Desde 1994, los jefes de Estado de todo el continente se reúnen cada cuatro años para discutir y coordinar acciones ante los principales desafíos que enfrentan las sociedades americanas. Sin bien, en su inicio, se trató de un espacio para impulsar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), luego del 2005, con el fracaso de esta iniciativa, protagonizada por el antagonismo de Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner frente a las posiciones de George Bush, la cumbre permaneció como un espacio de incidencia política y social, no solo para los presidentes o gobiernos; sino también para organizaciones de la sociedad civil y disidencias políticas. 

En junio se va a realizar la IX Cumbre de las Américas, en la ciudad de Los Ángeles, California (EE UU). La última reunión fue en abril de 2018, en un mundo muy distinto al actual, donde el principal tema de discusión se enfocó en la lucha contra la corrupción. Ahora, a pesar de que la corrupción sigue siendo un problema grave en nuestros países, hoy se suman otros desafíos, entre ellos la recuperación económica y social luego de la pandemia de covid-19; así como los efectos inflacionarios. También, enfrentamos una crisis migratoria sin precedentes con más de cinco millones de venezolanos como protagonistas. Y, por último, la invasión a Ucrania por parte de Rusia, que no solo ha generado efectos geopolíticos importantes, sino efectos económicos no previstos en los presupuestos de los gobiernos como el aumento del petróleo y el trigo.

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Con este panorama, llegamos la Novena Cumbre de las Américas, el anfitrión luego de 28 años vuelve a ser Estados Unidos. Sin embargo, no llega con un liderazgo sólido en la región. Por el lado comercial, el principal socio de América Latina y el Caribe es China. Además, las cadenas de valor interregionales se encuentran profundamente debilitadas. Por el lado político, existen tres países: Venezuela, Cuba y Nicaragua, que no son consideradas como democracias. Igualmente, existen países con retrocesos institucionales como es el caso de El Salvador o México. Por último, países con cierto peso regional como Colombia y Brasil se encuentran en procesos electorales complejos.

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La Organización de los Estados Americanos (OEA) se encuentra trabajando arduamente por alcanzar acuerdos previos antes de la cumbre. Sin embargo, el contexto descrito puede generar una serie de desencuentros que pongan en peligro, inclusive el mínimo común, que es tener una declaración final. Como antecedente reciente a este peligro, se encuentran las declaraciones recientes del cuerpo diplomático del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que indica que no invitarán a Cuba, Venezuela y Nicaragua por no respetar la Carta Democrática. Las reacciones por estas declaraciones no se han hecho esperar, por ejemplo, el embajador de Antigua y Barbuda en Washington, Ronald Sanders, advirtió que no invitar a Cuba puede generar que varios países del Caribe falten al evento.

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Todo parece refjelar que esta cumbre, lejos de unir posiciones como región, marcará una línea entre dos grupos antagónicos, pero que, a diferencia del pasado, no será por, si aceptar o rechazar el ALCA; sino por asuntos geopolíticos e ideológicos más ininteligibles. 

Sin importar cómo sea el desenlace preliminar de esta cumbre. En el contexto actual, resulta fundamental que esos otros actores, que a veces quedan al margen de la fotografía de jefes de Estados y gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil, si puedan jugar un rol activo en la incidencia y visibilización de los principales problemas que enfrentamos las personas en la región. 

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A diferencia de 1994, el poder hoy está más diluido, ningún acuerdo o puesta en escena entre bandos, se puede hacer de espaldas a la ciudadanía. Por esa razón, entre los días 6 y 10 de junio, todas las organizaciones cívicas con cada una de sus banderas tienen el deber de participar, ya sea de manera presencial o virtual en todos los espacios disponibles: http://www.summit-americas.org/defaults.htm 

No será un espacio internacional fácil, porque la realidad que enfrentamos tampoco lo es. Pero, solo a través de la conversación con diversos actores, se puede construir nuevas y mejores soluciones.

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