Iba en un bus tarde en la noche. Estaba vacío, yo tenía sueño y, de repente, escucho que me empiezan a sisear: “¡Psssst!… ¡Epa!… Siéntate aquí”. Volteé hacia una silla, pero no veía nada. Sin embargo, seguí escuchando esa voz: “¡Epa!… ¡Aquí abajo!… Soy yo… el Coronavirus… Ven pa’ contagiarte”. A lo que le respondí: “Ya va, ya va… la cosa no es así, papá… charlemos primero… enamórame, vale”. Entonces el Coronavirus le bajó dos, me senté a su lado y empezamos a hablar:
Reuben: ¡Pero mira, es verdad!… Sí estas recubierto de puyitas por todos lados.
Coronavirus: Claro, brother, demasiada inseguridad en la calle.
Reuben : ¿Y sí vienes de China, como dicen?
Coronavirus: Claro, papá. Sabes que todo lo famoso es “Made In China”.
Reuben: ¿Y cómo fue que te hicieron en el mercado ese de Wuhan?
Coronavirus: Bueno, loco, ¿tú has ido a un restaurante chino y has visto el percudido que el mesonero siempre tiene en el cuello de la camisa?
Reuben: Sí.
Coronavirus: ¿Y le has visto la mugrecita que siempre tiene debajo de la uña larga del dedo meñique?
Reuben: Sí.
Coronavirus: Y cuando vas a un supermercado chino, ¿tú has visto el pegoste ese que siempre queda en la correa que acerca los productos hacia la caja registradora?
Reuben: Sí… ¿y eso qué tiene que ver?
Coronavirus: Bueno… combinas esos 3 y ¡taráááán!… salgo yo.
Reuben: ¿Y por qué estás contagiando a todo el mundo?
Coronavirus: Bueno, porque vine con una misión: unir a las familias.
Reuben: ¡Claro!… juntarlos a todos en casa por varias semanas para que se unan y compartan.
Coronavirus: ¡No, vale! Es que gracias a mí el pánico es tal, que ahora ni el más infiel de los hombres quiere tocar a su amante. Y, bueno, las mujeres tampoco andan buscando fiesta porque con el tema de evitar tocarse la cara, ya ninguna se quiere maquillar.
Reuben: Pareces creado por la Iglesia Católica.
Coronavirus: ¡Ya va, tampoco así, vale! Mira que yo no quiero contagiar a mujeres como Mia Khalifa o Megan Fox.
Reuben: ¿Por qué?
Coronavirus: Bueno, porque mi molécula no sobrevive en altas temperaturas y ellas son chicas muy ardientes.
Reuben: ¿Y a quién sí quisieras contagiar?
Coronavirus: En verdad a nadie, pero de momento estoy contento con mi labor anticonceptiva.
Reuben: ¿Anticonceptiva?… Pero ya va… los amantes no necesariamente salen embarazados.
Coronavirus: ¡No, es que no lo digo por ellos! La cosa es que, gracias a mí, bajará la cantidad de embarazos adolescentes, pues logré ponerles tapabocas a todos los reguetoneros.
Reuben: Y a suspenderles los conciertos.
Coronavirus: Y gracias a mí, también se terminará la fama de muchos políticos socialistas de Latinoamérica.
Reuben: ¿Qué?… ¿Ya contagiaste a algunos presidentes?
Coronavirus: Ojalá… No, la cosa es que ya no van a poder hacer propaganda política, porque si gritas sus apellidos, terminas botando un poco de saliva.
Reuben: ¿Cómo es eso?
Coronavirus: Mira, grita duro: “¡Chávez vive!”.
Reuben: ¡Chávez vive!
Coronavirus: ¿Viste el poco ‘e saliva que botaste? Pasa igual con ¡Fernández!, ¡Kirchner! y ¡Petro!
Reuben: Tienes razón. No, vale… ¿quién lo iba a decir? Ya hasta me caes bien.
Coronavirus: Primera persona que lo dice. Bueno, vale, hagamos algo. Te puedes ir tranquilo. No te voy a contagiar.
Reuben: Oye, pana, en verdad te lo agradezco. ¡Venga, pues!… ¡choca esos cinco!
(Ambos chocamos los cinco, pero luego pasó algo…)
Coronavirus: ¡Al fin tengo un amigo!
Reuben: Bueno, sí… la cosa es que ahora hay un problema.
Coronavirus: ¿Qué pasó?
Reuben: ¡Que tuvimos contacto directo y acabo de recordar que no me lavo las manos desde esta mañana!
Coronavirus: ¿¿Qué??… ¿Tú estás loco, vale?… ¡Seguro me contagiaste!… ¡Quítate!… ¡Tengo que ir al hospital!… ¡Ambulanciaaaaaaa!
Y así fue como el Coronavirus se lanzó por la ventana del autobús. Más nunca lo volví a ver, pero sí me dejó una lección imborrable sobre la amistad y solidaridad que debemos tener en estos tiempos. Por esa razón… muchos besitos para todos.