- Nieves Peña es la fundadora de esta fundación que tiene como objetivo ayudar a los animales, y también a las personas en situación de calle
Mi primer rescate es una fundación que da una segunda oportunidad de vida a los animales en condición de calle en Valencia, estado Carabobo. Su labor consiste en rescatar a los más necesitados y, luego de pasar por un proceso de recuperación en el refugio, buscar un hogar donde ellos puedan ser amados.
Su fundadora es Nieves Peña, una joven venezolana de 22 años de edad oriunda de esa ciudad. Actualmente estudia mercadeo en la Universidad José Antonio Páez (UJAP) y es auxiliar veterinaria, labor en la que desempeña su dedicación y amor profundo por los animales.
En la actualidad hacen vida en el refugio 63 perros y han tenido un límite de 70, también reciben gatos, gallinas, cochinos y hace poco rescataron a una lapa que iban a matar. Son cientos de animales que han ayudado.
Además, todas las semanas realizan jornadas de aliemntación para las personas en situación de calle y se dedican a brindar ayuda a los abuelitos del Asilo San Martín de Porres, ubicado en Naguanagua.
Luego de casi seis años de dedicación, el pasado miércoles 17 de marzo se convirtieron oficialmente en una fundación registrada.
La historia del primer rescate
“Mi primer rescate” nace en el año 2015 en la ciudad de Valencia, durante la época de las protestas antigubernamentales. Un grupo de jóvenes tenían un proyecto denominado “regalando esperanza”, donde repartían aproximadamente 280 platos de comida todos los domingos a las personas en situación de calle.
“Junto a ese grupo se unió mi compañera Stephany, quien despertó en mí el amor por los animales el cual ya existía. Pero en esos momentos vi más allá la necesidad que ellos pasaban en la calle, sobre todo en esa época donde las bombas lacrimógenas y los perdigones les afectaba a ellos también. A la hora de salir a repartir comida a las personas, también salíamos con patas de pollo, arroz y comida para los perritos”, relata la fundadora.
Un día los integrantes del proyecto se encontraban repartiendo comida para los pacientes del Hospital Universitario Dr. Ángel Larralde (HUAL). Nieves observó en un hueco a una perrita mestiza muy flaca que recién había dado a luz; no tenía comida. “Mi amiga Stephany ya tenía varios perros en un refugio y le dije: ‘hay que llevarla para allá urgentemente’. Así que quedamos en recogerla al siguiente día”, dice Peña.
Al otro día fueron a buscarla y para sorpresa de ellas los cachorros de la perra ya no estaban ahí, se los habían llevado. “Solo pudimos rescatar a Guarimba, que se llama así por todo lo que estaba sucediendo en Venezuela en ese momento. Ella es mi primer rescate. Todavía está viva, es una perrita feliz y esterilizada, se encuentra viviendo en el refugio”, cuenta con mucha felicidad la proteccionista.
“Solo pudimos rescatar a Guarimba, que se llama así por todo lo que estaba sucediendo en Venezuela en ese momento. Ella es mi primer rescate. Todavía está viva, es una perrita feliz y esterilizada, se encuentra viviendo en el refugio”, cuenta con mucha felicidad la proteccionista.
En la Fundación Casa Martínez Sobre la Roca, les abrieron las puertas para poder tener los perros que rescataron después de Guarimba. “Los dueños son personas adultas y no manejaban las redes sociales, les dije: ‘déjame tener a mis perritos aquí y yo te ayudo a mejorar la estructura, cambiar el piso de tierra y mejorar las condiciones para los animales’. Así fue como junto a esa fundación somos los dueños del refugio”, comenta.
Los abuelitos también son una prioridad
“En la fundación tratamos de ayudar mucho a los indigentes porque son personas que no tienen nada y a veces nosotros tenemos la posibilidad de darles un buen provecho, un par de zapatos, unas bonitas palabras. Hay muchas personas en la calle que tienen pensamientos negativos, de quererse quitar la vida, gente que no quiere seguir viviendo así”, asegura.
Un ejemplo de ello, es el caso del señor José Fernández, quien pasó de ser un indigente a residir en el Asilo San Martín de Porres gracias a todo el esfuerzo del equipo para sacarlo de esa mala situación.
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En ese lugar hacen vida aproximadamente 40 abuelos entre hombres y mujeres, en Mi primer rescate tratan de hacer comida para ellos todos los domingos.
“En el equipo somos cinco personas principalmente, pero siempre somos un grupo de 12 personas más los voluntarios que se agreguen. Yo publico en las redes sociales o en mi WhatsApp el día que vamos a salir a repartir comida y la ayuda que necesitamos. A veces no tenemos gasolina para movilizarnos y repartimos la comida en bicicletas; se arma un equipo bien grande y bonito, todo para hacer el bien”, agrega.
“El Negro”: un caso muy especial
Son muchas las historias que Nieves Peña guarda en su memoria durante todos estos años de trabajo. Para ella uno de los casos más especiales es la del “Negro”, un perro que presentaba una miasis (enfermedad parasitaria ocasionada por larvas de mosca que afecta los tejidos y órganos de vertebrados) muy grande en su cráneo, y que había sido rescatado en el Hospital Universitario Dr. Ángel Larralde (HUAL).
