• El periodista español, nacido en Venezuela, cubrió algunos de los conflictos armados más importantes de las últimas décadas, como las guerras de Chechenia, Irak y Afganistán

Diferentes medios de comunicación españoles informaron que Ramón Lobo, uno de los corresponsales de guerra más importantes de España, falleció el 2 de julio a los 68 años de edad. El periodista y escritor, español, pero nacido en Venezuela, estuvo presente en varios de los conflictos que modelaron al siglo XXI, trabajando para los principales periódicos y agencias de noticias hispanoparlantes.

Durante 20 años fue el corresponsal destacado del diario español El País, que le dedicó una extensa nota resaltando el valor de sus historias, que denunciaban las atrocidades de estos episodios desde su carácter humano. “Lo hizo con una mezcla de humanidad y desgarro, sin esconder ningún detalle por terrible que fuera, pero siempre tratando de adoptar el punto de vista de aquellos que sufren las guerras”, resalta la nota.

En octubre de 2022, durante su programa radical en la Cadena SER, informó que padecía de dos tipos diferentes de cáncer. Se retiró de la vida pública para dedicarse a su tratamiento, del cual se mantuvo optimista hasta el último día, de acuerdo con la propia emisora. 

De Zulia al mundo

Ramón Lobo, el corresponsal que expuso las atrocidades de la guerra para el público hispanohablante
Foto: Cortesía

Hijo de un padre español y una madre inglesa, Ramón Lobo Leyder ya había empezado a recorrer el mundo desde su nacimiento, el 23 de enero de 1955. En ese momento su familia se encontraba en Lagunillas, en el estado Zulia, donde vivió hasta los cinco años de edad. En 1960 se mudaron a España y a los 20 años de edad se graduó de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

Se inició en la sección de Economía brevemente, pero encontró su fuerte en Internacionales. Trabajó para diferentes agencias como Pyresa, Radio Intercontinental, Heraldo de Aragón o Expansión. Fue el redactor jefe de Internacionales del diario El Sol, hasta su cierre en 1992. A partir de ese momento comenzó a trabajar en El País

En esa época el Internet aún estaba en pañales, por lo que los periodistas normalmente tenían que viajar para atestiguar y escribir los acontecimientos que ocurrían en rincones distantes del mundo. Pocos meses después de entrar a El País, Lobo fue enviado a Sarajevo para cubrir la desintegración de la antigua Yugoslavia y la guerra en Bosnia.

En 2001, la Asociación de la Prensa de Segovia lo reconoció con el XVIII premio de periodismo Cirilo Rodríguez. Aunque rechazaba los cargos como jefe en las redacciones, prefería transmitir sus conocimientos en las aulas, alternando su rol como corresponsal extranjero dictando diferentes talleres y cursos en universidades españolas. De hecho, en 2020 recibió un doctorado honoris causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche.

Desde las trincheras

Lobo destacó por sus crónicas de las guerras yugoslavas en la década de los noventa, desde diferentes frentes como Croacia, Kosovo y Bosnia. También cubrió otros conflictos surgidos tras la disolución de la Unión Soviética, como Albania o las guerras en Chechenia, Rusia.

Fuera del continente europeo, tuvo bastante presencia en la guerra civil de Sierra Leona, que se extendió desde 1991 hasta 2002. Publicó para El País en enero de 1999 El terror de las manos cortadas, un reportaje sobre las amputaciones de civiles por parte de los guerrilleros, quienes usaban una suerte de lotería para determinar cuántos miembros le cortarían a sus víctimas, o si sería una amputación total o parcial.

Precisamente sus crónicas y reportajes se caracterizaron por darle voz y protagonismo no a las partes beligerantes, sino a todas aquellas víctimas que quedaban en medio del conflicto. Para él, el narrar con crudeza crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos era una forma de concientizar sobre la crueldad de la guerra, sin heroísmo ni romantizaciones. 

En África, fue testigo del genocidio de Ruanda de 1994, o de la segunda guerra del Congo (1998-2002). Además de la invasión estadounidense a Irak en 2003, o de la guerra de Afganistán, que se prolongó gran parte del siglo XXI. En 2005, cubría las elecciones presidenciales de Palestina con la fotógrafa Carmen Secanella, cuando fue retenido durante varias horas por miembros del grupo insurgente Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, en la Franja de Gaza.

Escritor

Ramón Lobo, el corresponsal que expuso las atrocidades de la guerra para el público hispanohablante
Foto: Cortesía

Debido a problemas económicos, El País despidió a Lobo en 2012, aunque años después volvió como columnista. En ese tiempo se empleó como colaborador en diferentes medios de comunicación como El Diario (de España), El Periódico de Catalunya, InfoLibre o la revista cultural Jot Down. Durante 10 años mantuvo también un segmento del programa A vivir, que son dos días, en Cadena SER.

Lobo también se dedicó a escribir narrativa, con el propio periodismo como protagonista en obras como El héroe inexistente (Editorial Aguilar, 1999), Isla África (Seix Barral, 2001), Cuadernos de Kabul (Península, 2009), El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol y guerra (Libros del KO, 2012) y Todos náufragos (Ediciones B, 2015). También escribió El día que murió Kapuściński (Círculo de tiza, 2019) y Las ciudades evanescentes ( Península, 2020).

De acuerdo con El País, en sus últimas semanas de vida se dedicó a terminar otro libro, con reflexiones sobre la muerte de su madre y de su propio final. El periodista Guillermo Altares, quien fue su amigo, compara el ímpetu de Lobo como escritor con uno de los personajes de Isla África, periodista también, y que el autor describió en un párrafo:

“Escribía en un desesperado intento por alcanzar algún tipo de posteridad o para entretener el pánico y estirar su existencia más allá del calendario biológico o sobrevivirse encerrado en un papel de cuadrícula fina”

Frontal ante la muerte

Altares indicó en su nota para El País, que cada muerte tenía un peso importante en los textos de Lobo. Nunca se normalizaba ni se hacía menos, pese al contexto bélico que cubría. Aun así, tras tantos años de ver a la muerte de cerca, e incluso escribir sobre el asesinato de colegas en el terreno, asumió su cáncer como una batalla más.

“Divertido, maestro del humor negro y de los chistes malos, con arranques homéricos de ira y de risa, Ramón Lobo fue un seductor que logró crearse una familia mucho más allá de la biología. Acompañado en sus últimas semanas por María (su esposa), supo hacer fácil a los demás, con humor y realismo, un momento final al que llevaba décadas dándole vueltas”, escribió Altares.

Incluso en su programa de radio, Lobo no tuvo reparos en no ocultar al público su enfermedad, fiel a su ideal periodístico: “Si nosotros trabajamos con verdad, no podemos ocultarla cuando nos afecta o ir a los sinónimos y buscar fórmulas que nos permitan escaparnos (…) Muchos tienen miedo de pronunciar la palabra cáncer, pero yo la voy a pronunciar y no tengo miedo a decirlo. No tengo miedo a decir que soy optimista, que voy a luchar, voy a pelear, lucharé hasta el último minuto”, dijo.

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