• El mandatario demócrata ha tenido un comienzo agridulce en la Casa Blanca, entre la pandemia, el aumento del precio de la gasolina y las tensiones con China y Rusia. El consultor e internacionalista Iván Rojas Álvarez explica a El Diario cómo ha sido el desempeño de Biden durante su primer año y su posible impacto en escenarios como las elecciones federales de noviembre 

El primer año en la Casa Blanca del presidente estadounidense Joe Biden ha estado lleno de altas y bajas. El avance en la vacunación contra el covid-19 en contraste con la aparición de nuevas variantes, la inflación y sus proyectos de infraestructura han marcado a un Estados Unidos con menos conflictividad social, pero todavía fuertemente polarizado. A esto se suma una política internacional que empezó con un tropiezo en Afganistán, y actualmente reaviva los temores de la Guerra Fría con Rusia en Ucrania.

Precisamente es con la palabra “mixto” que el internacionalista Iván Rojas Álvarez evalúa los primeros 12 meses de gestión del mandatario demócrata. “No ha sido un desastre, que los críticos han saltado a llamarlo así, pero tampoco ha sido el mejor año comparado con otras administraciones. Ha sido un año con bastantes traspiés”, afirma en entrevista para El Diario.

Por un lado, destaca la agenda legislativa Build Back Better. Se trata de un ambicioso proyecto que incluye la atención contra la pandemia, ayudas sociales y modernización de infraestructuras importantes. Asegura que tendrá un impacto positivo para el país en el futuro. También la recuperación económica después del coronavirus, con la generación de 6,1 millones de nuevos empleos. No obstante, también ha tenido sus percances.

“La lucha contra la pandemia fue un elemento que empezó muy bien. Biden tenía una aprobación muy alta en su manejo y ha ido con los meses bajando en parte por ómicron. También por problemas de comunicación dentro de su administración, tanto a internos como con el público. Otro elemento importante es el manejo de la economía. A pesar de que se está recuperando, la inflación es una fuente de muy alta preocupación en el ciudadano estadounidense”, explica.

Altas expectativas

¿Qué retos le esperan a Joe Biden tras su primer año en la presidencia de Estados Unidos?
Foto: Cortesía

El desastre en el retiro de las tropas de Afganistán y el regreso de los talibanes al poder significó el primer golpe de realidad para un Biden que intentaba poner orden en la política exterior de Washington. Una promesa que surgió durante la Administración de Barack Obama  (en la que Biden fue vicepresidente) y se acordó en el periodo de Donald Trump. Finalmente, le correspondió a él ejecutarla. Rojas aclara que terminar la ocupación de Afganistán era una necesidad apoyada por la mayoría de los estadounidenses, pero el resultado final dejó bastante que desear.

Biden no ha tomado un liderazgo como el que se estaba prometiendo a nivel global. Se manejó mucho la idea de que Estados Unidos con Biden iba a liderar una coalición de democracias liberales occidentales, y que iba a hacer frente a las amenazas para la democracia como China y Rusia, las situaciones en Venezuela, Nicaragua y muchas otras partes del mundo, y eso no ha germinado de la manera que se esperaba”, comenta.

Rojas, quien es miembro de la junta directiva del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales, asegura que en el ámbito local, también se han sobredimensionado los problemas del país norteamericano. Un ejemplo es la inflación, provocada por el aumento de gasolina. Un inconveniente que su vez obedece a la escasez mundial de combustible producida por la pandemia. Aunque la economía de Estados Unidos creció 5,5 % en 2021 y el desempleo bajó de 6,4 % a 3,9 %, para el ciudadano común la realidad es la que percibe a diario en gasolineras y supermercados.

“Si tú tienes empleo, no es tan fácil percibir que los demás que no tenían lo consiguieron, o que se están creando más empresas. Pero sí es muy fácil percibir que estás pagando más por la gasolina, o que los precios de las cosas están más altos”, cuenta.

Problemas de comunicación

¿Qué retos le esperan a Joe Biden tras su primer año en la presidencia de Estados Unidos?
Foto: EFE

Rojas destaca que en política, la percepción de la población es un factor muy influyente. Sobre todo en Estados Unidos, donde en los últimos años el tejido social se ha deteriorado considerablemente en medio de la polarización política. En ese aspecto, reconoce que la propia personalidad del presidente Biden y sus desencuentros con la prensa tampoco le han ayudado a mejorar su imagen.