“Lo conseguimos entre unas matas, ya se estaba muriendo y aun así me lo traje para mi casa donde lo vio un médico veterinario un domingo por la noche. Le sacamos los gusanos, lo atendimos, le colocamos una vía e hicimos muestras de sangre, todo fue de emergencia. Al día siguiente en el resultado de los exámenes nos dimos cuenta de que el perro estaba muerto en vida, yo dije: ‘no importa, vamos a echarle pichón, vamos a tratarlo’. Yo lo amé desde el primer momento”, confiesa.
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El “Negro” estuvo hospitalizado durante un mes y duró casi tres meses en constantes curas todos los días. Cuando comenzaron a ver mejoría en su herida empezó a vomitar bolsas, le realizaron un eco y tenía una obstrucción aparte del hueco en el cráneo. Por fortuna, no le hizo falta una cirugía.
Luego de que afronta esa situación se le comenzó a hinchar el cuello y le realizaron los exámenes de sangre que arrojaron a una infección.“Tenía todo el cuello lleno de litros de pus, no nos explicamos cómo seguía con tantas complicaciones. Pasó más tiempo aquí en mi casa hasta recuperarse totalmente”, dice.
A pesar de tener casi cuatro años de edad y ser un perro de la calle, fue adoptado y vive feliz en su nuevo hogar.
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El proceso de adopción en el refugio
Las personas que desean adoptar en el refugio de la fundación Mi primer rescate, pasan por una investigación que se realiza a través de las redes sociales para verificar sus perfiles. Luego de eso tienen una entrevista por teléfono donde el equipo realiza varias preguntas y, dependiendo de lo que respondan, buscan la mascota más adecuada.
Para Nieves, adoptar es cambiarle la vida a un ser vivo que merece ser feliz y lo más maravilloso que puede hacer el ser humano.
“Tienen que visitar a la mascota para ver si hay feeling entre ellos. Nosotros creemos mucho en ese amor a primera vista, como cuando el perro mueve la colita y todos esos detalles que te dicen mucho de cómo va a vivir en su nuevo hogar. Si todo sale bien, firmamos un contrato que es obligatorio. Luego de eso se hace un seguimiento muy cercano con los dueños, estamos pendientes de las vacunas en el caso de los cachorros, de las desparasitaciones y de esterilizar y castrar”, comenta.
Peña dice que la única manera de que disminuyan los perros abandonados en la calles es esterilizando y concientizando a la personas de que su perro no necesita novia y su perra no necesita novio. “Los animales no disfrutan tener relaciones, es un instinto de ellos y muchas personas no lo saben. Muchos no tienen conocimiento de que a los machos les salen tumores en sus testículos. En el caso de las hembras sufren de piometra (infección uterina) al no tener cachorros”, explica.
“Se están llevando a un animal al cual nosotros le dedicamos tiempo, amor, cuidados y donaciones de parte de las personas que colaboran y confían en nosotros. A todos los perritos del refugio mínimo se les hace consulta y exámenes de sangre. Todo eso es dinero hoy en día, dinero que nos cuesta que nos donen. Cuando alguien adopta no es cualquier cosa, se está llevando un hijo de la fundación”, sostiene.
—¿Qué acciones se pueden tomar contra los casos de maltrato animal?
—Tenemos muchos casos de maltratos, personas que no quieren a sus mascotas y lo tienen llenos de garrapatas, en un porche pasando frío y sol. Para tener un perro así sencillamente no lo tengas, ya eso es maltrato. Gracias a Dios hoy en día se está tomando en cuenta y penalizando el maltrato animal con cárcel, tenemos la validez de la ley, nos avala lo que nosotros estamos haciendo. Pueden ir a la sede de la Policía Municipal de Valencia, te toman la denuncia y te acompañan a retirar la mascota del lugar donde es maltratado.
—¿Cómo se puede ayudar con la fundación?
—Nos pueden ayudar siguiéndonos en las redes sociales, en Instagram como: @miprimerrescate y en Twitter aunque no lo usamos frecuentemente por falta de tiempo. Esta labor es dedicación de día y noche, hay que difundir, etiquetar a las personas y regar la voz de lo que hacemos. Las donaciones pueden ser monetarias o en físico como los insumos médicos descartables: guantes, tapabocas, entre otros. También recibimos medicinas, sábanas, toallas, alimentos, perrarina, arroz picado y todo lo que pueda ser de provecho para los animales.
—En nuestras redes tenemos los datos de las cuentas nacionales y del extranjero, todos los aportes se reúnen y se utilizan para pagar las deudas que tiene la fundación. Nosotros tenemos deudas porque no nos cerramos a la hora de querer a ayudar un perro. Por ejemplo: en el lugar donde hacemos los rayos X nos dan 24 horas para pagar, nos hacen el examen, pero tenemos la deuda. Así sucede también con los medicamentos. Invito siempre a las personas que hagan voz de estos seres que no hablan y dicen con su mirada lo que sienten. Nosotros tenemos que ser la voz de ellos. Yo me dedico a esto al 100% , amo lo que hago y trato de que las demás personas entiendan que ellos lo merecen.
A pesar de la situación actual del país y de los gastos que esta labor implica, surgen iniciativas como la de Nieves Peña para que cualquier persona o animal en situación de calle pueda recibir la ayuda que necesitan.
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