• Comerciantes y pescaderos han tenido que cotizar sus ventas en moneda extranjera para poder llevar a la capital cargamentos de pescado desde el interior del país

Las cavas de las pescaderías del Mercado de Quinta Crespo, en Caracas, solo exponen el hielo que estaba destinado a conservar los pescados para la venta. La cantidad de rejas proyectan una pared uniforme de negocios que han tenido que bajar su santamaría, la mayoría golpeados por la hiperinflación, mientras que jóvenes con zapatos gastados y camisas desteñidas compiten a gritos para promocionar cigarrillos detallados en un mercado desolado.

Muros descoloridos son la característica principal de una edificación que apenas se mantiene en pie. Los comerciantes ahora venden ropa y repuestos para celulares. Al fondo de uno de los pasillos se encuentra una de las pescaderías más antiguas del mercado, donde no existen los carteles anunciando pescados reconocidos; ahora los clientes piden restos de cabeza y cola.

Tampoco es temporada de sardina. La poca que llega se vende al doble de su precio estipulado debido a los costos de producción en las costas venezolanas. La variedad de especies también escasea en las neveras, pues no pueden congelar la mercancía debido a los altos costos que implica el proceso de refrigeración.

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El dueño de una pescadería, quien prefirió mantenerse en el anonimato, comentó para El Diario que los ejemplares que llegan desde el interior del país se están empezando a cotizar en dólares. “Esta es la única manera en que los pescadores pueden hacer viajes y traer pescado a Caracas. Todo se encuentra anclado al dólar del día, de lo contrario, estás produciendo a pérdida”, explicó el comerciante.

El róbalo y el langostino están valorados en 5 dólares el kilo, al mayor, mientras que el camarón se cotiza en 3.8 dólares debido a que, de acuerdo con el testimonio del hombre, son especies que alcanzan un alto precio en islas como Aruba y Curazao.

“Algunos pescadores de la zona de Altagracia, en el estado Falcón, prefieren llevar estas especies a esas islas porque tienen clientes fijos que cancelan en dólares. Otros pescadores también optan por venderlas en el puerto, pero solo aceptan efectivo. La mayoría de sus clientes son personas que vienen de Colombia y consiguen una cantidad considerable de billetes para comprar pescado en Venezuela y llevárselo por trocha hasta Cúcuta”, detalló el pescadero.

La pérdida del poder adquisitivo se percibe también en las pescaderías prácticamente desoladas de clientes. De las pocas personas que caminan frente a los locales que aún se mantienen abiertos, algunas se atreven a preguntar por el precio de algún pescado, pero después se alejan rumbo a la puerta más cercana sin mediar palabra.

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Un comerciante que únicamente ofrecía dos tipos de pescado en sus vitrinas expuso que la dificultad para obtener combustible es otro problema que afrontan los proveedores que traen mercancía a Caracas. Del mismo modo, la venta de hielo en los puertos se ha visto afectada por los racionamientos de electricidad, lo que también influye en que el precio del producto aumente todos los días.

“Para congelar un cargamento de pescado se necesitan panelas de hielo. Las pocas empresas que las siguen haciendo las venden en 72.000 bolívares cada una, y el cargamento necesita mínimo 15. Es un sacrificio que hacen los proveedores. Ellos también se arriesgan a traer la mercancía ante la posibilidad de que los puedan saquear en la vía hacia Caracas”, informó el encargado de una pescadería, quien decidió no revelar su identidad por miedo a represalias..

La Guardia Nacional Bolivariana (GNB) representa otro atraso en el traslado de la mercancía, pues sus funcionarios esperan ansiosos los recorridos que hacen las cavas que se dirigen a la capital. Un pescadero explicó que antes de partir de los puertos pesqueros deben apartar cestas de pescado que son destinadas a funcionarios policiales que “exigen vacuna” para poder transitar por las carreteras del país.

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“Es una actividad muy normal. A pesar de que los choferes van en caravana, siempre son detenidos por la GNB o la Policía Nacional Bolivariana (PNB). Buscan cualquier excusa para dejarlos retenidos en comandos policiales. Muchos proveedores optan por apartar un kilo de pescado o dos para dejárselos a estas personas. Es preferible esto a que se dañe la mercancía por tener poco hielo; a nosotros nos interesa llegar a Caracas y poder vender”, señaló el trabajador.

Hogares aislados de una proteína fundamental

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) detalla en un informe que Venezuela, hasta el año 2005, fue el país pesquero “más importante del área del Caribe Atlántico con una producción anual de aproximadamente 500.000 toneladas, consolidadas en este nivel desde finales de 1990”.

El organismo internacional expone que el país tiene rubros en riesgo de desaparecer y un sector encogido por la recesión económica que se mantiene desde 2013.

“24% de los hogares reportaron consumir pescado, mientras que en febrero de 2017 el porcentaje fue solo de 18%, lo que representa una disminución de seis puntos porcentuales en apenas dos meses”, indicó Susana Raffalli, investigadora de la Fundación Bengoa y experta en nutrición, seguridad alimentaria y gestión del riesgo de desastres.

El Instituto Nacional de Nutrición señala que en el año 2003 el consumo per cápita anual de pescado se ubicaba en 17,2 kilogramos y una década después, en 2013, había descendido a 9,6 kilos. Además, indica que durante ese período se comía principalmente pescado de mar, pescado de agua dulce, mariscos y sardinas.

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Argenis Urruchaga, coordinador del Frente Nacional en Defensa de los Trabajadores no Dependientes, informó que desde que se han registrado intervenciones del gobierno en estos establecimientos el deterioro es peor. De 45 mercados a cielo abierto que proveen alimentos en el Área Metropolitana, se estima que solo 25% están operativos, lo que ha reducido el acceso a los bienes de primera necesidad.

Los 12 mercados municipales de Libertador no solo le toman el pulso a la escasez de alimentos, también reproducen el drama del desempleo y del cierre de establecimientos. Los mercados populares representan para los venezolanos una opción a la hora de realizar compras y conseguir productos que están escasos en las cadenas privadas de supermercados. Sin embargo, la actual situación económica también tiene en jaque a estos comercios que se niegan a bajar sus santamarías.

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