• Después de siete meses en la residencia del embajador de Italia, la diputada de la Asamblea Nacional pudo abrazar a sus hijos en libertad. El costo que tuvo que pagar fue salir de Venezuela rumbo a Italia y sin fecha de regreso asegurada

Minutos antes de abordar el avión con destino a Italia, respiró profundo y percibió el olor a salitre de las playas de La Guaira. El clima caribeño y el paisaje también los grabó en su memoria. Aquel sábado por la tarde la diputada ante la Asamblea Nacional Mariela Magallanes se marchó de Venezuela con la dura carga del destierro, luego de un encierro obligado por siete meses al que tuvo que optar para evitar ser la nueva presa política del régimen de Nicolás Maduro.

La voz de la parlamentaria se quiebra y hace una pausa de un minuto cuando recuerda esa última escena en Venezuela. Casi una semana después, desde la ciudad de Lecco, a unos 500 kilómetros al norte de Milán, la diputada habló en exclusiva con El Diario sobre el camino que transitó para recuperar su libertad.

El costo de ser libre

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Foto: Cortesía

Su salida fue sorpresiva, ella al igual que su compañero del partido político La Causa R, el también diputado Américo de Grazia, permaneció en resguardo en la residencia del embajador de Italia, en Caracas, desde hace siete meses, cuando a ambos les allanaron su inmunidad parlamentaria.

La llegada a Venezuela del senador italiano Pier Ferdinando Casini vislumbró un nuevo camino para los diputados opositores. Entre sus tareas pendientes, el italiano traía en su agenda resolver la situación de ambos. Tras muchas conversaciones logró un acuerdo: su salida del país con destino a Italia.

Los miedos invadieron a la parlamentaria cuando se percató de que el costo a pagar para recuperar su anhelada libertad era dejar su tierra natal: salir de Venezuela con un boleto que establecía fecha y lugar de destino, pero que dejaba en blanco un posible retorno, al menos mientras Nicolás Maduro esté en el poder.

No tuvo tiempo suficiente para analizar la decisión y tampoco podía comentarle a nadie sobre la propuesta del gobierno italiano. La situación se manejó en absoluta discreción. A Mariela le preocupaba no poder ejercer su cargo dentro del país, pero el tiempo que permaneció lejos de su familia, los días de soledad, de impaciencia, y todo lo que padeció en el encierro, fueron razones suficientes para que decidiera aceptar marcharse.

“Tomé la decisión después de haber llorado mucho y de haberlo entendido. No la quería tomar, me costó muchísimo porque sabía lo que significaba. Era dejar tu mundo sin despedirlo, sin voltear hacia atrás, solo viendo hacia adelante”, comenta la parlamentaria.

Fue el 30 de noviembre cuando finalmente logró traspasar la puerta de la residencia del embajador italiana y recuperar su libertad. Se embarcó en un viaje hacia el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, y ahí, en medio del recorrido, entendió lo que vivió los últimos siete meses: sí, estuvo presa.

“No percibía que estaba encarcelada, lo entendí fue cuando salí. Cuando me fuí e iba por la autopista me provocó salir y caminar porque entendí que estuvimos presos por siete meses. Yo le decía a Américo De Grazia: “Estamos libres”. A pesar de todo, salir por la puerta grande fue una satisfacción, yo no me imaginaba huyendo por una trocha porque nosotros no somos delincuentes, no tenemos porque someternos a eso”, detalla.

El grito estruendoso del reencuentro

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Foto: José Daniel Ramos

El viaje estuvo lleno de muchas emociones, durante las horas que permaneció en el avión sintió la ansiedad del reencuentro con sus hijos (se fueron de Venezuela hace tres meses), pero también la impotencia de abandonar su tierra sin tener la oportunidad de despedirse de familiares y allegados que la apoyaron durante los últimos meses.

Mariela llegó a la ciudad de Roma el domingo 1° de diciembre sin equipaje porque se perdió en su vuelo. La acompañaba el senador Casini y Américo De Grazia. Fueron recibidos por medios italianos. Su llegada al país europeo abrió el debate sobre la situación que vive Venezuela y la falta de democracia, la cual impulsa a diputados adversos al gobierno a salir huyendo para evitar la cárcel.

La familia de la parlamentaria se enteró de su llegada apenas un día antes. Quedaron en reunirse en Milano, de donde partieron todos juntos hacia su nuevo vida en Lecco, una ciudad en la que vivió por años y donde nació su hijo Alessandro.

De aquel reencuentro recuerda el grito de María Inés, su hija de 9 años de edad, el cual, ,asegura, resonó en aquella estación de tren de la ciudad italiana. Pudo abrazarla sin tener horarios de visita ni otra restricción.

“Ella no podía creerlo, creía que era un fantasma. Gritó y eso me quedó en el corazón, fue un grito que salió del alma. ‘Mamá, no te vayas más nunca, me haces mucha falta, no te lo decía porque no quería ponerte triste’ esas palabras quedan retumbando porque una niña de 9 años sacrificó su relación con su mamá por muchos meses. Alessandro también estaba sorprendido y mi esposo igual, sintió que ya no tenía el peso solo, fue una alivio”, recuerda Magallanes.

Ahora que ya está libre y junto a su familia están prestos a empezar una nueva vida, aunque con Venezuela presente. Ya la diputada contactó a líderes venezolanos en Italia y planea trabajar de lleno en denunciar la situación del país y en pro de que se produzca un cambio de gobierno.

Por ahora solo quiere recuperar el tiempo con sus hijos, las horas que estuvo ausente y los momentos que perdió por adversar a Nicolás Maduro y exigir aquel 30 de abril, desde la base aérea de La Carlota, su salida del poder.

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