Aunque la forma en la que el equipo presidencial ha abordado diferentes asuntos no ha sido la mejor, Rojas aclara que existe un límite en lo que una buena comunicación es capaz de lograr. Temas complejos como la pandemia, Rusia o la economía resultan tan difíciles de explicar como de resolver. Y esto ha sido un problema que también han enfrentado otros ocupantes de la Casa Blanca. Pone como ejemplo a Obama y su respuesta a la guerra en Siria, o al propio Trump y su manejo del coronavirus.

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“La capacidad comunicativa puede empeorar las percepciones del público y también tiene un peso real en las soluciones, pero no es la razón por la cual las cosas no estén funcionando. No es la clave para la solución de los problemas”, dice.

En el vecindario

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Los venezolanos representan un porcentaje cada vez mayor de los inmigrantes latinos en Estados Unidos. Foto: Referencial

Como vicepresidente en la Administración Obama, Joe Biden mantuvo a América Latina como un punto importante en su agenda. Entre 2009 y 2016 visitó la región en 16 oportunidades, todo un récord para su cargo. Ahora, como presidente, sus prioridades se han centrado en atender problemas como el narcotráfico y la migración centroamericana. Todo desde un enfoque mucho menos confrontativo que su antecesor.

Rojas Álvarez destaca que la política exterior del demócrata ha tenido algunos éxitos importantes a nivel de retórica. Por ejemplo, a través de su vicepresidenta, Kamala Harris, trata de revertir la migración atacando su problema de raíz. En diciembre de 2021, el gobierno estadounidense anunció una inversión de 1.200 millones de dólares en Centroamérica, principalmente en países como Honduras y Guatemala. De la mano de empresas como Pepsi, Cargill o Microsoft, buscan generar más oportunidades de empleo para combatir la pobreza y la violencia en esos países, y por ende, los desplazamientos.

“Es un trabajo bueno e importante, y creo que refleja bien lo mejor de nosotros como estadounidenses, reconociendo nuestra responsabilidad como vecinos con estos países”, declaró Harris al respecto. No obstante, estas políticas todavía no han comenzado a florecer. Durante la pandemia la llegada de migrantes a la frontera entre Estados Unidos y México alcanzó cifras récord. Medios como The Washington Post reportaron en octubre más de 1,7 millones de personas detenidas intentando cruzar.

Igualmente, aunque la Administración de Biden aumentó a 125.000 el cupo para refugiados en 2022, también ha reconocido las dificultades para llegar a esa meta. Esto en gran parte por el sistema burocrático estadounidense, así como a medidas adoptadas en la gestión de Trump y que se han mantenido. Una de ellas es el denominado Título 42, el cual autoriza las deportaciones inmediatas y restricciones de entrada por razones sanitarias. También el Protocolo de Protección al Migrante (MPP, en inglés), que obliga a los migrantes a gestionar su asilo en el lado mexicano. Aunque la llegada de los demócratas intentó abolir el MPP, un tribunal federal ordenó su restitución.

Atención en Venezuela

Resumen semana
Foto: Cortesía Dallas Morning News

Si bien la Administración Biden trabaja en frenar las causas de la migración centroamericana, en los últimos años se ha sumado un nuevo acento en la frontera. De acuerdo con el embajador ante Estados Unidos del gobierno interino de Juan Guaidó, Carlos Vecchio, en 2021 cruzaron de forma ilegal más de 100.000 venezolanos. 20 veces más que los 5.000 registrados en 2020, siendo actualmente la segunda nacionalidad con más migrantes, por debajo de la mexicana. 

Al respecto, Rojas destaca que una de las primeras decisiones de Biden en la Casa Blanca fue la aprobación del Estatus de Protección Temporal (TPS, en inglés) para venezolanos. Se estima que la iniciativa para trabajar y residir legalmente podría beneficiar a más de 65.000 venezolanos que ya se encontraban en ese país.

En la lucha por el restablecimiento de la democracia en Venezuela, Rojas señala que se ha mantenido gran parte de la estrategia usada en el gobierno de Trump con las sanciones económicas contra agentes del chavismo. “Es algo que, sin fundamento, muchos analistas y opinadores decían que se iba a acabar, a pesar de que jamás hubo una señal de que eso iba a suceder”, agrega. El secretario de Estado, Antony Blinken, ha señalado en varias oportunidades que la idea de las sanciones es presionar a Nicolás Maduro para buscar una salida negociada a la crisis venezolana.

