- El equipo de El Diario entrevistó a uno de los economistas más importantes de Venezuela para conversar sobre su participación en TEDxCaracas con el tema “qué se necesita para reconstruir un país”
Érase una vez un país que sabía hacer automóviles, que manejaba uno de los complejos de refinación más grandes del mundo y un sistema eléctrico de 35.000 megavatios. Érase una vez, expone el economista venezolano Ricardo Hausmann, una nación que tenía una fuerte relación entre el conocimiento de sus ciudadanos y el crecimiento de la sociedad. Cada uno funcionaba a partir de un todo, con las libertades y los derechos consecuentes para la creatividad y el conocimiento.
Ahora, mucho tiempo después, el rostro de Venezuela es distinto y aquello se convirtió en un pasado brillante, pero irrepetible. Para Hausmann, director del laboratorio de crecimiento en el Harvard Kennedy School of Government, la recuperación del país será un proceso arduo y de colaboración constante entre las nuevas y viejas generaciones. El 10 de octubre de 2020 estará participando del ciclo de charlas TEDxCaracas para dar, desde las máximas de este proyecto, una idea base para la discusión en función de una nueva nación y un futuro prominente.
Ricardo Hausmann es una de las voces más reconocidas en el área económica, tanto en Venezuela como en el resto del mundo, por su amplia carrera en instancias internacionales y por una obra de análisis socio-económico que es referencia inmediata. En su entrevista exclusiva para El Diario puntualizó en que la unificación social es necesaria para establecer las bases de la reconstrucción de Venezuela. Siente que el concepto de las charlas es prometedor para compartir ideas, tanto nacionales como mundiales, que funcionen como base para el futuro del país.
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La crisis venezolana no tiene comparación con el resto de momentos de excepción que ha enfrentado la humanidad. Es un Estado de crisis que se desmoronó hasta sus cimientos. Comenta que la recesión económica de 2008 significó una reducción de 3% en el Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense. Durante la Gran Depresión de la década de 1930 el PIB cayó 29% y, luego, durante la Segunda Guerra Mundial Alemania sufrió una caída en su PIB de 60%. El PBI venezolano, por su parte, sin atravesar un contexto bélico, ha caído 80% en los últimos siete años.
Es decir, su recuperación es comparable, a escasas vistas, con Alemania que tardó 11 años en restituir su estabilidad económica. El futuro se ve incierto y lejano, según las estimaciones de Ricardo Hausmann, pero, incluso en esta oscuridad, podrá existir un farol de luz que mantenga firme el camino de las nuevas generaciones.
El contexto pandémico por covid-19 ha significado un duro golpe al funcionamiento de la economía mundial. Las estimaciones, en la mayoría de los casos, son desalentadoras, pero para Hausmann, en una publicación reciente, todo estará mediado por tres factores primordiales: la magnitud del shock económico, la resiliencia con la que responde la economía y las consecuencias políticas de la crisis. Ante la mezcla de un contexto lleno de obstáculos y equivocaciones con la incertidumbre del desequilibrio pandémico, los caminos para la reconstrucción del país podrían verse, de alguna manera, estancados.
—¿Cuáles son las bases necesarias para reconstruir el país? Entiendo que será el tema de su charla en las TEDx, pero si nos pudiera dar un adelanto.
—En primer lugar hay que devolverle a los venezolanos sus derechos. Nosotros necesitamos 30.000.000 de ciudadanos empoderados para hacer, imaginar, debatir, construir y definir el rumbo político. En segundo lugar, tenemos que tomar conciencia de la magnitud de la hecatombe venezolana.
Los países en crisis lograron salir de las mismas, en la mayoría de los casos, gracias al apoyo internacional. Creo que el apoyo internacional puede jugar un rol muy importante, porque facilita arrancar el motor. En Venezuela, con toda esta destrucción, faltan muchas cosas. Es más fácil recuperarlas con el aliento y el apoyo de la comunidad internacional y no con una estrategia aislacionista. Ese es el segundo componente fundamental.
