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  • El equipo de El Diario conversó con Karina Alarcón, creadora y socia de La Tiendita de Landora, un emprendimiento artesanal que busca llevar alegría a los niños a través de juguetes tejidos

Un juguete es mucho más que un elemento inerte creado para entretener. Es, para los más pequeños, un mundo de posibilidades donde el muñeco es capaz de ser todo lo posiblemente imaginado. Desde un vaquero de grandes aventuras, hasta un osito que, por las noches, brinde tranquilidad. Para Karina Alarcón, creadora y socia junto a su madre de La Tiendita de Landora, todos los juguetes que salen del establecimiento, luego de arduas horas de trabajo, lleva consigo un pedacito del alma de ambas. En estos momentos, cuando los colegios están cerrados y las dificultades se recrudecen por la pandemia por covid-19 un juguete entretejido, de ojos saltones y cuerpo de tela puede ser el punto de contención para los niños de cada hogar. 

Su madre tiene 75 años de edad y la tienda lleva su segundo nombre para honrar, comenta Karina en exclusiva para El Diario, la vocación que ha tenido durante toda su vida para el cuidado de los niños. Ella, por su parte, es politóloga de profesión, pero siempre estuvo cercana a la sapiencia del oficio artesanal de la costura, del tejido con la lana de ovejas merideñas, entre otras cosas. En 2014 comenzó con un emprendimiento en área del tejido y de la juguetería artesanal. El aspecto lúdico de la infancia es, para ella, un momento muy importante en la educación de cualquier ser humano y, por ende, el juguete tiene un valor primordial para la exploración emocional. 

Contacto. Instagram: @latienditadelandora.

Las primeras piezas, quizás, no tenían la conceptualización que vendría con los años, pero la idea de brindar alegría a cada niño es algo que nació en la hechura del primer juguete tejido de La Tienda de Landora. Entre Karina y su madre han logrado conformar un referente en la comercialización de la juguetería tradicional, con materia prima de los páramos andinos, como la lana de oveja del pueblo de Mucuchíes. 

Por eso nos llamamos juguetería artesanal textil Landora, donde todos nuestros juguetes tienen alma. Cada pieza que sale del taller tiene alma, porque dejamos un pedacito nuestro en ellos. Así lo sienten nuestros clientes también. Es una tienda con concepto, con propósito, que educa. Nuestro deseo es que sea un proyecto a gran escala”, agrega.
Tiendita de Landora
Foto: La Tiendita de Landora

Luego de la inauguración en 2014 tuvieron la posibilidad de llevar su trabajo a distintas ferias de emprendimiento artesanal en Venezuela para dar a conocer la idea y, sobre todo, la calidad de cada producto. Uno de los momentos que Karina recuerda con especial cariño en los primeros años de la marca ocurrió en Caracas cuando, ella y su madre, fueron invitadas a participar en una feria en el Teatro Teresa Carreño junto a 200 emprendedores más. “Fue el primer impulso para la trascendencia de la marca”. 

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Uno de los productos más icónicos de la marca, puntualiza Karina, son los libros bordados: escritos con hilo y aguja, hechos con tela, durante más de 140 horas de trabajo. Cada minuto que lleva la hechura del producto le inyecta, para ella, una sensación especial en comparación con la manufactura agilizada y mecanizada de las grandes empresas. En el paso de cada hilo por la tela, que se entremezcla, al mismo tiempo, con las emociones del bordador existe una conexión que será recibida, posteriormente, por el niño que escoja el libro para leerlo. 

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Tenemos uno que es el consentido de la marca que se llama La Semillita. Es un cuento en el que trabajé durante dos meses y medio, todos los días. Es una pieza que me ayudó muchísimo en su momento porque fue un catalizador para todas las emociones que vivía. Fue un proceso terapéutico y, además, ha tenido una gran aceptación por nuestros clientes”, dice Alarcón.

