- El equipo de El Diario conversó con varios venezolanos en Madrid, desde comerciantes hasta cocineras, para conocer el impacto de sus tradiciones en la comunidad española
Las tradiciones son el recuerdo latente de la vida en familia. Al emigrar muchos pierden esta posibilidad y se encuentran perdidos y a la deriva, plagados de la nostalgia de los momentos irrepetibles. En España viven, de acuerdo con las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), 390 mil venezolanos que han reconstruido su identidad, sus tradiciones, para darle un lugar y vivir, como siempre lo han hecho, las navidades con una hallaca en la mesa.
Madrid ha sido la ciudad principal de la migración venezolana en España. 67.710 han escogido la capital española para volver a comenzar y esto, de una u otra manera, ha establecido una comunidad activa en el menester cultural, social y económico del país.
Migración venezolana en 2024 en España
El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que en el primer semestre de 2024 llegaron a España 44.000 personas con nacionalidad venezolana, lo que representa una llegada de 241 personas cada día. Los venezolanos son la cuarta nacionalidad porcentualmente de residentes legales en España, detrás de los marroquíes, los ucranianos y los chinos.
Un ejemplo de ello es el ecosistema del Mercado de las Maravillas, ubicado en el distrito de Tetuán, donde los visitantes se encuentran con pasillos que se mueven al son del acento venezolano, de su jerga, y puestos que ofrecen desde empanadas, arepas, cachapas, hojas de plátano, queso telita, queso llanero y una extensa oferta de productos venezolanos.
Los puestos españoles del mercado, aquellos que le han dado forma a la identidad de barrio tan cuidada en la sociedad española, se han adecuado a sus vecinos venezolanos y en la época de las hallacas y el pan de jamón han creado una oferta para ellos. Todos ya conocen el famoso plato porque han visto a miles de personas, con sus pequeños carritos, caminar por esos pasillos en busca de lo necesario, confundidos por los cortes de la carne, revisando la receta familiar para emularla a miles de kilómetros.
Las carnicerías tienen el combo hallaquero, los puestos de víveres venden las hojas y todo lo necesario, los de comida ofrecen su plato navideño. Es un encuentro constante de culturas y, sobre todo, un espacio de memoria para la comunidad venezolana que ha construido una vida en Madrid.
Yenniret De Sousa es dueña de un local llamado Delicias Caracas. Llegó a Madrid hace 4 años con su familia con el objetivo de tener un local propio. Ese mismo año lo logró junto a su mamá y, comenta para El Diario, que ha notado el crecimiento de las tradiciones venezolanas en la ciudad. Todos buscan lo que necesitan para sus hallacas, para su pan de jamón, para su ensalada de gallina y, mientras caminan, van a la par de los recuerdos vividos en Venezuela.
Las hallacas son parte de un bagaje identitario que se mueve con los migrantes venezolanos, estén donde estén. El resto del mundo ha conocido la gastronomía nacional desde el boca a boca, desde la amistad y la inclusión y, poco a poco, esos platos se vuelven uno más en el gusto de los comensales de los países de acogida.
Hallacas en Madrid: un reencuentro familiar desde las tradiciones
El plato navideño se ha popularizado en Madrid. En muchos locales se puede ver su oferta y muchas personas, tanto para hacer un ingreso extra como para reconectar con su terruño, han decidido venderlas a domicilio. Rosalba Sanz es una de ellas. Incluso, podría decirse que es una de las precursoras de las hallacas venezolanas en la ciudad.
Rosalba tiene más de 20 años en Madrid y todos los años desde su llegada ha hecho sus famosas hallacas. Ella llegó en agosto de 2002, en diciembre ya estaba buscando los lugares, pocos y escondidos, para comprar las cosas necesarias para la hechura. En ese momento, relata para El Diario, la comunidad venezolana era muy pequeña en la ciudad y no se encontraban los ingredientes fácilmente. Sin embargo, aunque fuese complicado, era una manera de conectar con sus raíces y mantener un recuerdo latente para su pequeña hija.
Luego, su receta conformada por tres razones, como cuenta, se hizo conocida de boca en boca. Ella nació en Barlovento, pero se crió en Caracas. Era el mismo plato, pero con características diferentes y ella, al momento de crear su sazón particular, mezcló lo mejor de cada una. En todos estos años, narra, ha hecho centenares de amigos a través de las hallacas porque cada cliente, con el tiempo, se convertía en un amigo. Entonces, el plato navideño, más allá de su conexión con el terruño, le permitió crear nuevos vínculos a futuro.
Lisbey Arellano, por su parte, tiene poco tiempo en Madrid. Llegó hace un año con su familia y decidió arriesgarse con la venta de las hallacas en estas fechas. La demanda ha crecido y muchos venezolanos, solos o acompañados, esperan poder comerse una hallaca que les remita al hogar que han dejado.
Para ella, en este primer año fuera del país, las hallacas representan una conexión constante con las tradiciones y un recordatorio de que la identidad se mueve en el corazón de cada migrante. “Lo hice, además de un dinero extra, para mantener nuestra cultura en mi hogar. Mi hija todavía es adolescente y me parece importante que no olvide su país”, explica.
A su vez, ha sido una manera de reconectar con su nuevo hogar, ya que ha podido conocer gente, visitar nuevos sitios y sentir, por un momento, que la distancia no es total. Su receta es una mezcla entre la andina y la caraqueña; de mucho sabor y color.
Las hallacas y la comida venezolana han tomado la ciudad de Madrid y han enriquecido la gran cultura gastronómica de la ciudad. Nadie está exento de conocerlas; de verlas en un cartel y preguntarse por su sabor. Para algunos es un cable directo con Venezuela, con su familia, con sus tradiciones y para otros representa el descubrimiento de un nuevo sabor. Indiscutiblemente la comunidad venezolana, cada vez más numerosa, se ha hecho un lugar paso a paso, tequeño a tequeño y, sobre todo, hallaca a hallaca.