- El equipo de El Diario conversó con Génesis Arocha, una joven productora venezolana que espera incursionar en el séptimo arte. Hace dos años estrenó su primer mediometraje y está trabajando su primera película.
Clara y Lucas están acostados. La cámara sobre ellos muestra los movimientos tenues e imperceptibles de la somnolencia. Luego, los recuerdos aparecen azarosamente y las preguntas, al mismo tiempo, no dejan de subyugar la mente atormentada de Clara. La relación de ambos comienza a fracturarse y, de repente, la fantasmagoría del otro, que pareciera estar, se deja colar por momentos en el transcurso de la historia. Es el mediometraje Retrato de una mente atormentada, dirigido por la venezolana Génesis Arocha y producido por Georgina Jarchaflieh.
El cortometraje establece, según su directora, el encuentro conflictivo entre las decisiones personales y las medidas necesarias para la estabilidad de una relación amorosa. ¿Qué vale más? ¿Qué es más importante? ¿Serán los sueños de un futuro realizable o, simplemente, son quimeras que se difuminan con la dura realidad? Son preguntas necesarias en los 18 minutos que dura el mediometraje.
Génesis Arocha comenta en exclusiva para El Diario que este proyecto inició en el último semestre de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Nunca imaginó que el cine era un sitio posible para ella, tampoco que sería, años después, el lugar de resolución para sus dudas creativas. Era 2017 y el país se veía sumido en una crisis social que todavía continúa. El rodaje duró 6 días y el presupuesto necesario era de 600 dólares. Era mucho dinero para ellos, pero a través de un crowdfunding lograron reunir lo necesario para completar con el proceso de grabación.
Después de la entrega final en la universidad el mediometraje fue nominado al tercer festival internacional Student World Awards California, Estados Unidos, y al primer festival estudiantil Short Film Fest UCAB Caracas, Venezuela, realizado en 2018. Génesis decidió guardar el trabajo realizado. Era su primera apuesta cinematográfica, el inicio, un poco trastabillado, de una carrera y, como suele ocurrir en el mundo artístico, los temores a la crítica son como grandes fantasmagorías. Así como Clara, el personaje principal, deambula entre la venta diezmada de sus pinturas y la sensación imperante en el alma de la creación continúa, se podría establecer que las dudas referentes a lo hecho sobresalen en el plano ficcional.
Un nuevo comienzo
Pasó el tiempo y, por la situación que ocurría en Venezuela, tuvo que emigrar a Estados Unidos como refugiada política. Su padre había sido encarcelado por el régimen de Nicolás Maduro y, luego de su liberación, la persecución se volvió un factor atosigante para todos los miembros de la familia. Solo había una salida: la escapatoria. El país se reducía a un cúmulo de temores e incertidumbres. Quedaban atrás, como una enseñanza perenne, su paso universitario, en el cual pudo reconocer su verdadera pasión y, además, vivir durante cinco años experiencias que la inspiraron a explorar intrincados espacios de la comunicación.
Los recuerdos felices son pocos y momentáneos, entre la nebulosa de nostalgia, tristeza y melancolía que caracteriza la migración forzada. Hace poco, comenta, su abuela murió en Venezuela. Ella no pudo visitar el sepelio ni, tampoco, despedirse por última vez. Solo quedaron, a la distancia, las memorias de una persona que fue importante para su crianza y que construyó con sus enseñanzas la forma que tiene de ver el mundo. Por ella, por sus familiares que permanecen en la incertidumbre de Venezuela, por su Alma Mater que lleva consigo se levanta cada día. “Están presente conmigo en el día a día, gracias a ellos puedo demostrar resiliencia, yo los recuerdo y los llevo conmigo para dar cara a cada reto que se me presente”, dice con entereza Génesis Arocha.
En este momento es productora en el programa de noticias Efecto Naím, conducido por el escritor venezolano Moíses Naím, con sede en Washington D.C, Estados Unidos. Ha sido todo un reto enfocar su trabajo de escritura al acontecer diario, que es cambiante y volátil, pero, comenta, que ha sido una experiencia enriquecedora para explorar sus capacidades y las enseñanzas del periodismo. Mientras tanto, en su tiempo libre, mantiene la disciplina del escritor para trabajar en sus proyectos personales.
