- Los padres hicieron lo posible por brindarle un día de alegría a sus hijos pese a los elevados costos de los trajes alusivos a superhéroes y princesas
El lunes de Carnaval comenzó con varias nubes sobre Caracas que insinuaban que una tormenta venía en camino. Pese a eso muchas familias se habían preparado semanas antes para salir con los niños a disfrutar de estos días.
El clima fue una constante desde el sábado 26 de febrero, pero los caraqueños insistieron en que eso no les arruinara el Carnaval. Los padres con bebés y niños pequeños aprovecharon las primeras horas del día para salir. No solo le huían a la lluvia sino a los papelillos, la tangana y los globos de agua.
El bulevar de Sabana Grande es una parada obligada en los paseos carnavalescos. La variedad de comercios, los buhoneros que ofrecen accesorios para complementar los disfraces y los pintacaritas que se instalan en puntos estratégicos de la zona hacen de este espacio un destino típico en esta época.
A las 11:00 am parecía que la amenaza de lluvia había desaparecido. El pronóstico de Google aseguraba aún así que habría una tormenta eléctrica, pero la temperatura en ese sector de Caracas se había elevado.
Estefany Oropeza llevó a su hijo de 4 años de edad a recorrer el bulevar desde temprano. Ese día lo vistió como médico. Dijo que era una pequeña forma de homenajear a los especialistas que han enfrentado la pandemia por covid-19 en el país.
La propuesta del disfraz, señaló, no la encontró tras la vitrina de una tienda, sino que la mandó a confeccionar. Explicó que los trajes que vió en locales costaban entre 30 y 40 dólares.
La improvisación reinó
Arianeilyn Mujica contó que el del lunes 28 de febrero fue el primer paseo de Carnaval de su hijo, a quien disfrazó con un traje de indígena cuyo propietario original era su tío.
En su grupo familiar había dos niños más. Los disfraces de ambos no eran piezas diseñadas para un solo uso en Carnaval, todos fueron improvisados con algunos accesorios para así dar la impresión de que vestían como un pirata y una princesa.
“No buscamos disfraces porque se sobreentiende que están elevados los precios”, dijo Mujica para El Diario.
Comentó además que su familia pensó en un plan que no requiriera de muchos gastos, pero igualmente fuera divertido para los niños: caminar por Sabana Grande, comer helados y terminar la tarde en un parque de Caracas.
Al avanzar por el bulevar, la variedad de trajes aumentaba, algunos eran comprados, otros hechos en casa y muchos más reutilizados de años anteriores. Los hombres araña y las princesas abundaban en los alrededores.
Una de esas princesas se llamaba Adriana Guaramato de 8 años de edad. La niña iba acompañada de su mamá, pero ella prefirió contar su experiencia del Carnaval.
Para el jubilado Óscar Rodriguez, el Carnaval en Caracas ha cambiado mucho. Insiste en que no es como antes de la pandemia y que hace falta más alegría. Expresó que la situación económica influye en ese deterioro. Aclaró que pese a esos factores intenta aprovechar estos momentos con su familia.
“El disfraz de la niña tiene como tres años, se lo habíamos guardado y aún le sirve, porque ahorita sinceramente no se pueden comprar, ahora valen como 25 dólares. Pero ellos son niños y no hay que quitarles su alegría que es esto, el Carnaval, ojalá hubiera más momentos así”, expresó Rodríguez.
A falta de máscaras, los pintacaritas complementaron los disfraces
A pocos metros de la estación Plaza Venezuela del Metro de Caracas, un grupo de pintacaritas improvisó un puesto para ofrecer sus servicios. Gabriel Aguilar es uno de los jóvenes que cumple esta labor. Le explicó a El Diario que todos forman parte de una agencia de festejos y durante Carnaval van a varias partes de la ciudad.
“Venimos para compartir con nuestros clientes y con todas esas personas que vienen de diferentes partes de Caracas para, a pesar de la situación, divertirnos en estos tiempos”, agregó.
El joven indicó que desde el viernes 25 de febrero tuvieron una buena cantidad de clientes, que los niños se habían portado de la mejor manera y el ambiente ha sido agradable. Añadió que la mayoría de las niñas pidieron un dibujo de mariposa o hada en sus rostros, mientras que los niños prefirieron un maquillaje similar a la máscara del hombre araña.
