- El columnista de ética de la revista de The New York Times habla sobre si los profesores tienen la obligación de dar más de lo que se espera de ellos. Ilustración de Tomi Um
Esta es una traducción hecha por El Diario de la nota I’m an Underpaid Professor. Can I Do the Bare Minimum?, original de The New York Times.
Soy profesor titular de química desde hace 14 años en un pequeño colegio público regional. Disfruto enseñando y orientando a los estudiantes. Sin embargo, soy mal pagado y cada vez es mayor el sentimiento de que mi pasión por enseñar es explotada por los administradores que toman decisiones salariales. En el pasado, estuve dispuesto a asumir muchas responsabilidades menos atractivas (trabajo en comités, organizar fines de semana de visita para estudiantes prospectivos, reuniones inútiles e interminables, etc.) para avanzar en las nobles causas de la educación superior.
Dado que no se me compensa adecuadamente por mi trabajo, ¿es ético que me enfoque únicamente en los aspectos de mi trabajo que disfruto —como enseñar— y deje de hacer otras tareas onerosas? Al principio de mi carrera, me resentí de los colegas más experimentados que no estaban suficientemente dedicados a la institución y que no se ofrecían como voluntarios para realizar trabajo extra. Ahora me estoy convirtiendo en uno de ellos. Sin embargo, me siento en conflicto al dar menos del 100 %. ¿Qué me aconsejas? (Nombre reservado).
Respuesta del columnista de ética:
Como he observado antes, los colegios dejarían de funcionar si todos hicieran solo lo que sus contratos de trabajo requieren. Y no solo los colegios: hay una razón por la cual “trabajar según las reglas” —hacer solo lo que se te obliga contractualmente— es una forma potente de acción sindical. No sé cómo tu colegio determina los aumentos salariales, por lo que no sé qué tan prudente sería “actuar según tu salario”, como dicen. ¿Podrías negociar un mejor salario para retener este trabajo? ¿O proponerlo resultaría en que te nieguen un aumento de sueldo? Sin duda, estas son preguntas que ya has pensado.
Entiendo tu preocupación de que estarías decepcionando a todos esos colegas que no trabajan según las reglas. Tu acción individual no sería parte de una acción colectiva, y claramente piensas que las personas deberían hacer su parte justa para sostener instituciones de las cuales todos se benefician. (Dado que los estados no financian adecuadamente a los colegios como el tuyo, supongo que tus colegas también son mayormente mal pagados). Pero tú también mereces un trato justo. Y al menos estás completamente comprometido con la parte más importante de tu trabajo: enseñar y orientar a tus estudiantes. No los decepcionarás.
Respuestas de los lectores:
La pregunta de la columna anterior era de un hombre gay que se preguntaba si debía cortar lazos con sus padres fundamentalistas cristianos. Durante la mayor parte de su vida, sus padres lo habían rechazado debido a su sexualidad, pero en los últimos años habían cambiado su comportamiento, incluso expresando su amor por su esposo. Luego, la madre del escritor de la carta y su esposo tuvieron una disputa. Él escribió: “Lo que comenzó como una correspondencia civilizada se intensificó y terminó con mi madre diciéndole a mi esposo que nunca sería su yerno. Mis padres dejaron en claro que, ante sus ojos, nuestro matrimonio era ilegítimo… ¿Tengo alguna obligación de hacer más intentos para cerrar esta brecha abismal?”.
En su respuesta, el columnista de ética señaló: “Lamento mucho escuchar lo que has tenido que soportar. Cualquiera que sean los deberes que tengamos con nuestros padres, no requieren que hagamos todo el trabajo de reconciliación… Sin embargo, hay algo que decir acerca del acuerdo implícito al que llegaste previamente: conformarte con el amor y la estima y no insistas en que tus padres ‘vengan a la luz’. No estoy convencido de que la conexión auténtica de la que hablas requiera que tus padres acepten plenamente la igualdad matrimonial, más de lo que requiere que tú aceptes las opiniones de tus padres sobre la pureza y la santidad. A menudo, mantener cierta distancia de nuestros familiares puede ayudarnos a mantenernos unidos.” (Lee la pregunta y respuesta completa aquí).
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El bienestar del esposo del que escribió la carta se pasa por alto en la respuesta. La familia del escritor es intolerante y se comporta como tal. Aunque es su elección tener contacto con su familia, el principal problema aquí parece ser si exponer o no a su esposo a expresiones de falta de respeto y odio. —respuesta de Ángela.
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“A menudo, mantener cierta distancia de nuestros familiares puede ayudarnos a mantenernos unidos (en referencia a la pareja)”. Esta declaración del columnista de ética me pareció tan verdadera que me hizo llorar cuando la leí. Realmente es una manera encantadora de enmarcar una corrección complicada en las relaciones familiares. Gracias. —respuesta de Leslie.
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Opino que el columnista de ética ha errado en esta respuesta, dándoles demasiado margen a los padres del escritor. Han exigido que su hijo tolere su intolerancia a cambio de una forma tibia y condicional de “aceptación”. La religión no es una excusa para su comportamiento y si solo pueden amar a alguien que acepte su definición de “pecado”, entonces han cerrado sus corazones y mentes a la posibilidad de una relación positiva con su hijo. —respuesta de Marie.
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La respuesta al hombre gay cuyos padres se niegan a reconocer su matrimonio se pierde en los detalles. Una pregunta simple puede tener una respuesta simple. La respuesta a “¿Estoy éticamente obligado a reparar una relación con los miembros de mi familia que me rechazan?” es un simple “No”. —respuesta de Andrew.
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Las circunstancias descritas en la pregunta parecían extrañamente similares a las mías, aunque yo venía de una familia católica fuerte. Cuando les dije a mis padres, a los 35 años de edad, que era gay, cortaron el contacto conmigo durante siete años. Con el tiempo, se desarrolló una relación “con distancia”, como sugiere el columnista de ética. Ahora tengo 70 años de edad y mis padres fallecieron hace una década. Estoy profundamente agradecido de haber tenido esa relación hasta su muerte y animo al escritor de la carta a buscar formas de no cerrar la puerta a esa posibilidad. —respuesta de Arthur.
Traducido por José Gregorio Silva