eres capaz de hacer. Es una marca que llevaremos toda la vida, que luego se irá nutriendo al conocer a otros maestros y al viajar. Es algo que se sigue haciendo en el TET a pesar de las dificultades. Los maestros vienen. Yuma también caminaba hasta el teatro. Se iba la luz y yo sabía que él igual estaría aquí, y por eso era que yo llegaba.

Stephanye Baena, 25 años

Mi paso por el TET es todo. Hay un antes o después. Llegas un día y te quedas. De todo lo que pueda llevarme de esta experiencia, lo más importante es la idea de que si el TET fuera un país nuestro país sería otra cosa. Porque te dan herramientas de comunicación con la que nos entendemos en lo más preciado, sobre lo que queremos y lo que cada uno puede hacer para que de verdad funcione. Es construir entre todos. El TET es el único espacio donde siento que soy yo. Aquí no tengo miedo de decir o hacer. En los talleres sacan todo lo que hay en ti y cómo eso lo puedes transformar en mucho más. Primero hay un encuentro contigo mismo y cómo a partir de eso puedes encontrarte con los otros. 

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