- Antoni Maia se levanta todas la mañanas para trabajar y luego buscar casos de personas que necesitan ayuda, sin importar cuál sea su nacionalidad
Con su traje y bolso de color verde fosforescente, un casco y una moto, Antoni Maia sale a diario a cumplir con su labor en Santiago de Chile. Es un repartidor venezolano en Chile, pero su pasión es poder ayudar al prójimo. La crisis que originó la pandemia fue el momento en el que sintió que podía dar apoyo a quienes más lo necesitaban.
“Todo empezó un día con mi prima (…) Desde una cuenta en Instagram empezamos a ayudar con mercados en Venezuela, pero ahí aún no había salido a la calle. Empecé a trabajar como repartidor y así nació ‘Un delivery de parte de Dios‘”, contó Antoni en exclusiva para El Diario.
La labor del repartidor venezolano en Chile se ha viralizado en las redes sociales gracias a sus publicaciones. Sus colaboraciones van desde hacer aportes de dinero, hasta entregar donaciones como bicicletas. Estas destacan porque así ayuda a otros connacionales para que puedan trabajar en Chile, usándolas como su medio de transporte.
“A mí no me entregan dinero. Se lo dan directamente a la persona que lo necesita y es ella quien decide cómo aprovecharlo”, aclaró.
Trabaja como repartidor desde las 9:00 am hasta la 1:00 pm, para poder hacer 15.000 pesos diarios (20 dólares). El dinero le permite enviar apoyo económico a Venezuela y cubrir sus gastos en la nación sureña. Luego de cumplir con su trabajo, se dedica a hacer labor social.
“Estoy que colapso. Antes trabajaba mucho para ganar muy bien, pero ahora solo cumplo unas horas (…) Al principio trabajaba de 9:00 am hasta las 11:00 pm; ahora trabajo de 9:00 am hasta la 1:00 pm y me desconecto de la aplicación”, detalló.
Ayudar a los demás ha sido una de las pasiones de Antonio desde hace mucho tiempo. Ver que lo ha logrado en un país que no es en el que nació lo ha llenado de mucho orgullo y fuerza para continuar.
La llegada del repartidor venezolano en Chile
Al igual que muchos migrantes venezolanos, Antoni, oriundo del estado Vargas, salió de Venezuela hace cuatro años junto a su esposa e hijo en busca de una mejor calidad de vida. Ya en el país austral le tocó trabajar limpiando, de copero (persona encargada de lavar las vajillas de un restaurante) y hasta de mesonero. Así fue hasta que se dedicó a ser repartidor.
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En el camino, su pareja tuvo a su segundo hijo, quien actualmente tiene 2 años de edad. Pero la necesidad de poder contar con su familia en ese proceso hizo que ambos tomaran la decisión de que ella regresara a Venezuela con los dos niños.
“A mi esposa le hacía mucha falta su familia. No es fácil tener a dos bebés en un país en el que eres migrante, más cuando estás recién dada a luz. En ese momento solo quieres a tu mamá, a tu papá. Quieres ese cariño de hogar que uno como migrante no tiene”, relató.
Asegura que mantiene muy presente a sus hijos, esposa y madre. Ellos y ayudar a los demás se han convertido en su motor para todos los días seguir adelante.
Un live para recibir donaciones
Instagram ha sido una de las herramientas que ha usado Antoni para divulgar lo que hace. A través de lives muestra los casos de personas que necesitan ayuda y así poder lograr que entre sus seguidores, a quienes llama “ejército de hormiguitas”, aporten las donaciones.
“Nunca me imaginé que con esta iniciativa iba a recaudar tantas cosas en un momento”, mencionó conmovido por la evolución que ha tenido.
Entre sus aliados para difundir su mensaje está el comediante e influencer venezolano Marko Pérez (Marko Música) y el empresario Jesús Gómez Linares (dueño del centro Any Lab Test Now, en Doral, Miami). Pero también cuenta con el apoyo de venezolanos que han creado fundaciones para ayudar a las personas que se encuentran en situaciones precarias, como Raziel Rodríguez, la doctora Diana Rodríguez y Juan García de Funda Impacta.