Ahora, para lograr la expansión de la propuesta y brindar un producto de la Tiendita de Landora, hecho por ella y su madre, lograron incorporar nuevos juguetes al portafolio. Los libros, aunque especiales, reclamaban un tiempo de hechura muy extenso para ellas. 

“Tenemos distintas líneas de trabajo: en primer lugar están los libros bordados; después siguen los muñecos sensoperceptivos o de las emociones, que funcionan para manifestar y legitimar las emociones; las muñecas de trapo y, también, muñecos de autor que se realizan de acuerdo a la necesidad del cliente”, comenta. 

La diversificación de La Tiendita ha permitido que la idea primaria de llevar alegría y fe a través de los juguetes se complemente de distintas maneras. Por eso mismo, agrega Karina, realizan cada cierto tiempo un taller de Mandala para mujeres, donde el proverbio “si sana una, sanamos todas” se posiciona como el referente principal de la actividad. Esto permite una repercusión en la educación emocional que se traspasa de la madre a los hijos. 

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Asimismo, realizan una serie de cursos para los niños en los cuales se mantienen como idea principal la expresión de las emociones a través de la artesanía y el trabajo con las manos. Sin distinción de géneros y abogando, desde la trinchera de la juguetería, por la conciencia de los varones en su equilibrio emocional. El alma de los juguetes no solo se nutre de Karina y su madre, luego de las horas de bordado, sino también de cada uno de los niños que lograr externalizar sus emociones a través de la figura de trapo.

“Un osito de peluche no es un juguete para un niño. Un osito es un verdadero amigo, pues ellos simbolizan la seguridad que les brinda el cariño de mamá. Por eso, muchos niños los llevan siempre consigo, otros los abrazan al dormir, ya que el niño el su inconsciente lo asocia con algo que está vivo. Esto los ayuda a gestionar sus emociones y sentimientos en situaciones estresantes, como lo puede ser la oscuridad ante de dormir”, explica la psicopedagoga María Daniela Castillo.

Camino de emprender en Venezuela

La industria del juguete se ha modificado en el país por la crisis social y económica de los últimos años. Karina explica que hace 20 años la mayoría de los productos, tanto en este ámbito como en todos, eran importados. Entonces, la industria estaba manejada, sobre todo, por la producción masificada de juguetes y el cultor artesanal manejaba una fracción diminuta del mercado. 

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Ahora, con la reducción de las importaciones se abrió una brecha para los productores artesanales del país. “Eso, en gran medida, ha dado la posibilidad que empresas emergentes (como nosotros) que estamos realizando un juguete apegado a los valores del amor, de la ternura, de la creación, del alma y el espíritu”, comenta Karina. 

Ante las dificultades del contexto, con la mirada cabizbaja que produce la incertidumbre y las malas noticias la única respuesta que existe, para ella, es la entereza para decidir “hacer” y “rehacer” lo que nunca antes se había pensado. Tiene que ser pitonisa, economista, contadora, bordadora y experta en mercadeo. Todo al mismo tiempo, pero, al final, reconoce que son los sacrificios necesarios para lograr cada una de las metas propuestas. 

La Tiendita de Landora: un emprendimiento de felicidad para los más pequeños
Foto: La Tiendita de Landora

“La industria del juguete tradicional venezolano está creciendo. Nos incluimos en ese crecimiento porque he tenido experiencias de madres que le dicen a sus hijos ‘mira, tienes dos opciones: la muñequita o el osito amoroso, que se le puede cambiar la ropa y es tejido’. Algunos han escogido nuestro producto. La posibilidad de la escogencia es muy importante”.

El crecimiento de la Tiendita de Landora ocurre a la par del crecimiento personal y profesional de Karina que, comenta entre risas, ha tenido que especializarse en distintas áreas para lograr una sinergia total en el negocio. De esta manera, la adversidad se convirtió en un espacio fecundo de oportunidades para los emprendimiento nacionales que, incluso, han tocado miles de puertas alrededor del mundo. Desde Vietnam hasta Qatar, pasando por República Dominicana, España, Estados Unidos, Colombia sus productos han encantado a decenas de clientes.

