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Hace un par de días (el 22 de julio) me topé en las redes sociales –que cada vez son más crecientes y es la nueva forma de comunicar– una historia, un post, sobre los 3 primeros años de la juramentación de 32 nuevos magistrados, unos titulares y otros suplentes. Se trató de una juramentación en acto solemne ante la Asamblea Nacional (AN), que en su momento presidía el diputado Julio Borges.

El acto se realizó frente a la mirada de medios de comunicación, amigos y familiares. Estos magistrados juraron hacer cumplir las leyes, pero la historia, sin duda, tomó un giro inesperado. El régimen de Nicolás Maduro arremetió contra los nuevos designados y fueron objeto de persecución y un par de ellos aprehendidos.

Estos héroes del derecho tuvieron que salir del país –por trochas, por barcos– con lo que tenían encima, dejando atrás a familiares, amigos y su hogar, toda una vida, para dirigirse a nuevas latitudes. No como turistas, sino como exiliados. Una dura faceta de su nueva vida. Algunos se fueron a países de Latinoamérica, otros a Centroamérica, dos de ellos a Europa y un número significativo a Estados Unidos, bastión de la libertad y también sede de grandes organismos internacionales.

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32 hombres probos del derecho, debidamente reconocidos por su labor como juristas, ahora se encontraban comenzando desde cero, pero con un ideal muy fuerte: ¡impartir justicia a través de sus cargos!

Movidos por su pasión por el derecho y en procura de que Venezuela pueda retomar su libertad. Es así como el 13 de octubre de 2019 el grupo de magistrados exiliados se instalaron en la sede de la Organización de Estados Americanos en Washington D.C. conformando un nuevo Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en el exilio y para lo cual designaron a Miguel Ángel Martín como presidente del organismo.

El 19 de octubre de ese año 6 magistrados llegaron a Santiago de Chile, después de solicitar protección en la embajada chilena en Caracas, y el 12 de noviembre denunciaron, ante el Grupo Iberoamericano de la Unión Internacional de Magistrados (UIM), el quiebre de la independencia judicial y de los derechos humanos en Venezuela. Esto se realizó en el marco de la edición número 60 de la reunión anual del ente organizada por la Asociación Nacional de Magistrados de Chile.

¡Qué connotación tan grande que fuera justamente en la “Casa de las Américas”, donde estos dignos magistrados se pudieran juramentar! Fue justamente porque, a la luz del ordenamiento jurídico internacional, las sedes diplomáticas son un apéndice territorial de los Estados. Con ello podemos inferir que, sin duda alguna, la sede de la OEA pertenece a todos los Estados.

Hoy después de tres años de su juramentación, el TSJ en el exilio tiene una nueva directiva, que encabeza el magistrado Antonio Marval. Asimismo, ha emanado un número importante de comunicados, exhortos, dictámenes y sentencias, que buscan desarrollar los más altos postulados del derecho. También se ha convertido en un bastión de la libertad que todos los ciudadanos debemos reconocer, no solo por su valentía, no solo por ser exiliados, sino por administrar como lo han venido realizando, justicia. Solo puedo terminar diciendo que esta historia sobre el TSJ legítimo continuará…

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