El tercer componente fundamental es la recuperación del Estado. Venezuela es un Estado fallido, que es incapaz de hacer sus funciones básicas. En primer lugar, en garantizar la seguridad. Venezuela tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Tiene un conjunto de grupos armados paraestatales, paramilitares; llámese colectivos, guerrilla, pranes, Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), entre otros. Que son organizaciones criminales que tienen aterrorizada a la población.
Además, el Estado venezolano se encargó de monopolizar el funcionamiento de los servicios básicos en el país. Una movida que, a través de los años, dio como resultado el acabose de la estabilidad y la implosión de protestas alrededor del país por la falta de gasolina, gas doméstico, luz eléctrica y agua potable. El estado actual de las aulas de clase y las salas hospitalarias, en un momento de crisis sanitaria a nivel mundial, es deplorable.
Entonces, según Ricardo Hausmann, las características del Estado actual en Venezuela imposibilita el inicio de una reconstrucción. Ese primer paso se podrá dar luego de completar los tres elementos esenciales: la recuperación del derecho, claridad en el apoyo internacional y la restitución de la capacidad del Estado.
“Para los viejos el énfasis está en recuperar, para los jóvenes está en construir. Por eso tienen un rol determinante en imaginarse la Venezuela que viene”.
Cada generación tiene un rol distinto y, sobre todo, una perspectiva diferente ante las dificultades. Para Ricardo Hausmann las generaciones pasadas, que vivieron en la estabilidad de un Estado de derecho y oportunidad, tendrán en su haber una necesidad de recuperar lo destruido, de arreglar, desde sus escombros, la vida pasada. Los jóvenes, por su parte, acostumbrados a una sola realidad que los ha empujado a la diáspora o la búsqueda de soluciones entre los recovecos de la imposibilidad analizan el futuro desde la construcción de la falta, no desde el retorno a la estabilidad pasada.
Entonces, aunque las alas parecen rotas por las dificultades, el individuo puede resurgir para volar más alto. Una de las maneras que Hausmann ha estudiado en los últimos años en la estructuración del capital del proceso de desarrollo social es el concepto que cataloga como “knowhow” o “saber hacer”, en su traducción al español. Este aspecto sintetiza el verdadero valor de una sociedad, por ser una capacidad que se acumula en el individuo en su conocimiento académico y, sobre todo, en su experiencia laboral. Es un bien individual que modifica el entorno. No puede ser expropiado ni robado. Pertenece a la población capacitada y, aunque las cosas fallen en un lugar, siempre una persona que “sabe hacer” podrá resurgir en otro lugar.
La falta de reconocimiento de este concepto fue una de las causas de la tragedia venezolana. Hausmann explica que, por ejemplo, el despido de 20.000 trabajadores de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) luego de la huelga realizada en 2002 ante la intervención en la meritocracia de la industria fue el primer factor para las destrucción del aparato petrolero. Esas 20.000 personas tenían años de experiencia y conocimiento.
Eran capaces de mantener e innovar en la industria. Tenían el “knowhow”. Al ser despedidas se llevaron, como una maleta en sus hombros, todo el conocimiento que poseían para otros países, para otras industrias, para otros ámbitos económicos. En cambio, la actividad petrolera en Venezuela mermó hasta llegar a 393.000 barriles diarios en julio de 2020, según las cifras de Organización de países exportadores de petróleo (OPEP), la producción más baja desde 1943, cuando la industria nacional estaba en sus comienzos.
Ahora, para evitar nuevamente estos pasos en falso al momento de catalogar la importancia de los oficios, es primordial que la sociedad reconozca las diferencias del ingreso merecidas y reduzca las diferencias de ingreso inmerecidas. Es decir, en una sociedad siempre existirá una diferencia en el ingreso, atada al esfuerzo de cada individuo, pero es importante reconocer cuando esa diferencia tiene una base merecida, como los trabajadores que poseen el “knowhow”. La diferencia inmerecida nace desde el privilegio y el error, donde unos pocos reciben contratos, negocios y son parte de malos manejos que no aportan a la sociedad y, aun así, mantienen una riqueza. Son estados distintos y su confusión puede llevar, como ocurrió en el caso venezolano, al deterioro del aparato productivo.