El cine: una puerta para la exploración personal
En su niñez y adolescencia el cine era simplemente el entretenimiento de los fines de semana. El medio para apaciguar el aburrimiento de las tardes o para compartir con su familia, pero el punto de quiebre comenzó al inicio de su etapa universitaria, donde tuvo que reconocer la amplitud del séptimo arte y, al final, quedó enganchada en las posibilidades expresivas de la cinematografía.
Para ella el cine es capaz de sintetizar el resto de las artes: la escritura, la pintura, la escultura, la música, la fotografía, entre otras. Todas se entremezclan en el oficio cinematográfico para establecer una obra autónoma. Por eso mismo, aunque las historias y las temáticas se repiten muchas veces, el verdadero objetivo del director es la presentación de una estética propia y darle al espectador una forma distinta de ver las cosas.
Pero el inicio de todo ese proceso es la escritura. En ella, comenta Génesis, se encuentra el primer bastión de lo que vendrá después en la imagen. “Con la escritura tienes un mundo infinito de posibilidades, cuando diriges tus propios proyectos tratas de escribir pensando en escenarios que sean realizables, sobre todo si tienes un bajo presupuesto”.
Asimismo, la trascendencia de un proyecto cinematográfico recae en la capacidad de emular, a través del artificio y de la imagen, las emociones humanas. El papel del guionismo, en este caso, será primordial para fortalecer la unión del resto de las expresiones artísticas y para, además, centrar las posibilidades económicas de la producción.
El cine venezolano, para ella, todavía tiene aspectos amateurs y está en constante renovación. Es una industria que en los últimos años se ha visto apaciguada por la crisis económica que atraviesa el país. En comparación con el cine estadounidense, que Génesis Arocha cataloga como un mercado voraz y abierto, se pueden notar diferencias tajantes. “Creo que la clave en ambos escenarios es prevalecer y seguir produciendo, pase lo que pase”, dice.
Incluso, ese aspecto voraz de la gran industria hollywoodense produce, para ella, una lectura artificial de la realidad. Es un canon que, quizás, en los países de habla hispana no encaja y, por ende, en los primeros retazos de escritura se nota una imposición extranjera al narrar una realidad, digamos, venezolana.
u201cA mu00ed como venezolana me costu00f3 producir algo que no pretendiera ser algo que no es, escuchar en la pantalla a gente joven que hablaba como yo se me hacu00eda extrau00f1ou0022.
La inspiración
Por eso mismo, el fortalecimiento de la industria permite que los creadores jóvenes encuentren una voz identificable. Para ella Claudia Pinto, directora y guionista venezolana, fue una de sus principales inspiraciones con la película La Distancia Más Larga. En ella Pinto narra las peripecias de un niño caraqueño que, entre la violencia citadina, pierde a su madre y encuentra, en una caja de zapatos, una carta de su abuela. Ella está en la Gran Sabana, en el estado Bolívar. Él emprende su camino. La historia es, particularmente, venezolano y eso fue un quiebre importante para Génesis que reconoció en la obra de Pinto la oportunidad.
Lo mismo le ocurrió con la obra de Sofia Coppola, una de las directoras más laureadas en el mundo. A los 13 años, cuando el cine era, simplemente, ese factor de entretenimiento vio Marie Antoinette. Coppola narra, con especial hincapié estético, la vida de la reina consorte de Francia y Navarra en el siglo XVII.
Sus referencias están plagadas por el trabajo de grandes directores. Desde David Fincher, hasta la experimentación histriónica de Gaspar Noé. Es la contraparte del oficio de todo aquel que busca crear y, sobre todo, dirigir. En los últimos meses ha trabajado en lo que sería su primer largometraje. La historia, comenta, está marcada por el encuentro conflictivo entre el bien personal y el bien común.
El camino que tuvo que tomar por la represión política ha sido trastabillado y cargado de memorias, tanto felices como tristes, de un pasado irrepetible. Al mismo tiempo, fue un cambio de enseñanzas que, ahora, se pueden plasmadas en una obra cinematográfica que apenas comienza.
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