- Aunque las cifras oficiales no han sido precisas, las estimaciones varían entre 700 y 50 mil muertes debido al deslave causado por intensas lluvias que arrasaron con viviendas y comunidades en las parroquias de Macuto, Naiguatá y Caraballeda | Fotos: David Ocanto / El Diario
El 15 de diciembre de 1999, el estado Vargas, denominado actualmente La Guaira, vivió una de las tragedias más devastadoras de su historia.
Las lluvias torrenciales de esa semana provocaron el colapso de El Ávila y el deslave que arrastró montañas de agua, rocas y escombros hacia las poblaciones costeras, dejando un rastro de destrucción.
A 25 años de esa catástrofe, muchas de sus huellas aún se mantienen presentes en el paisaje y la memoria colectiva.
La transformación de La Guaira: entre luces y cicatrices
A lo largo de las últimas décadas, La Guaira ha renacido en algunos sectores. Las avenidas y las zonas costeras han recuperado su brillo, con nuevos comercios, proyectos turísticos y una imagen renovada que evocan sus tiempos de esplendor.
Sin embargo, en las áreas más remotas, el recuerdo de aquella semana fatal sigue vivo. En lugares como Macuto, Naiguatá y Caraballeda, las cicatrices de cemento y la naturaleza recuperando su espacio siguen siendo testigos de lo perdido.
En la ruta hacia Naiguatá, la memoria de Carmen de Uria, un pueblo que desapareció bajo las aguas, persiste en las ruinas que salvan parte de la historia.
El sueño de Felipe Gagliardi de construir una Venecia en la costa caribeña se desvaneció, pero algunas familias aún habitan las laderas cercanas, rodeadas de escombros y recuerdos de la tragedia.
Cada 16 de diciembre, sobrevivientes como Leonel Maldonado celebran una misa en honor a los fallecidos, mientras en el sitio se alzan las ruinas de la iglesia del pueblo y los vestigios de viviendas que quedaron bajo la tierra.
El bosque que reclamó la ciudad
Lo que alguna vez fue Carmen de Uria hoy es un paisaje de bosque y montañas cubriendo lo que antes fueron casas.
A medida que se avanza por las viejas calles, los restos de ladrillos, cerámica y cabillas oxidadas emergen entre la maleza.
Las casas, algunas aún en pie tras el deslave, fueron demolidas en su mayoría para evitar la invasión de nuevas construcciones, dejando tras de sí un vacío habitado solo por la naturaleza.
Mientras algunos sectores de Caraballeda han renacido gracias a proyectos de rehabilitación y nuevos negocios, otros terrenos aún se encuentran en ruinas, como el emblemático edificio cerca del Club Parque Mar.
Aunque la zona ha sido restaurada en su mayoría, los vestigios del deslave siguen presentes, con estructuras abandonadas que permanecen como recordatorios de la tragedia.
En Macuto, la Pensión Guánchez, una antigua casona del siglo XIX, sigue de pie, recordando la magnitud del desastre.
A pesar de que la estructura fue gravemente dañada por las aguas de la quebrada La Veguita, sigue siendo un símbolo de resistencia para aquellos que sobrevivieron al desastre.
Los comerciantes locales, como Manuel Calaca Moleira, cuya familia sobrevivió al desastre, siguen luchando por mantener viva la memoria del desastre y reconstruir lo que fue destruido.
Al subir hacia la montaña de Macuto, el barrio La Veguita muestra las huellas más profundas del deslave. Muchas casas quedaron sepultadas bajo la tierra y otras permanecen semienterradas, como monumentos al desastre.
En lo alto, la urbanización Moctezuma es testigo de las reconstrucciones sobre las ruinas de lo que fue. Arturo Acosta, uno de los residentes que volvió a su hogar tras el desastre, revive constantemente aquellos días de horror, mientras otros aún luchan por mantener sus recuerdos y sus hogares intactos, a pesar de la amenaza constante de los ríos cercanos.
Veinticinco años después: reconstruir no solo es material
La tragedia de 1999 dejó marcas físicas y emocionales en los habitantes de La Guaira.
Aunque algunos sectores han sido reconstruidos, muchas zonas siguen siendo un recordatorio constante de lo que se perdió, de lo que quedó bajo las aguas y los escombros.
Para los sobrevivientes, la tragedia no solo se trata de escombros y ruinas, sino de historias de resistencia, de cómo, a pesar del dolor, siguen adelante en busca de una vida reconstruida entre las cicatrices del pasado.