- El aumento de las temperaturas en una parte del mundo parece haber reducido la población de parásitos, lo que sugiere otra forma inesperada en la que el cambio climático daña los ecosistemas
Esta es una traducción hecha por El Diario de la nota You May Miss These Parasites When They’re Gone, original de The New York Times.
Los científicos estudiaron 699 especímenes de peces recolectados entre 1880 y 2019 en los sótanos del Museo Burke de Historia Natural y Cultura en Seattle. Son “cápsulas de tiempo de parásitos”, comentó una científica. Foto: Katherine Maslenikov / Museo Burke de la Universidad de Washington
La mayoría de la gente cree que un planeta más cálido será un lugar con más insectos, parásitos y enfermedades. Hay muchos ejemplos para justificar este miedo. El cambio climático ya está ampliando la gama de garrapatas que propagan la enfermedad de Lyme; los mosquitos que transmiten malaria y zika; y chipos que provocan infecciones por la enfermedad del mal de chagas.
Pero aunque algunas especies de parásitos están recibiendo un impulso por el cambio climático, pueden ser la excepción y no la regla. Según un innovador estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, que analizó 85 especies de parásitos, la mayoría sufrió una disminución de la población durante 140 años, a la par de algunas de las especies de vida silvestre más amenazadas, e incluso peor.
“Es el tipo de declive que desencadena la acción de conservación de los mamíferos y las aves, y que irrita a la gente”, dijo Chelsea Wood, ecologista de parásitos de la Universidad de Washington y autora del estudio.
Puede sonar contradictorio, pero esto no es una buena noticia. Entre el 40 y 50 % de todas las especies animales en la Tierra son parásitos u organismos que viven en o sobre un huésped y dependen de él para sobrevivir, a expensas de ese huésped. Esa cifra ni siquiera cuenta ciertas bacterias, virus, hongos y protozoos que también se consideran parásitos. Sin embargo, se sabe muy poco acerca de estas formas de vida salvajemente abundantes y diversas. La mayoría de las discusiones sobre parásitos involucran especies que nos afectan negativamente a nosotros, nuestras mascotas, nuestro ganado o nuestros hijos. Pero estas especies malignas constituyen una minoría extrema.
A medida que los científicos aprenden más sobre los cientos de miles de otras especies de parásitos que no dañan a los humanos, surge una imagen de los grupos de animales que desempeñan un papel clave en el mantenimiento de ecosistemas saludables. Por ejemplo, los parásitos controlan las poblaciones de especies al igual que los depredadores.
Los parásitos también ayudan a impulsar la energía en la red alimentaria, al hacer que las especies de presa se comporten de forma más torpe y sean más fáciles de atrapar por los depredadores. Los killis de California infectados con un platelminto trematodo, por ejemplo, tienen entre 10 y 30 veces más probabilidades de convertirse en comida para pájaros que los peces no infectados. En Japón, los gusanos nematomorfos incitan a sus anfitriones grillos a saltar hacia los arroyos, proporcionando hasta el 60 % de las calorías totales para el salvelino japonés en peligro de extinción. “Los depredadores reciben ayuda de los parásitos”, explicó Wood.
Hasta ahora, la mayoría de los científicos tenían que adivinar cómo el cambio climático y otras presiones antropogénicas estaban afectando a los parásitos. Para responder a esta pregunta, la doctora Wood y sus colegas recurrieron a 699 especímenes de peces, la mayoría de los cuales se encontraban en el sótano del Museo Burke de Historia Natural y Cultura en Seattle. Los peces, que se recolectaron entre 1880 y 2019 en Puget Sound, en el estado de Washington, eran “cápsulas del tiempo de parásitos”, detalló Wood. La formalina y el etanol que suspendieron a los peces en el tiempo en el momento de su muerte también preservaron a los gusanos y otros organismos adheridos a sus branquias y piel o excavados en sus músculos y entrañas.
La disección meticulosa de estos especímenes reveló 17.702 parásitos que eran miembros de 85 especies diferentes, lo que permitió a Wood y sus colegas inferir cómo ha cambiado la abundancia de la población con el tiempo.
“No existe un conjunto de datos como este en el mundo”, afirmó Skylar Hopkins, ecologista de parásitos de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, quien no participó en la investigación. “Imagínense cuánto tiempo les tomó diseccionar todos esos peces antiguos y apestosos”.
Al controlar otros factores como la contaminación y las fluctuaciones en las poblaciones de peces, el equipo descubrió que, en todas las especies, los parásitos disminuyeron en un 38 % por cada grado centígrado de aumento de la temperatura. Algunas especies fueron más perjudicadas que otras. Los parásitos con ciclos de vida complejos (el 52 % de las especies del estudio que requieren tres, cuatro o incluso cinco huéspedes para pasar de huevo a adulto) disminuyeron casi un 11 % cada década, un hallazgo que se asoció significativamente con la temperatura de la superficie del mar. “Cuanto más se calentaba (el mar), menos parásitos encontrábamos”, detalló Wood.
El conjunto de datos “notable” recopilado por la doctora Wood y sus colegas mostró “que las pérdidas en la diversidad de parásitos se pueden medir y son sustanciales”, comentó Armand Kuris, ecólogo de parásitos de la Universidad de California, Santa Bárbara, quien no participó en el estudio. “Esta es una noticia inquietante”, agregó.
Kevin Lafferty, ecologista de enfermedades del Servicio Geológico de EE UU, quien tampoco participó en la investigación, dijo que tiene sentido que los parásitos con ciclos de vida complejos sean “los primeros en irse”, porque han evolucionado para explotar ecosistemas complejos. En todo el mundo, el cambio climático, la contaminación, la sobrepesca y otros factores causados por el hombre están socavando constantemente la complejidad de la naturaleza, lo que provoca sistemas más simples que ya no parecen ser capaces de soportar la cuidadosa coreografía de un estilo de vida de múltiples huéspedes. Como dijo Lafferty, esos parásitos son, “para usar una frase trillada, canarios en una mina de carbón”.
Los científicos aún no pueden decir si los hallazgos de Puget Sound se pueden extender a otros ecosistemas. La doctora Wood y sus colegas ya comenzaron a analizar muestras de peces del golfo de Alaska, así como del río Grande, el río Pearl en Louisiana y Mississippi, y el río Alabama. También espera ver a otros ecologistas haciendo uso del “tesoro oculto” de los especímenes de museo que existen en todo el mundo. “Se requiere mucho esfuerzo para diseccionar pescado conservado con productos químicos, y no es el trabajo más glamoroso, pero no es ciencia espacial”, comentó Wood.
Lo que los hallazgos reflejan con certeza, agregó, es que los parásitos necesitan conservación, al igual que cualquier otra especie. “Los parásitos están desempeñando estos roles vitales en los ecosistemas que desaparecerán cuando lo hagan, y ahí es cuando nos daremos cuenta de lo importantes que son”.
Traducido por José Silva