- Con motivo del día de las madres, El Diario conversó con Mildred Machado, quien es médico, para conocer cómo compagina su profesión con su rol de mamá. Este año, con la pandemia del Covid-19, todo se ha complicado, pero ella sigue sin rendirse
El 13 de marzo fue un día de alegría y preocupación para Mildred Machado, médico residente del hospital J.M. de los Ríos, en Caracas. En la tarde se enteró de que se habían confirmado los dos primeros casos de Covid-19 en Venezuela y esa misma noche recibió la visita de su hijo Cristóbal (de 11 años de edad), quien había viajado desde Apure, donde vive con su papá y sus abuelos, para pasar el fin de semana juntos.
Aunque la noticia de ese viernes fue impactante, al día siguiente Mildred y Cristóbal continuaron con sus planes: salir, comer helados y visitar a unos amigos en La Guaira, estado Vargas. Eran casi las 11:00 pm cuando ambos llegaron a la residencia de la médico y casi inmediatamente se acostaron a dormir sin saber nada más sobre qué ocurría en el país.
A la mañana siguiente el papá de Cristóbal llamó muy temprano. Dijo que estaba llegando a Caracas para buscar al niño, porque habían decretado una cuarentena y los accesos a la ciudad iban a ser cerrados. En ese instante Mildred se dio cuenta de que todo era más grave de lo que parecía.
Esa despedida llena de miedo e incertidumbre ronda por su mente cada día y es por este motivo que la médico realiza cada una de sus actividades con sumo cuidado, con la esperanza de mantenerse saludable y volver pronto al lado de su hijo.
Aunque su trabajo como médico usualmente la mantiene alejada de Cristóbal, esta es la primera vez que pasa más de 20 días sin poder abrazarlo.
Mildred se convirtió en madre a los 16 años de edad, justo cuando terminó el bachillerato y esperaba un cupo universitario para estudiar Medicina. Sin embargo, su nuevo rol no le impidió seguir con su sueño y llevar ambos aprendizajes en paralelo.
Luego del nacimiento de Cristóbal, Mildred aprendió todas esas cosas nuevas para las madres primerizas, pero también tuvo que lidiar con alergias e intolerancias que la hicieron mucho más cuidadosa en todo lo que giraba en torno al bebé.
Durante los primeros meses analizó sus opciones y realizó todos los trámites para iniciar sus estudios de Medicina en la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (Unerg) en Guárico, donde también estudiaba el papá de Cristóbal.
Cuando su hijo cumplió cuatro meses se fue con él a San Juan de Los Morros para comenzar su carrera universitaria. Allá lo cuidó su abuela materna, pero ella también debía llevarlo cada tres horas a la universidad para alimentarlo, porque la intolerancia a la lactosa no le permitió tomar ninguna fórmula.
La médico aseguró que las presiones de la vida universitaria también le impidieron extraerse leche, por lo que los bancos de leche materna tampoco fueron una opción. Así fue su rutina durante el primer año de su hijo.
El resto de su carrera estuvo llena de viajes entre Guárico y Apure y durante ese tiempo recibió el apoyo incondicional de su mamá y quien en aquel momento fue su suegra, a quienes ella describe como madres ejemplares y abuelas maravillosas.
Una dura decisión
Tras graduarse en Medicina, Mildred hizo su año rural en la misma localidad donde vivía su familia, lo que le permitió compartir mucho más con Cristóbal. Sin embargo, ella ya había tomado la decisión de especializarse en pediatría, lo que significaba volver a separarse por un tiempo.
En ese año previo le dijo a su hijo que debía viajar hacia Caracas para realizar el postgrado en el hospital J.M. de Los Ríos.
“Recuerdo que le dije que solo serían tres años, pero a él no le gustó. El día que me enteré que había quedado seleccionada para el postgrado lloramos mucho y me dijo que otra vez nos íbamos a separar. Fue muy duro para mí porque sentí su dolor, pero luego de hablar con su papá aceptó mi decisión con toda su nobleza de niño”, indicó.
El 1° de enero de 2018 Mildred llegó a la entrada del hospital de niños para su primera guardia del postgrado. Justo antes de cruzar la puerta estuvo a punto de arrepentirse de su decisión, pero se dio cuenta de que no era el momento para abandonar su sueño.
Desde ese momento Mildred se comunica a diario con Cristóbal por teléfono— a pesar de los problemas de conectividad que usualmente presentan las líneas telefónicas— y viajaba cada 15 o 20 días a visitarlo.
Siempre que se iba de Caracas llegaba a Apure en la noche o la madrugada, así que lo ´primero que hacía era acostarse y abrazar a su niño. Luego dedicaban los días a hablar, ponerse al día con el colegio y sus juegos, ver maratones de películas y crear momentos inolvidables. Uno de los recuerdos que más atesora Mildred fue la primera comunión de su hijo.
“Esa vez me fui un sábado en la tarde y llegué el domingo en la madrugada, ese día fuimos a la iglesia en la mañana a la ceremonia, después fuimos a la casa, preparamos el almuerzo y en la tarde tuve que cambiarme para venirme a Caracas y trabajar el dia siguiente. Fue un viaje agotador, lloré muchísimo de ver como mi hijo está creciendo y pensar que podía perdermelo me iba a partir en pedazos, pero contra todo pronóstico pude estar allí”,
Planes interrumpidos
En diciembre de 2019, Mildred le dijo a su hijo que 2020 sería el último año que pasarían separados porque ya terminaría la especialización en Caracas, pero la llegada del coronavirus de Wuhan a Venezuela cambió todo.
Durante este tiempo las llamadas entre madre e hijo se duplicaron, también las lágrimas y el deseo de volver a abrazarse.
En sus conversaciones, Cristóbal le pide que se cuide mucho y le confesó que le tiene miedo al nuevo coronavirus, porque ha escuchado que ha matado a muchas personas en el mundo, así que él usa constantemente un tapabocas y se lava las manos cada vez que puede.
“Hay días que se siente de mejor ánimo y otros que está muy triste, por suerte mi familia vive en un pueblo pequeño y puede estar con sus dos abuelas y gracias a Dios allí hay muy pocos casos”, agregó.
A pesar de que la distancia la afecta emocionalmente, Mildred sabe que en este momento lo mejor es estar lejos de sus seres queridos, porque ella es personal de salud y corre mayor riesgo de contagio ante el Covid-19.
“Creo que no podría dormir tranquila pensando en que lo pudiera contagiar, así cumpla con todas las medidas de higiene sería exponerlo”, explicó la madre.
En estos dos meses, el trabajo de la futura pediatra también se ha vuelto más extenuante, porque cada cinco días debe hacer guardias de 24 horas y vive con la constante presión de cuidarse de todo, pues de su salud depende el bienestar de su familia y de sus pacientes.
En sus roles de madre y profesional de salud Mildred habia afrontado pruebas duras, pero admitió que la pandemia del Covid-19 ha sido hasta ahora la más difícil, porque el futuro de los ciudadanos todavía es incierto. Mientras tanto la médico seguirá aportando su grano de arena en la lucha contra el virus que ha trastocado la vida de millones de personas en todo el mundo.