Un ejemplo de ello son las conversaciones entre la Plataforma Unitaria del gobierno interino y el régimen de Maduro en México. Una iniciativa en la que ha insistido el embajador de Estados Unidos para Venezuela, James Story, quien fue nombrado por Trump y ratificado por Biden. “La política hacia Venezuela se ha mantenido relativamente constante. Excepto que la propia dispersión de la oposición y otros factores hacen que sea difícil lograr algún tipo de estrategia nueva o innovadora”, explica Rojas.

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El eje del mal

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De izquierda a derecha: Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Evo Morales. Foto: Cortesía

En 2018, el entonces consejero de seguridad del presidente Trump, John Bolton, habló de una “troika tiránica” que amenaza la estabilidad del continente. Retomando el concepto del “eje del mal” usado por el expresidente George W. Bush para referirse a Irak, Irán y Corea del Norte, aseguró que las caras del autoritarismo a combatir ahora eran Cuba, Venezuela y Nicaragua. Con esto, los republicanos resaltaron la necesidad de frenar su avance en la región, luchando contra sus regímenes.

A pesar de este discurso confrontativo, las acciones de Trump contra estos países nunca pasó de las amenazas. Solamente resaltó por las sanciones individuales contra funcionarios oficialistas y el apoyo a líderes opositores, como el caso del gobierno interino de Juan Guaidó. Más allá de esto, la Casa Blanca no tuvo mayor interés por Latinoamérica. Un aspecto que ha sido heredado por la gestión de Biden coyunturalmente.

Sencillamente la relación de Estados Unidos con China es mucho más importante que su relación con toda Latinoamérica. Lo mismo en menor medida con Rusia. Independientemente del contexto que estamos viviendo, Estados Unidos tiene una serie de prioridades y lamentablemente Latinoamérica en las últimas décadas ha bajado en la lista”, aporta Rojas.

El internacionalista matiza que la poca proactividad de Biden frente a los autoritarismos locales tiene una causa extra, además de la pandemia y las preocupaciones en otros frentes. “La política hacia Latinoamérica se vio impedida en 2021 por el bloqueo y la ralentización en el nombramiento y aprobación de funcionarios por el Congreso. El presidente Biden pasó básicamente todo su primer año sin un subsecretario de Estado para Asuntos de nuestro Hemisferio”, añade.

Frente en Europa

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Un soldado ucraniano patrulla en una trinchera en la ciudad de Horlivka, en la frontera con Rusia. Foto: EFE/Stanislav Kozliuk

Actualmente los ojos del mundo están puestos en Ucrania. Con el despliegue de tropas rusas en su frontera, Occidente se prepara para lo que aparenta ser un ataque inminente. Hasta el momento las reacciones han sido variadas, desde una Alemania en plena transición con Olaf Scholz en la Cancillería, hasta una Francia donde Emmanuel Macron busca llenar el vacío dejado por Angela Merkel en el liderazgo regional. Y en medio de todo, Estados Unidos trata de recuperar su papel protagónico dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Le tocará a Biden ver cómo se entiende con Francia y cómo tratan de unificar la respuesta de los europeos a lo que está haciendo Rusia, pero no hay garantía de que lo van a poder hacer. ¿Eso quiere decir que no va a hacer una respuesta? Claro que va a haber una, pero la contundencia de esa respuesta es otro asunto”, señala Rojas.

Hasta ahora la estrategia de Estados Unidos ha sido amenazar con mayores sanciones económicas a Rusia en caso de avanzar en plan expansionista. Por otro lado,l Pentágono recientemente informó que tiene a más de 8.500 soldados en alerta, mientras Biden confirmó que en el corto plazo enviarán tropas a Europa del este. “No demasiadas”, aclaró el presidente. No obstante, precisó que el despliegue no será en territorio ucraniano. Solo permanecerán en resguardo de los países vecinos que son miembros de la OTAN, como Rumania, Hungría, Eslovaquia y Polonia.

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Foto: EFE

Rojas señala que esta situación habría ocurrido inevitablemente, sin importar el ocupante de la Casa Blanca. Asegura que se trata de su asunto estructural de Rusia y las cicatrices dejadas por la extinta Unión Soviética. Una necesidad de intervenir en sus antiguos Estados satélites y de mantener vigente en el juego geopolítico, con acciones incluso fuera de su esfera de influencia, como el presunto sabotajea las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. “Lo que sí puede afectar la falta de carácter de Biden en su política exterior es en la capacidad de coadyuvar al resto de Estados europeos a una respuesta unificada”, agrega.

