• En los últimos años han surgido nuevas concepciones arquitectónicas que se potencian con el teletrabajo y el distanciamiento que impone la pandemia. En Venezuela, la construcción de edificios inteligentes comenzó hace años, pero la crisis económica frenó el desarrollo de nuevos proyectos

¿Dónde vivimos, dónde trabajamos, qué pasa con los espacios? La valoración del medio ambiente, el cambio climático y la pandemia del covid-19 han cambiado la forma en la que se conciben los edificios de oficinas a la hora de construirlos, o reconvertirlos. 

En Europa, Asia y Estados Unidos, los arquitectos han asumido los cambios que se deben hacer en función de las nuevas necesidades socio-ambientales y están emprendiendo proyectos de oficinas basados en diseños flexibles con tabiques móviles, que se alejan mucho de las oficinas tradicionales. 

Esos diseños privilegian los espacios internos con mucha vegetación, desniveles o plataformas en vez de tantos pisos y fáciles pasajes a las terrazas en una suerte en la que lo interior y exterior se confunde, a fin de que la gente –si viene otra pandemia– no se sienta encerrada. Por supuesto, se trata de edificios inteligentes con buen aprovechamiento de la energía, paredes transparentes y sobre todo, mucha conectividad y tecnología.

¿Dónde queda parada la Venezuela de hoy en medio de esta tendencia arquitectónica mundial? El ingeniero Felipe Capozzolo, presidente de Consecomercio, señaló para El Diario que en un país con “siete años de recesión y 35 meses de hiperinflación”, como Venezuela, los proyectos inmobiliarios están postergados y los constructores entregan las oficinas en obra gris, para que los propietarios se encarguen de los diseños con los arquitectos que contratan.

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Sin embargo, Caracas cuenta con edificaciones inteligentes que contemplan algunas de las variables arquitectónicas mencionadas, desde sus épocas de bonanza. “Caracas era cosmopolita y de vanguardia. La zona de Las Mercedes, del municipio de Baruta, es una de las áreas más construidas con edificios modernos. En Baruta hay 60.000 metros cuadros de construcción permisada ya construida y otros 60.000 metros cuadrados más para construir. Margarita también tiene edificios interesantes (…) Cuando Venezuela logre resolver sus problemas financieros y salga de la precarización, podremos actualizarnos y mostrar nuestro potencial arquitectónico”, comentó.

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Edificios Cuyuní y Yuruarí, L. de Basaport. Caracas, 1948 

Capozzolo explicó que poco antes de la pandemia, se estaban definiendo espacios colaborativos para freelancers en Caracas y Valencia. Pero quedaron detenidos por la emergencia sanitaria.

A su entender, la necesidad de mantener oficinas físicas en Venezuela –combinadas con las virtuales– continuará, aunque el teletrabajo también gane terreno y el resultado sea un mundo de trabajo híbrido. “Ambientes latinos como el nuestro requieren el contacto personal para resolver muchas cuestiones”, fundamentó.

Pero a corto plazo podría darse un mayor interés de los venezolanos por el teletrabajo, debido a que el precio del combustible será un plomo financiero en el ala de la gente. “Estamos en un proceso de migración en el que el combustible era casi gratuito, a un esquema pago de ese producto a precios inflacionarios. Eso hará que la gente tienda a buscar fórmulas de teletrabajo para no tener que gastar combustible en sus idas y venidas a las oficinas (…) El factor del combustible tendrá más peso que el de la pandemia a la hora de optar por el teletrabajo”, comentó.

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“Imaginar menos”

“Sustentabilidad y flexibilidad de los espacios para adaptarse a todo, incluso a lo que no sabemos qué va a venir”, dijo en un webinar sobre las Oficinas del Futuro el arquitecto uruguayo Rafael Viñol, ampliamente premiado por sus propuestas arquitectónicas de envergadura.

Villa Monzeglio, Bello Monte, Caracas|@gatobotz

Viñoly señaló que desde la década de los setenta los problemas de la construcción están muy por detrás de la velocidad de las relaciones de trabajo. “El tiempo de pensar un edificio, levantarlo y terminarlo es demasiado largo para los acelerados cambios sociales. Por eso la respuesta a nivel de diseño en los edificios debe ser la flexibilidad, comprometer menos las funcionalidades que va a tener, porque no sabemos cuáles van a ser”, explicó.

Eso se traduce en hacer la menor cantidad de definiciones posibles en el diseño, sí cumplir con las funciones básicas (estructura firme, que detenga la lluvia, que se pueda circular bien, etc.), pero “imaginar lo menos posible” sobre cómo la gente va a operar. “Cuanta menos ingeniera social, el resultado será mejor”, explicó Viñoly.

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En ese sentido, mencionó las unidades modulares flexibles que se pueden reconfigurar según se reorganice el espacio y destacó que muchas veces hay funcionalidades escondidas en los edificios que pueden ser transformadas con valor social, como, por ejemplo, las amplias escaleras externas entre pisos que están subutilizadas y en las que se pueden rediseñar comedores o lugares móviles de trabajo.

Como inspiración, Viñoly citó el skyline de Londres con edificios que tienen parques internos a los que la comunidad puede entrar, como por ejemplo el edificio 20 Fenchurch Street que él mismo diseñó.

Reciclaje de edificios antiguos

Amir Kripper es un arquitecto que vive en Estado Unidos y da cuenta sobre sus trabajos de restauración de edificios en EE UU, muchos de los cuales se transforman en cowork.

Su empresa, Kripper Architecture Studio, restauró el emblemático edificio de Sears en Boston, hoy en día reconvertido en oficinas de coworking en sus cinco pisos. 

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Edificio de Sears, en Boston| Foto: Chevron Partners

Actualmente, su equipo está abocado a la renovación de una infraestructura histórica en los alrededores de las universidades de Cambridge, EE UU, para hacerla habitable y también para que pueda ser interesante para el teletrabajo.

Cada vez más se aprecia el valor histórico de las construcciones, porque esos espacios con identidad, calidades térmicas muy buenas de sus muros y detalles arquitectónicos de valor (…). Hay una tendencia a recuperar edificios históricos para diferentes usos. Lo que nosotros hacemos es restaurar la parte existente y la combinamos con elementos nuevos, es como una amalgama”, explicó.

El trabajo consiste en recuperar o desvelar la estructura original del edificio: las vigas de madera, el ladrillo, molduras, y agregar elementos nuevos, como ventanas térmicas de doble y triple aislación, sistemas avanzados de aprovechamiento de nuevas formas de energía, ascensores modernos, gimnasios o bodegas en los subsuelos, parques en las azoteas.

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Lo cierto es que las posibilidades en esta materia son múltiples en todo el mundo, sobre todo en los países que preservan sus infraestructuras valiosas y buscan actualizarse.

Sobre América Latina, Capozzolo propone: “Hace falta más entendimiento y coordinación a nivel regional. Esta es una zona económica que siempre está por definirse; mientras más avancemos por un destino común, más lograremos desarrollar tecnología y prácticas que beneficien a nuestros países”.

Por lo pronto, está aumentando la conciencia de la importancia del medio ambiente y de las energías renovables. La pandemia es un sacudón que puede abrir las puertas a hacer otro tipo de infraestructura más centrada en las necesidades humanas y sociales del futuro que ya llegó. Hacia allí se marca el camino.

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