“Hay una confusión profunda sobre qué significa igualdad. La igualdad es una variable multidimensional. No es igualdad de ingresos, es de derechos ante la vida y ante la ley. Además, es muy importante la igualdad de oportunidades. Que todo el mundo, independientemente del nivel de ingresos de sus padres, tenga la posibilidad de realizarse como ser humano. Esa igualdad de derechos y oportunidades es fundamental”, comenta.
—Afirma usted que no se necesita una sociedad de genios, sino, más bien, una sociedad diversa. En este sentido, ¿qué tan diversa es la sociedad venezolana? ¿Con cuánto conocimiento productivo se cuenta y cómo se podrá rearticular?
—Las sociedades son ricas no por lo que tienen, sino por lo que saben. Es una lección que debemos tener todos los venezolanos. Tenemos muchísimo en el subsuelo: las reservas de petróleo más grandes del mundo; reservas de oro, de bauxita, de carbón, de gas natural y somos un país miserable, un país que se muere de hambre, donde 5.000.000 de personas han decidido irse. Lo que está en el subsuelo no nos hace prósperos. A los países los hace prósperos lo que saben hacer y saben hacer más no porque cada individuo sabe más, sino porque saben distinto. Lo que se sabe en una sociedad no es tanto lo que se sabe en sus escuelas o en las universidad, es, sobre todo, su conocimiento para hacer cosas.
Si me preguntas: ¿cuánto se sabe en Venezuela? Yo te diría poco. Cada vez menos. Érase una vez cuando sabíamos hacer automóviles. Érase una vez cuando sabíamos manejar uno de los complejos de refinación más grandes del mundo, cuando sabíamos manejar un sistema eléctrico que tenía 35.000 megavatios de potencia, ahora con esos hierros no podemos producir 12.000 megavatios.
Érase una vez cuándo en Venezuela teníamos un sector de tecnología de información y comunicación de talla mundial. Érase una vez cuando teníamos una de las fuentes más grandes de patentes en materia tecnológica de América Latina. Érase una vez cuando teníamos universidades que atraían el talento del mundo, ahora el sistema universitario pretende pagar 5 dólares al mes a los profesores. Hemos destruido enormemente la capacidad de conocimiento colectivo que tenía la sociedad. Creo que una de las tareas que quedará es la reconstrucción de eso con el apoyo de todos.
¿Cuánto tardará la recuperación del país?
Antes de pensar en las estadísticas del futuro y en las proyecciones de los años venideros, para Hausmann es importante pensar, ahora, en la crisis de valores presentes en la sociedad venezolana. No solo desde el chavismo, sino también desde la oposición. Cada bando político se defiende con el garrote de la radicalización. No se puede discutir ante un enemigo excluyente con más exclusión. “Yo creo que el reconocimiento de la dignidad de todos, del progreso de todos, de la igualdad en el trato y en la oportunidad, tiene que ser una parte fundamental de lo que nos construye como una nación que se quiere a sí misma”, agrega.
Ahora, para el reconocido economista e investigador, la recuperación no es una acción inmediata, ni siquiera a mediano plazo, pero es posible. “Nosotros llevamos 7 años de crisis y no veo cómo acabemos con la crisis en menos de 10 años. De modo que esta crisis durará, por lo menos, 17 años. Esta será de las crisis más profundas que el mundo haya visto”.
—¿Cuál será el rol de Ricardo Hausmann en la recuperación de Venezuela?
—La historia no la hacen los grandes hombres, sino la hacen los grupos humanos. Yo estaré al servicio de mi país. Me siento muy satisfecho de formar gente que pueda servir a Venezuela. Siempre estaré ayudando para generar ideas para enfrentar los problemas y, si en algún momento, que siempre será breve, me toca una responsabilidad que cumplir, la cumpliré. Pero eso no define mi vida ni es a lo que yo aspiro. Yo aspiro ser útil en formas más duraderas que la figuración.
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