Además, recibe la colaboración de la empresa de repuestos, accesorios y bicicletas Sandiego Bikes, quienes brindan el espacio de su local para recibir las donaciones.
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“No veo raza ni nacionalidad”
Los seguidores de Antoni lo reconocen a metros de distancia. Recibe saludos mientras transita en su moto y le piden fotos en las calles. Esto se pudo constatar durante la entrevista para El Diario. Distintas personas que iban saliendo de uno de los edificios de la ciudad de Santiago se acercaron para saludarlo, darle la bendición y felicitarlo por la “gran labor” que está realizando. No solo para la comunidad venezolana en Chile, sino también para todas las personas que se encuentren en situaciones precarias.
Entre sus seguidores también se encuentran ciudadanos chilenos, quienes aplauden el arduo trabajo de este venezolano. Además, aseguran que es una situación que “nunca” se ha visto en el país.
“Algo maravilloso que me esta pasando es que los chilenos se están incluyendo y eso cada día me motiva. Yo me paré en un semáforo y un chileno se bajó a abrazarme (…) Algunos empresarios se han sentado a hablar conmigo y me piden que no decaiga, me dicen que aquí nunca se había visto esto”, afirmó.
La labor que Antoni hace también la celebran migrantes de otras nacionalidades, como peruanos y dominicanos.
Sin embargo, este repartidor venezolano en Chile también ha recibido comentarios de personas que se disgustan porque publica cuando entrega las donaciones. Lo mismo ocurre cuando publica a la persona que necesita ayuda.
El último comentario que recibió fue el de un compatriota quien lo amenazó de muerte luego de que Antoni publicó la historia de una adolescente venezolana, de 17 años de edad, quien ingresó a Chile con su bebé en brazos por pasos no habilitados, pero a su esposo no lo dejaron pasar. El video mostraba a la joven con la bebé y a él entregándole una bicicleta para que la adolescente pudiera empezar a trabajar como repartidora y así lograr subsistir.
“El señor fue con lágrimas a pedirme perdón (…) No te lo niego, tenía miedo. Mi mamá y mi esposa estaban mal y me pedían que parara, pero no es que yo no estaba haciendo nada malo”, recordó.
Agradeció además el apoyo que recibió por parte de sus seguidores que le escribieron solidarizándose con él tras este episodio.
Un trabajo arriesgado
Ser repartidor lo ha ayudado a sostenerse económicamente en Chile, pero para Antoni es uno de los trabajos más arriesgados que puede hacer cualquier persona. Quienes se dedican a esta labor deben enfrentarse al peligro de las calles, como la delincuencia y algunos conductores.
Mencionó que recientemente un allegado de él murió luego de que un conductor lo arrolló en una de las vías de Santiago.
“Hace cinco días mataron a un compañero, un conductor se lo llevó por el medio (…) Yo le digo a todos esos familiares que yo sé lo peligrosa que es la calle, valoren lo que su familiar en el extranjero les envía porque hoy estamos y mañana no sabemos”, dijo el migrante con nostalgia.
La posibilidad de regresar a Venezuela
Cuando habla de sus hijos, a Antoni se le iluminan los ojos. Los dos niños, uno de 5 años y otro de 2, son el principal motor del venezolano y a quienes sueña con ver muy pronto. Al igual que a su esposa y mamá, a quien no ve desde que migró, hace cuatro años.
Aseguró que su proyecto de “Un delivery de parte de Dios” aún tiene muchos compromisos que cumplir en Chile. “Aunque sea hasta diciembre”, agregó.
Antoni habla con firmeza y sentimiento, su mirada nunca decae cuando conversa. Recibe a todos los que lo quieren saludar con una sonrisa. Sabe que lo está haciendo bien, con amor. Sus seguidores alrededor del mundo esperan que lleve “Un delivery de parte de Dios” a otras naciones, y no descarta llevar su proyecto a Venezuela, cuando finalmente regrese para encontrarse con los suyos.
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