Igualmente, sobre las declaraciones de Biden de no responder directamente ante un ataque ruso en suelo ucraniano, el consultor internacional señala que sí existe una postura de Estados Unidos de reaccionar en caso de una invasión. Sin embargo, agrega que es importante tener claro lo que se entiende por una invasión real. Indica que cuando soldados accidentalmente cruzan la frontera o se producen pequeñas escaramuzas con fuerzas extranjeras, técnicamente no cuenta como un asalto a gran escala. Comenta que es algo que ocurre con frecuencia, incluso en la frontera colombo-venezolana.

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“Estados Unidos no va a permitirse entrar en un conflicto increíblemente costoso si no se dan las condiciones específicas que lo ameriten. Aunque estoy muy de acuerdo en que esa noción fue muy mal comunicada por parte de la Administración de Biden en esa rueda de prensa”, dice.

El reto en las urnas

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Foto: Cortesía

El 8 de noviembre de 2022 se realizarán en Estados Unidos elecciones legislativas para renovar una parte del Congreso bicameral. Se van a disputar 34 de los 100 escaños del Senado y la totalidad de los 435 curules de la Cámara de Representantes. Ese mismo día también habrá elecciones para elegir gobernador en 36 estados. Será una fecha clave que podría definir el rumbo de la presidencia de Biden a partir del año 2023. 

Actualmente el Partido Demócrata domina por poco la Cámara de Representantes con una mayoría simple de 222 frente a 212 republicanos y 1 vacante; mientras que en el Senado, hay un empate de 50/50 para ambos partidos. Esta situación ha permitido al Ejecutivo por un lado tener la aprobación de leyes importantes como el paquete Build Back Better, aunque por el otro ha sufrido fuertes bloqueos por parte de los republicanos en cuestiones importantes como el presupuesto federal. Actualmente, con un índice de aprobación de 43 % (de los más bajos en los últimos años), muchos expertos vaticinan una victoria republicana en el Congreso.

Rojas advierte que perder el control de una o ambas cámaras detendría en seco la agenda de Biden. “En este momento, teniendo mayorías cortas, aprobar leyes no ha sido nada fácil. Ahora imaginemos que no teniendo la mayoría, sería casi imposible”, indica. Explica que una derrota en las elecciones de medio mandato obligarían al presidente a promulgar sus iniciativas más importantes por la vía de órdenes ejecutivas, debido al inminente obstrucción que recibía en el Capitolio.

Limitarían la capacidad de la administración de generar cambios en el largo plazo y duraderos. Porque al final, la forma de lograr cambios estructurales es cambiando las leyes, pues las políticas que se hacen directamente desde la presidencia pueden ser en muchos casos fácilmente revertidas. Esto, de hecho, afectaría el legado de Biden como presidente en general”, dice.

Esta dificultad para entenderse con el legislativo contrasta con un Biden que durante 36 años fue senador por Delaware, y donde en muchas oportunidades medió para lograr consensos bipartidistas. “El presidente Biden llegó a la Casa Blanca en un tono de que él era capaz de negociar con los republicanos, que tenía mucha experiencia en el lado legislativo, que él iba a poder sentarse con ellos y convencerlos. Y esa no ha sido la realidad, ha encontrado un partido de oposición mucho más reticente de lo que él parecía imaginar”, opina Rojas.

Duelo presidencial

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Foto: Cortesía

Biden no ha ocultado sus aspiraciones de presentarse a la reelección en las presidenciales de 2024. Con 79 años de edad en 2022, ya es el mandatario de mayor edad en jurar en el cargo, superando a Trump, quien tenía 70 en 2017. Para las próximas elecciones, el mandatario tendrá 82 años, lo que ha generado preocupación en algunos sectores. Rojas cree que si bien en política siempre se habla de renovación, la selección del candidato demócrata es un tema más circunstancial que generacional. Aunque existen figuras jóvenes como el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, o la propia Kamala Harris, ninguno cuenta actualmente con suficiente tracción para llevarse la nominación.

Por otro lado, el expresidente Trump ya ha declarado su intención de buscar la nominación por el Partido Republicano, aprovechando su alta popularidad entre los sectores más conservadores y radicales. El internacionalista afirma que una candidatura de Trump en 2024 sería un hito, pues en toda la historia de Estados Unidos, solo un expresidente ha conseguido volver al poder. Ese fue el demócrata Grover Cleveland, quien logró dos períodos no consecutivos en 1885-1889 y en 1893-1897.