Un niñito, un osito: una muestra de alegría en el medio de la pandemia

Los primeros 100 días de la cuarentena, entre la incertidumbre y la esperanza de una resolución pronta del virus, Karina decidió esperar para reabrir la tienda física cerca de la Plaza El Espejo, en Mérida. Los días pasaban y, en cambio, la situación parecía más incierta. “al ver que esto no acababa y, para mí, el tema más sensible de la sociedad son los niños, creamos la campaña “un niñito, un osito” porque seguían encerrados en la casa. Esto nace motivado por el concepto de la tienda: crear alegría y ternura a través de nuestros juguetes”, agrega. 

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La idea del proyecto es sencilla: un padrino, en Venezuela o fuera del país, puede comprar un osito que tiene un tiempo de realización de 8 horas para ser entregado a los niños de varios sectores de la capital merideña. El osito llevará el nombre del padrino y una carta para dar a entender la importancia de ese regalo. El primer objetivo era de 50 ositos para 50 niños, pero la recepción de la gente fue abrumadora y, al final, fueron 100 ositos para 100 niños en las zonas de El Espejo, El Sagrario y Barinitas. 

El mensaje del proyecto llegó a países que Karina nunca imaginó, como Qatar y Vietnam. Cada uno de los padrinos es capaz, desde la distancia, de brindar un momento de felicidad y certeza para los niños. La Tiendita de Landora, comenta, realiza este procedimiento sin fines de lucro porque el precio de apadrinamiento cubre, solamente, los gastos de producción. “Lo hacemos motivadas por la ayuda colectiva: tú puedes apadrinar, nosotros como empresa podemos hacerlo un poco más económico y el niño es el beneficiario total de la pieza”. 

La Tiendita de Landora: un emprendimiento de felicidad para los más pequeños
Foto: La Tiendita de Landora

La relación del oso de peluche y los momentos de dificultad se remonta, relata Karina, a los momentos de guerra. El padre antes de irse a las cruentas batallas, dejaba un oso de felpa en las manos de su hijo para que las emociones de la ausencia, la lejanía y el desamparo fuesen apaciguadas por la figura simbólica del juguete. “Esto le permite (al niño) adaptarse mejor a los cambios e incrementa su capacidad natural de resiliencia”, agrega la psicopedagoga María Daniela Castillo. 

Luego de la primera edición, donde las expectativas fueron superadas, Karina encontró que los niños y su familias necesitaban, muchas veces, otro tipo de ayuda. La situación actual del país se agravó con el impasse de la pandemia y las familias se debaten entre la enfermedad y el hambre. Por eso mismo, ella decidió ampliar el rango de ayuda en la segunda edición: más allá de un osito de peluche, el padrino podrá ayudar con ropa en buen estado, alimentos no perecederos, otro tipo de juguetes o insumos de higiene personal. Por ahora, se continuará con la recolección y la meta es hacer la entrega de todos los utensilios a finales del mes agosto en la zona de San Jacinto, con el cumplimiento de todas las medidas de seguridad sanitaria. 

La Tiendita de Landora: un emprendimiento de felicidad para los más pequeños
Foto: La Tiendita de Landora

Cada acción realizada por el corazón de La Tiendita de Landora, recalca con especial ahínco Karina, ocurre por la necesidad de brindar alegría, fe y certeza a cientos de niños. Diría el poeta Armando Rojas Guardia que el oficio cristiano se entiende, sencillamente, en el gozo de ayudar al otro. Esto es, quizás, lo que mueve las manos de Karina y su madre que trabajan diariamente, con los hijos y agujas en manos, para crear un objeto que brinde bienaventuranza. 

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