El servicio de pinta carita y globomagia tenía un costo de $1, pero los niños también podían compartir y tomarse fotos con personajes como Mickey Mouse o Barney sin costo alguno.
La fiesta avanzaba
En Plaza Venezuela estaba habilitado un nuevo espacio recreacional, en el que los niños podían hacer actividades físicas diferentes. Este espacio también estaba decorado con arlequines y hongos, la temática que eligió la Alcaldía de Caracas para estos carnavales, así que las familias aprovechaban el lugar para tomar fotografías.
Desde lejos llama la atención una torre rectangular armada con andamios. De un lado tiene un muro para escalar y hacia otro un cable largo con el que los niños podían lanzarse en tirolesa con ayuda de arneses.
Colchones inflables, trampolines y burbujas gigantes eran otras opciones para niños más pequeños.
Lieska Damelio llegó a la plaza junto con su esposo y sus tres hijos. Antes de probar algunos de los juegos se acomodaron en una banca para tomar fotos que compartieron en sus redes sociales.
Aseguró que la decoración en las calles es lo que más le ha gustado de estos carnavales, por lo que entre sus planes estaban fotografiar a sus niños junto a los adornos.
El padre considera que los Carnavales son una oportunidad para que los niños puedan salir a jugar sin preocuparse por el covid-19. Insistió en que no siente temor porque los contagios han bajado y cada día ve más gente en la calle como si no existiera la pandemia.
Una ola de personas en Los Próceres
Desde el paseo Los Ilustres se veía como cientos de familia caminaban con dirección a Los Próceres, mientras más avanzaban menos espacio había para moverse.
La cantidad de personas que se dirigían hasta allá hacían que el tráfico de automóviles también colapsara. Cuando ya eran casi las 2:00 pm, las nubes de lluvia volvieron a asomarse.
Un letrero multicolor que decía “Bienvenidos a los Carnavales 2022” recibía a quienes querían pasear en Los Próceres, aunque antes los visitantes debían proporcionarles su número de cédula a un voluntario de la misión chamba juvenil.
Según el encargado de los voluntarios, los jóvenes estaban implementando el semáforo covid-19. Sin embargo, a ninguno de los visitantes se les solicitó el carnet de vacunación.
Una comparsa y un concierto estaban en la programación del lunes de Carnaval, pero una primera llovizna paralizó a quienes estaban en el sitio. Minutos después escampó.
Las personas siguieron caminando hacia el final del paseo, algunos se detenían a tomarse fotos con los tanques y vehículos militares que reposan en las áreas verdes del lugar. Otros preguntaban por los costos de los que había para comer y beber en el lugar.
Cachapas, hamburguesas, pasteles andinos, pizza, postres, incluso cerveza eran algunas de las opciones para elegir. Sin embargo, familias como la de Sabrina Mendoza, una adolescente que fue con su mamá y sus hermanos Los Próceres, que prefirieron llevar su propia comida para reducir gastos.
“Ya hemos venido antes y a mis hermanos les gusta venir y jugar con los monopatines y la bicicleta, entonces nos gusta el ambiente, los árboles y la naturaleza”, detalló.
La joven contó que los disfraces de sus hermanos y su mamá eran de años pasados: su hermano se vistió como uno de los personajes de La Casa de Papel, su hermana se vistió como Rapunzel y su mamá como otra princesa. Ella prefirió solo usar unas orejas de Minnie Mouse.
Una segunda llovizna atentó contra la celebración que mantenían los caraqueños en Los Próceres. La respuesta de quienes paseaban fue buscar donde resguardarse: toldos, árboles e incluso las fuentes apagadas sirvieron de refugio cuando la lluvia arreció un pocos. Nuevamente paró luego de unos minutos.
Los caraqueños fueron insistentes y continuaron en el sitio pese al clima que llegada las 2:30 pm decidió desatar una tormenta con vientos fuertes. Así que algunos prefirieron abandonar la zona.
Cuando la fuerza de la lluvia aumentó, los edificios, centros comerciales y comercios cercanos se llenaron de personas disfrazadas que huyeron del agua. Muchos de ellos, ya empapados, esperaron a que el clima mejorara un poco para trasladarse hasta sus hogares e intentar el día siguiente salir nuevamente.