Donald Trump y Joe Biden
Diseño: José Daniel Ramos

Otros dos expresidentes, Herbert Hoover y Theodore Roosevelt, ambos republicanos, intentaron volver a postularse luego de sus mandatos, pero no consiguieron la nominación. Rojas agrega que en el caso de Roosevelt, tras ser rechazado se presentó en las elecciones de 1912 con el Partido Progresista, fundado por él mismo, pero perdió debido al arraigado bipartidismo imperante en la cultura estadounidense.

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Aun así, el potencial escenario de unas elecciones Biden-Trump, a juicio de Rojas, sería un hecho insólito en la historia estadounidense moderna. Primero, por ser la reedición (o revancha) de los comicios de 2020. También por medir a dos presidentes al mismo tiempo en las urnas, algo que no ocurría desde 1892. “No se sabe cómo va a reaccionar el público a dos contrincantes que ya tendrán para ese momento un tiempo en el gobierno similar como presidentes. No estará Trump solo proponiendo una agenda, va a tener que defender sus cuatro años como presidente. Es algo que ningún candidato en la historia contemporánea ha tenido que hacer”, destaca.

La sombra de Trump

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Foto: EFE

El consultor y analista acota que desde la estrategia comunicacional, el Partido Demócrata tratará de explotar la derrota de Trump en las elecciones anteriores, así como la conflictividad de su gobierno. No obstante, dada la fuerte polarización actual del país, se cuestiona que sea suficiente. Del otro lado, los republicanos también tendrían que lidiar con sus propios problemas. Entre ellos estaría el comportamiento impredecible de Trump y sus acusaciones de fraude electoral del proceso pasado, de los cuales no se ha retractado a pesar de no existir evidencias.

“Eso podría generar que un porcentaje muy cercano al expresidente decida no votar, porque perciba que la elección va a estar arreglada de una u otra forma. Y si el presidente Trump en algún momento siente que no va a ganar y empieza con la retórica del fraude otra vez, eso podría aniquilar su candidatura”, añade.

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—¿Puede decirse que dentro de un sector de la población, impera más el culto a Trump que al propio partido Republicano?

—Sí, estudios de opinión han mostrado que hay un sector de la población que se siente más identificado como seguidores del presidente Trump que como seguidores del Partido Republicano. Esa es una situación que tampoco es usual en la política estadounidense, incluso en presidentes que han tenido una popularidad mucho mayor que la de Trump, como Bill Clinton o el propio presidente Ronald Reagan. Es un aspecto novedoso. La cuestión es qué tan importante es ese sector porcentualmente y cómo está distribuido en el terreno.

Recordemos que el hecho de que las elecciones en Estados Unidos se deciden en votos electorales y no por el voto popular. Entonces no importa si este porcentaje es alto si está distribuido en estados sólidamente republicanos, y no en estados que sean decisivos en la victoria, o viceversau0022, completa

Los años por venir

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Rojas señala que el resultado de las elecciones de medio mandato de 2022 serán claves para definir los próximos años de Biden en la presidencia. Asevera que ningún presidente con menos de 45 % de popularidad tiene grandes oportunidades de reelección. Sin embargo, recuerda que apenas es el primer año de Biden en la Casa Blanca, y la situación puede cambiar con el tiempo.

“Hacer predicciones de 2024 a inicios de 2022 no es particularmente razonable. Cuando sean las elecciones, la pandemia esperemos que ya haya terminado, la economía podría ya haberse estabilizado totalmente y la ley de infraestructura podría estar rindiendo frutos. De paso no sabemos quién va a ser el contrincante de Biden. Eso también puede cambiar bastante el panorama”, opina.

Especula que el plan de Biden para el resto de su mandato se enfocará en avanzar con la modernización de las infraestructuras y consolidar en 2022 todos los proyectos de su primer año. En el plano internacional, tratará de mantener lo mejor posible las relaciones diplomáticas con China, sin dejar de ser severos en su rechazo hacia posturas como las violaciones de Derechos Humanos y el conflicto con Taiwán. Cree que las tensiones con este país y Rusia persistirán.

Otro factor importante para Biden será el desenlace de la pandemia de covid-19. Con la vacunación de la población completada y las nuevas variantes bajo control, podría enfocarse en mejorar otros aspectos de su gobierno para recuperar el terreno perdido. Por ahora, un velo de incertidumbre cubre el futuro de Estados Unidos, y el camino hacia las presidenciales es impredecible. Los próximos años podrían ser tan prósperos como desastrosos, dependiendo de las circunstancias que se alineen con el presidente.

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