• El miedo de contraer la enfermedad ha logrado que las calles de la ciudad de Santiago permanezcan solas a cualquier hora. Solo los supermercados y farmacias reciben la visita de los ciudadanos

Desde el jueves 19 de marzo despierto pasada la 1:00 pm. Me sorprendo de todo lo que puedo dormir. Me levanto con tranquilidad, voy al baño y luego me vuelvo a acostar. No estoy tomando unas merecidas vacaciones, es confinamiento obligatorio. El coronavirus de Wuhan (Covid-19) llegó a Chile el 3 de marzo y mi lugar de trabajo debió cerrar como medida de prevención. 

Mi rutina de ya casi cuatro meses consistía en levantarme temprano, arreglarme y salir al centro comercial para iniciar mi jornada laboral, como vendedora de lentes de sol. Pero de un día a otro todo cambió. Las ventas comenzaron a bajar, ya no se veía a tantas personas paseando y el miedo a contagiarse lo experimentaban todos los trabajadores del centro comercial.

Coronavirus en Chile

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Casos confirmados hasta el 26 de marzo

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personas han fallecido a causa del virus

Luego de varias protestas por empleados de centros comerciales y la presión de alcaldes y la sociedad civil, el gobierno de Sebastián Piñera ordenó el cierre de estos lugares de esparcimiento, así como de restaurantes, parques y discotecas, por ser los espacios donde hay mayor concentración de personas. 

También fueron decretadas otras medidas como un toque de queda nacional -desde las 10:00 pm hasta la 5:00 am- para  tratar de evitar los contagios.  

Este 25 de marzo el Ministerio de Salud anunció una cuarentena total de siete comunas de la Región Metropolitana de la ciudad de Santiago, capital de Chile, por poseer el mayor número de contagiados. 

La soledad poco a poco se ha ido apoderando de la ciudad. Como un dejá vu, pero ya sin asombro, vivo las largas filas en los supermercados para poder comprar alimentos. De nuevo observó cómo los automercados y farmacias limitan la cantidad de productos básicos que puede llevar una persona. Nada nuevo para mí, ya lo viví en el régimen que se niega a soltar a mi amada Venezuela. 

Las personas salen con tapabocas a las calles para intentar protegerse y se surten de lo más necesario. Papel higiénico, productos de limpieza, enlatados, agua, pastas y arroz es lo que más llevan, así como verduras, que muchos prefieren comprar en las ferias (mercados al aire libre), donde se consiguen a precios más económicos, lo que les permite ahorrar un poco.

Los días se van entre ver películas en casa, comer, limpiar, asomarse en la ventana, dormir y para algunos, realizando algún curso online para sentir que se acorta la cuarentena que comenzamos de forma voluntaria.

Foto: Tahiana González

Temor y fe

Esta situación ha afectado principalmente a quienes laboramos en el área de comercio y turismo. Tanto los chilenos, como quienes decidimos migrar, tememos lo que pueda ocurrir si no se detiene el caos que ha creado el Covid-19. 

Muchas microempresas se han visto en la obligación de despedir al personal por no poder cubrir los gastos que esta nueva crisis les ha generado. Esto pese a los nuevos anuncios económicos que dio el gobierno chileno para apoyar a las pequeñas y medianas empresas, así como para que los ciudadanos mantuvieran sus empleos. 

Todo lo que nos toca ahora asumir me hace imaginar la vida de aquellos que fueron golpeados primero por este virus.

El Coronavirus de Wuhan se dio a conocer en enero de 2020. Se supo que se trataba de una nueva “gripe” que afectaba directamente las vías respiratorias de los pacientes. Su contagio avanzaba muy rápido. El primer caso fue detectado en la ciudad de Wuhan (por eso el nombre), China. Luego de tres meses, esta enfermedad tomó fuerzas y ocupó todos los rincones convirtiéndose en una pandemia que las naciones no esperaban enfrentar.

Esta enfermedad ha terminado con la vida de más de 20.000 pacientes en todo el mundo. Afecta a personas de todas las edades, pero quienes corren mayor riesgo son las de tercera edad y quienes presentan enfermedades prescritas.

La humanidad se enfrenta a un nuevo enemigo que esta vez es invisible. Se vuelven realidad los hechos y el pánico que fueron dramatizados en la película surcoreana The Flu ( también conocida como El Virus), dirigida por Kim Sung Soo y estrenada en el año 2013.  

Foto: Tahiana González

Rezar, tener fe y paciencia es lo único que he podido aconsejar, así como pedirle a mis allegados que permanezcan en sus hogares para frenar juntos esta pandemia. No ha sido una situación fácil, nos repetimos a diario que a nuestra generación le tocó vivir una dictadura y el “apocalipsis”. A su vez, todos en el mundo ansiamos una pronta cura y una vacuna que evite el contagio de este virus, y es que también sabemos que después de la tormenta viene la calma.

Aunque los nervios me han tocado hasta las fibras, mi decisión será mantenerme en mi hogar, tratar de distraerme con las redes sociales, escribiendo y hablando con mi pareja. También comprar lo necesario para seguir sobreviviendo, ahorrar hasta la comida es lo que nos enseñó la crisis en Venezuela. He comprendido muy rápido que ésta es una lucha que hay que afrontar con responsabilidad y suena paradójico que hoy la obligación de la mayoría es quedarse en casa, pero así se frenará la propagación del Covid-19.

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